032: inocencia falsa

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Pasado

Emilia

Entré a la habitación seguida por ella. Al entrar maldije y me arrepentí de haber abierto esa maldita puerta. Me giré y a mi lado estaba Machu, quién observaba la escena igual de sorprendida que yo. Frente a mí estaba Claudio en la misma cama con Antonia, en SU cama..., desnudos.

Sentí mis piernas volverse frágiles, sentía que caería al suelo en cualquier momento.. mi corazón estaba acelerado, al igual que mi respiración. Sentí mis ojos arder y enseguida comenzaron a aguarse. Las lágrimas amenazaban por salir, siento una ganas inmensas de llorar y lo terminaré haciendo en cualquier momento.

Mi vista se nublaba a causa de las lágrimas, lo único de sentí luego fue unos brazos rodearme y abrazarme fuertemente, cómo si su vida dependiera de ello. Me hundí en su cuello y solté todas las lágrimas posibles. Esto jamás lo podré olvidar.

¿Cómo pudiste hacerme esto Claudio?

¿Qué hice para merecer esto? ¿Tan poca cosa soy? ¿Por qué la necesidad de hacerle esto a alguien? Esas eran unas cuántas preguntas qué vagaban por mi cabeza en ese momento. Me había quedado inmóvil en mi lugar, sin saber qué hacer o decir, era cómo si el mundo se hubiera detenido y todo pasaba en cámara lenta.

De pronto sentí una mano acariciar la mía y tomarla, entrelazando sus dedos con los míos..., era Machu, quién estaba aún a lado mío. Yo centré mi mirada en ella y le di una pequeña sonrisa, ella hizo lo mismo. Intentaba tranquilizar mi respiración y no sentirme tan agobiada, pero el hecho de estar viendo esa escena no estaba ayudando en absolutamente nada.

Quería gritar y desahogarme, salir de ahí y posiblemente no volver nunca más. Quisiera que todo acabe, que está tortura termine de una vez por todas.

Mis ojos se encontraron con los de Claudio. Tenía una mirada demasiado ausente, cómo si no fuera el, pero ese hecho no puede ser posible, ya que eso solo pasa en las fantasías. Miré a Antonia, quién se encontraba a un lado suyo, ella tenía una expresión extraña en su rostro. Estaba sonriendo y esa sonrisa no podría expresar nada bueno, era una de esas sonrisas qué haces cuándo te sientes contento por algo o satisfecho por haber hecho algo que para ti te conviene mucho. Conociendo a Antonia, de ella no podría esperarse nada bueno, y mucho menos para mí porque ella me odia.

Devolví mi mirada en dirección a donde estaba Machu y ella susurró algo que no logré descifrar muy bien. No podía concentrarme en nada que no fuera lo que mis ojos estaban presenciando, esto me había tomado completamente por sorpresa, no lo veía venir.

Al pasar unos minutos, opté por irme de ahí, no tenía caso seguir ahí en dónde lo único que ganaría era lastimarme aún más de lo que ya estoy. Me giré y caminé en dirección a la puerta, coloqué mi mano en la patilla de ésta y la giré, pero mi acto fue interrumpido por la voz de Claudio, quién prácticamente me rogaba a que me quedara.

— Emi..., por favor, dejáme explicarte lo que sucedió, no es lo que parece, no es lo qué vos crees. — suplicó

Caminó hasta donde yo estaba. Noté que ya se había colocado sus pantalones, solo estaba sin camisa. Me miraba con cara de perrito regañado, no caeré en su juego.

Me crucé de brazos y con todo el dolor del mundo, estampé mi mano contra su mejilla en una cachetada muy fuerte. Le había quedado una marca roja en ella, ahora eso me daba igual, no podría compararse en nada a lo que él me acababa de hacer. ¡Me engañó!

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