Capítulo 15

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- ¿Y por qué sabes eso?

- Pesadillas, una sombra te persigue, dolor en los albeits y cambio de color de los mismos, tatuados animales venenosos...

- ¿Y qué pasa si soy eso? - Banes no habla, Jiaim está callado apoyado en la estantería con los brazos cruzados y la piel más pálida de lo normal - ¡Queréis hacer el favor de contestarme! - grito demasiado fuerte.

- Existen muy pocos, de hecho, solo conocemos uno en toda la historia escrita de los guardianes. En cualquier momento, puedes dejar de contener lo que llevas dentro y...

Jiaim sale corriendo dando un portazo que provoca un pequeño temblor de las paredes.

- Sairy, voy a ser sincero, eres peligrosa, un arma letal que puede descontrolarse y con su poder destruír todo a su paso. No serás dueña de tus actos, el mal se apoderará de ti y la única forma de acabar con eso es la muerte.

- Ese - casi no puedo hablar - el único que dices tú que ha habido en toda la historia..., ¿quién lo mató?

- El padre de Jiaim, Jacob, este desde aquella entrenó a su hijo por si otra vez ocurría.

Trago saliva.

- El chico que vi que se parecía a Jiaim...

- Es otra sombra, tienes la capacidad de verlas todas. Los ángeles demoníacos, cuando llega el día de la Luna Dorada, reúnen a varias sombras para sembrar el mal.

- ¿No hay forma de controlarme? - niega con la cabeza - ¿Cuándo es la Luna Dorada?

- Mañana. Ocurre cada diez años, normalmente sirve para recargar los poderes de los ángeles guardianes, pero si hay algún "demonio", también se aprovecha de él.

Me duele mucho la cabeza, me levanto con difucultad y salgo al exterior de la Academia Hool. Es de noche y el rocío humedece el ambiente. Veo a lo lejos a Jiaim sentado bajo un árbol mirando al río.

Me acerco despacio a él mientras reflexiono sobre la situación, si para salvar a todos tengo que morir, lo haré. Me gustaría haberme despedido de mis padres, de Sabela, de Killam..., pero creo que es mejor así, no sentirán tanto dolor si no les explico lo que verdaderamente soy, una bestia.

Mis albeits se han oscurecido, al igual que esta noche sin luna, que mañana se transformará en la noche áurea.

- Jiaim...

Él levanta la cabeza, me mira con ojos abatidos.

Estira sus brazos para que me acerque y lo abrazo, me siento a su lado protegida por su cuerpo. Comienzo a llorar y Jiaim me sujeta con más fuerza.

Después de un rato comienza a hablar:

- Mi padre es el jefe de vigilancia contra ataques de cualquier ser que intente entrar en la ciudad, también es profesor de lucha en la Academia. Flavio era un hombre joven, en varias ocasiones lo había visto caminar por la Academia, cuando acompañaba a mi padre y él me enseñaba lo que haría de mayor, cabizbajo y no hablaba con nadie, excepto con Jacob, mi padre. Eran amigos. A veces incluso venía a mi casa a cenar y jugaba conmigo y con mi hermana, pero había algo en él extraño, no me gustaba. Tenía poderes sobrenaturales y Jacob le enseñó a contrarlos. Solo tenía un albeit, pero le ocupaba toda su espalda, una serpiente de Cascabel Diamante. Llegó la noche de Luna Dorada. Celeste y yo dormíamos juntos en una habitación, bueno, no dormíamos, intentábamos elevar nuestros pies medio metro de la cama, las alas y la poca práctica que teníamos no nos permitían mucho más - ¿él tenía alas? Entonces eso que me contó de que había nacido sin ellas era mentira - escuchamos un ruído en la planta de abajo, donde estaba nuestro invitado, Flavio. En su casa no lo querían, y mis padres le dejaban quedarse. Movidos por nuestra curiosidad de niños, bajamos las escaleras, yo con las alas levantadas y Celeste detrás de mí. Cuando abrí la puerta sin llamar me encontré a Flavio: sus alas blancas eran oscuras, sus ojos vacíos y dientes afilados, me agarró por el brazo, me levantó por encima de mi cabeza y rompió mis alas. Aún recuerdo como si fuera hoy el dolor. Celeste, asustada, salió corriendo, pronto llegó mi padre, ya era tarde, él había escapado. Jacob salió volando por la ventana sin pensarlo, con su espada de hierro en la mano. Mi madre lloraba al verme, yo estaba traumatizado, apenas veía nada. El resto de la historia no la viví, fue contada por Jacob en numerosas ocasiones ante variedad de público, tras luchar gran tiempo con él, clavó su espada de hierro en el ojo de la serpiente de su albeit y Flavio se redujo a cenizas.

SairyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora