CAPÍTULO 17

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Unique

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Unique.

Sentí el frío líquido recorrer mi cabeza y tocar mis mejillas. Justo cuando creía que tendría una vida escolar mucho más tranquila, las idiotas amigas de Charlotte me buscaban para tirarme su yogurt rancio. Me asqueé y no pude contener las arcadas, el olor se había colado por mis fosas nasales, a tal grado que ya le sentía el gusto.

Cuando las escuché aprontarse para lanzar otro, alejé el libro y lo guardé con rapidez, lo último que quería era que se arruinara. Podía lidiar con un poco de yogurt, pero no podía hacerlo cuando algo que amaba quedaba arruinado. Siempre, sin importar que me pasara, trataba a toda costa de salvar mis pertenencias.

—¡Ya basta! —grité hecha un bollo sobre la taza del baño.

—Ya basta —Me repararon las dos burlándose.

Quería llorar, pero no lo hice. No les iba a dar el gusto. Sabía que, si me escuchaban largar un solo sollozo, ellas cantarían victoria. Creerían que me habían quebrado como la última vez, pero estaban equivocadas; si soltaba una lágrima era por quién hoy ya no estaba para mí en momentos así.

Pero, aunque quisiera hacerme la fuerte, las lágrimas se acumulaban y estaban por derramarse. O así era, hasta que lo escuché entrar, sus pisadas eran fuertes y rápidas. Sonreí y me fregué el rostro con el dorso de mi mano. Las lágrimas que se avecinaban desaparecieron en el instante que lo oí, pese a todo no me había dejado sola.

—¿Qué haces aquí? —dijo una de las chicas sorprendida.

Era un idiota, lo había estado buscando casi por una semana para hablar con él y arreglar las cosas, pero siempre huía. ¿Tenía que pasar algo así para que dejara de hacerse el duro y apareciera delante de mí?

—Tú y tú —Escuché— están castigadas.

Esa voz...

—¿Cómo supiste de este lugar? —preguntó y me percaté de que ambas bajaban de la taza del baño continuó y salían de él— ¿Qué haces aquí Luxius?

Y si aún dudaba de quién era, oír su nombre me lo había confirmado, no era Zane.

Escuchar ese nombre despertó en mí las ansias de llorar una vez más. No había venido a mi rescate, no había dejado de huir de mí como creía.

—Quiero verlas mañana en detención —Oí que decía con severidad— y hablaré con mi padre de esto —Agregó.

Todo lo que escuché luego de eso fueron las pisadas de las chicas, quienes seguro creían que huyendo del lugar a las corridas se salvarían del castigo y una segura suspensión.

Enterré mi cabeza entre mis piernas, ahora podía estar tranquila, se habían ido. Pero, por qué no me sentía satisfecha. Quería estar en calma, pero lejos de eso me sentía inquieta.

Oí un suave golpeteó del otro lado de la puerta y como si el sonido desbloqueara un código secreto dentro de mí, las lágrimas comenzaron a caer sin cesar.

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