El día siguiente fue mejor y peor.
Fue mejor porque no llovió aunque la nubosidad densa y oscura era persistente; y más fácil, porque sabía que podía esperar del día. Además Alice se sentó conmigo en clase de Lengua y me acompañó hasta la siguiente.
Fue peor porque estaba agotada, no había dormido en toda la noche. El viento no dejaba de ulular alrededor de la casa. Contesté mal a una pregunta que me pregunto el profesor, aun sin yo levantar la mano. Pero sobretodo, el chico de cabello miel no apareció en todo el día.
Había planteado miles de situaciones en mi cabeza en las que pudiera hablarle, pero al llegar a clase solo me encontré con una mesa vacía.
Al llegar la hora del almuerzo intenté contener las ganas de recorrer la sala y buscarlo. Fracase estrepitosamente. Vi a los que supuse serían sus hermanos, entre ellos Alice, sentados en la misma mesa.
— ¡Enya! — Esa vocecilla tintineó, podría jurar que la forma en la que me llamó fue bastante alta, pero nadie parecía haberse dado cuenta—. Siéntate con nosotros.
Caminé con mi bloc en la mano hasta la mesa y me paré frente a ella. Podría jurar que parecía un cervatillo delante de un coche con las luces encendidas. Sonreí inconscientemente ante la absurdez de mi pensamiento y el chico sentado junto a Alice me imitó.
—Hola—. Fue lo único que atine a decir. La chica señaló una silla y me senté. Ese podría llevarse el premio al momento más incómodo del día, con lo feliz que estaba yo con mis cascos dibujando.
—Estos son mis hermanos: Rosalie y Emmett —. Asentí en dirección a ambos —. Y él es Edward.
Había acertado en lo de ser hermanos pero todavía faltaba uno.
—Jasper—. Dijo Edward mirándome, como si adivinara mis pensamientos.
— ¿Qué? —Solo atiné a pronunciar.
—Que falta nuestro hermano Jasper, se sienta contigo en historia.
— ¿Le ocurre algo? — Supuse que lo pregunté demasiado preocupada porque todos me miraron con curiosidad—. Ayer parecía bastante mal.
—Oh no, son solo cosas familiares.
Pero aun así no me terminé de tranquilizar, una pequeña parte que de mi me hacía pensar todo el tiempo en cómo se encontraría.
Al llegar a casa, después de todo el día, subí a mi habitación y antes de ponerme con los deberes, me puse un chándal y me recogí la melena en una coleta.
Había decidido leer Crimen y Castigo de nuevo, solo por placer y en ello estaba cuando llegaron mi madre y mi tío, parecían volver de comprar.
Cenábamos en un inusual silencio, cuando mi madre habló.
— ¿Qué tan el instituto? — Solté el tenedor y tragué antes de contestar. Sabía porque preguntaba, mi madre era conocedora de lo poco sociable que podía llegar a ser debido a mi timidez.
—Bien, creo...— No sabía si decirlo o no, pero la cara de ilusión con la que mi madre me miraba me hizo decantarme—. Que he hecho amigos.
— ¡Genial! — le salió más entusiasmado de lo que pretendía seguramente—. ¿Quiénes son?
—Bueno esta Alice Cullen, es una chica muy amable, me acompañó a clase el primer día.
—Supongo que será una de las hijas de Doctor Cullen—. Habló mi tío Waylon—. Tenemos mucha suerte de tener a ese hombre aquí, es un eminente cirujano, estoy seguro de que podía trabaja en cualquier hospital del mundo y ganaría diez veces más que aquí.