CAPÍTULO 16

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Zane

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Zane.

Ni bien puse un pie en la escuela noté el cambio. Las paredes beige de los pasillos, que antes estaban vacías, ahora estaban repletas de todo tipo de poster en concientización: muchos eran antibullying, pero también los habían de educación sexual, física e inclusión. A simple vista el ambiente parecía ser otro. Me había topado con nuevos profesores y en las carteleras de actividades ya no solo estaban colgadas las del club de artes escénicas, sino que también se encontraban charlas informativas.

Pero sabía bien cuál era la verdad, esa fachada quizá podía engañar a un par de padres ineptos, pero no a mí. Detrás de esa imagen de cambio que quería mostrar la escuela, aún permanecían alumnos que molestaban a otros; Kamyu me lo había hecho saber pocos días antes de volver. Solo esperaba que Unique estuviera bien, había dejado en claro que no quería mi ayuda, mucho menos que esté cerca; si llegaban a molestarla tendría que arreglárselas sola.

Hablando de Roma...

Entre toda la multitud del pasillo, mis ojos la encontraron con velocidad, iba caminando con su cara enterrada en su libro. Negué. Ella no iba a cambiar jamás. Tampoco lo iba a hacer su extraña forma de vestir, traía puesto un chándal lleno de pintura; eran pinceladas sin sentido, de diferentes tamaños y colores esparcidas por toda la prenda. Aun me acordaba de ese día de lluvia en que estaba aburrida y se le ocurrió la idea. Según ella se veía bonito, pero para mí le daba un aspecto de suciedad y avejentes.

La extraño cruzó por mi mente al verla.

No había vuelto a verla desde aquel día con mi padre, me había esforzado para que así sea. Cuando creía que había una mínima probabilidad de cruzarla, le ponía cualquier excusa a mi madre y huía del lugar.

Contarle a Kamyu, no había si lo más inteligente que había hecho, desde entonces es que no dejaba de molestar con su maravilloso consejo de "deja de escapar y habla". Algo que claramente no estaba dispuesto a hacer. Tenía miedo. Aún revivía su mirada llena de miedo en todo momento. Pasar por eso una vez más, no era algo que quería hacer; lo mejor era seguir su pedido: dejarla en paz.

Guardé mis manos en los bolsillos de mi pantalón. Estaba a punto de marcharme y de esquivarla, una vez más, cuando veo uno de sus rizos posarse sobre la punta de su nariz. Sin despegar la vista del libro, comienza a mover su pequeña nariz de lado a lado; hasta que, cansada, da pequeños soplidos para apartarlo. Sonreí. Se veía tierna. Pero sus gestos siempre eran tan exagerados que también se veía chistosa.

Esas tonterías ya no podría verlas, al menos no como antes. Quizá sí, pero en la distancia, como ahora.

Noté que sus ojos y una de sus manos se despegaron del libro. Su vista recayó en el mechón de pelo, el cual observó molesta. Pero, pronto su mirada pasó del rizo y se enfocó en mí. Y borré mi sonrisa, esa que había dibujado sin siquiera notarlo.

No esperaba que se fijara en mí, que me notara entre tantos alumnos y menos a la distancia en la que nos encontrábamos, pero lo había hecho. Puede que mi atenta mirada sobre ella, la haya hecho percatarse; pero, ¿cuánto tiempo me había quedado mirándola para que eso sucediera?

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