Sairy

Capítulo 7

Después de cenar subo a mi habitación, estoy cansada, siento mi cuerpo pesado.

Me pongo el pijama y reviso mi brazo. Los tatuajes siguen en un tono verdoso, pero con algo de brillo.

Me acuesto en mi cama. A veces, me gustaría que ese día en el bosque no me hubieran encontrado, así sería un peso menos en sus vidas, un trabajo innecesario cuidar de una chica que no sabes si es humana o si podría matarte. Pero otras me gusta como estoy. Ellos me han dicho en varias ocasiones que he sido una alegría en sus vidas, que a pesar de lo rara que soy, cambio su aburrida y monótona rutina por una aventura interesante llena de misterios.

Cierro los ojos poco a poco hasta quedarme dormida.

Estoy soñando, soy consciente de que estoy soñando, pero no puedo despertar.

Estoy en un extenso campo verde, el cielo tiene un color oscuro y no hay nubes que cubran el sol que se refleja en un pequeño lago. No sé qué pasará ahora.

Me acerco poco a poco al agua, en ella veo una persona cuyo rostro no distingo, parece que se está ahogando. Me acerco para ayudarlo, en el momento en el que introduzco mi mano en el agua, él me agarra y me arrastra al interior.

Siento como me cuesta respirar, me escuecen los ojos, parece que esté sumergida en una especie de ácido.

Me despierto de golpe, mis tatuajes brillan iluminando mi oscura habitación.

Enseguida entran mis padres con cara de asustados.

- Alana, ¿qué ha pasado? - pregunta mi padre.

- Una pesadilla, no ha sido nada.

- Estás muy pálida.

- ¿Qué hora es? - pregunto intentando sacarle importancia al asunto.

- Las siete y media, dentro de un rato tenemos que irnos a trabajar, ¿estarás bien sola?

- Sí, no es nada, enserio.

- Bueno, si necesitas algo, llama - mi madre se acerca y me da un beso mientras me arropa - intenta descansar un poco.

Ya se han ido, me levanto de la cama porque no puedo conciliar el sueño. Me ducho y desayuno algo, pero enseguida lo vomito.

¿Qué me está pasando?

Me miro al espejo y vuelvo a verme reflejada en el con el pelo negro y ojos que asustan, con un color tan oscuro y unas pupilas tan dilatadas que parecen que te vas a caer dentro y no podrás volver a la realidad. Creo que soy yo, un lado oscuro de mí.

Parece demasiado real, estira su pálido brazo atravesando el espejo y agarrándome por la camiseta. Intento deshacerme de ella, pero tiene mucha fuerza. Me arrastra hacia el interior, en el momento en el que toco el cristal, se me ocurre una cosa, cojo el despertador y lo lanzo, rompiendo en mil pedazos mi espejo. Me cubro la cara cuando me suelta y solo tengo unos pequeños arañazos en los brazos.

Estoy asustada, ¿qué pasaría si me hubiera dejado llevar? ¿Debería haber entrado? Así posiblemente descubriría qué soy.

Me lavo las pequeñas heridas.

Llaman a la puerta, corro a buscar una sudadera y me la pongo.

- Buenos días Alana.

- Buenos días Killiam.

- ¿Vienes a dar un paseo?

- Em..., claro.

- ¿Estás bien?

- Perfectamente.

- Estás temblando Alana, ¿qué ha pasado?

- Nada, solo tengo frío.

- Aquí no hace frío, cuéntame la verdad, por favor, solo quiero ayudarte.

- ¡No puedes! - grito. Él baja la cabeza - Lo siento, está bien, te lo contaré.

Le invito a pasar y nos sentamos en el sofá.

- Me he visto a mí en el espejo, no soy tonta, no era mi reflejo, era una yo distinta, con vida propia y aspecto algo diferente. Me agarró, quería llevarme a donde fuera que ella proviene. Tenía miedo, no fui lo suficientemente valiente para dejarme llevar y enfrentarme a lo que viniera, entonces rompí el espejo y desapareció. Pero pronto volverá, lo sé, ya no es la primera vez que la veo, y la siguiente vez me iré con ella. Te pediría que no se lo contaras a mis padres, no quiero que se preocupen tanto.

Killiam se queda callado un rato antes de contestar:

- No irás sola, yo iré contigo.

- ¿Qué? No, no puedes, esto es cosa mía, no voy a meterte en problemas innecesarios.

- No es una propuesta.

- Odio que digas eso, estarás en peligro.

- No quiero discutir más, me quedaré contigo.