En un principio no noté nada, pero conforme el día avanzó se hizo evidente: pasaba algo con mi licantropía.
Comenzó con una falla auditiva, cada vez me costaba más trabajo escuchar sonidos a distancia; sonidos que normalmente habría sentido a la perfección. La fuerza fue lo siguiente, me sentía débil, y parecía haber vuelto a la forma física anterior a la mordida. Ni siquiera sentía los impulsos que tanto me costaban controlar.
Era algo completamente opuesto al problema durante el verano.
Intentaba disimular de la mejor manera posible, y por momentos parecía conseguirlo. Preocupar a Jasper con problemas lobunos no era una opción para mí, no cuando él ya lidiaba con bastante —su limitado control con la sangre—.
Sonreí al verlo apoyado contra la puerta del Volvo plateado de Edward. Alice se encontraba hablando con él, y al igual que durante toda la mañana no conseguí escuchar nada desde la distancia.
Suspiré y traté de tranquilizarme, Jasper notaría cualquier signo de nerviosismo.
— ¿Qué tal la mañana? —pregunté al llegar.
— ¡Genial! —. Me contestó la chica con entusiasmo — Se me ha ocurrido una idea buenísima que...—. Casi sonreí ante mi pequeña victoria, había eludido mis problemas. O eso creía hasta que cierto vampiro rubio abrió su perfecta boca.
— ¿Qué te ocurre?
¿Tenías que tener ese maldito don, verdad? Escuché una carcajada tras de mí y volteé.
—Oh, por favor, cállate Louis —ordené sarcásticamente a Edward, haciendo alusión al protagonista de Entrevista con el Vampiro.
—Contesta Enya —pidió Jasper impaciente.
—Mejor luego ¿vale? —Miré a mí alrededor, indicándole que este no era el lugar más acertado y él asintió.
Llegamos a mi casa, y ya tumbada en mi cama procedí a explicarle todo lo que había estado notando desde esta mañana. Jasper caminaba en círculos frente a mí, con ambas manos colocadas tras la espalda y de vez en cuando asintiendo con la cabeza.
Cuando terminé paró en seco. Me miró fijamente, tratando de encontrar algo que estuviera mal a simple vista. Por la manera en la que cerró los ojos supuse que no había encontrado nada.
Estiré mi mano y alcancé la suya, casi por inercia él entrelazó sus dedos con los míos.
—Eh, voy a hablar con Sam y los chicos —dije, tratando de sonreírle—. Seguro que el consejo sabe algo.
—El positivismo que tratas de mostrar se va a pique conmigo, cariño —respondió, sentándose a mi lado—. Puedo sentir tu miedo.
No supe que contestar e intenté evadirlo. Pasé una pierna alrededor de su regazo, quedando a horcajadas. Su nariz rozó la mía, desde cerca parecía más perfecto aun—si eso fuera posible—.
—No vas a distraerme tan fácil —habló con media sonrisa, mientras yo trataba de besarlo.
— ¿Qué apuestas?
Alcé las manos y las enredé en su pelo, sentí el frío cuando las manos de Jasper se colocaron a ambos lados de mis caderas.
Recorrí su mentón con los labios y comencé a besar la comisura de su boca. Él permaneció estoico, en completo contraste con la abrumadora cantidad de emociones que estaba sintiendo emanar desde él.
Suspiré con frustración.
—Te dije que no ibas a distraerme —comentó con una sonrisa.
—Oh, vamos —respondí— ¡A este paso vas a hacer que me crezca un himen nuevo!
—No hablaba de eso, Enya —. Dijo serio de repente—. Ya hemos hablado, no puedo estar seguro de la cantidad emocional que puedo manejar, si algo se sale de control...
—Ya sé, ya sé. Enya bocadillo de Jasper.
Se rio de mi comparación a pesar de que sabía que aún le daba vueltas al asunto.
—El control está sobrevalorado Jazz —dije mientras acariciaba su mejilla—. Además, mi fuerza es más que... suficiente... —conforme esto salía de mis labios el volumen de mi voz bajaba.
Como siempre estaba olvidando algo importante.
—Ahora no lo sabes, no me arriesgué antes, y no me voy a arriesgar ahora —a pesar de la suavidad de su voz sabía que hablaba firme—. No pienso ponerte en peligro.
Asentí e introduje la cabeza entre el hueco de su cuello y su hombro. Rocé la nariz contra la clavícula e inhalé.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal y sonreí en la misma posición.
—Te quiero, sabes —murmuré en voz baja.