Jasper explicaba metódicamente el plan, con la facilidad de alguien que ya ha tenido experiencia en el tema.
— ¿Piensas que creerá que la dejas sola? —inquirió Rosalie escéptica.
—No fui yo quien la protegió en primera instancia, sino Edward —señaló a su hermano—, y para él la posibilidad de que este se encuentre con ella será más excitante aún.
Acordamos el claro donde Jasper me contó su historia como escenario. Y pronto me encontraba en medio de él. Alice, Emmett, Rosalie, Esme y Carlisle habían tomado caminos diferentes con mi ropa, para así desconcertarlos y lograr separarlos.
Edward y Jasper esperarían en la casa junto a Paul y Jared, comunicándose mentalmente con Paul. Para llegar en el momento oportuno.
Supe que habíamos logrado nuestro objetivo cuando James se presentó ante mí.
—Hola, Enya —comentó James con voz tranquila—. Lo has hecho muy fácil. Estoy impresionado.
Nos miramos el uno al otro durante un buen rato y entonces sonrió. Caminó hacia mí y pasó muy cerca.
—Lamento esto, Enya, pero ¿acaso no es mejor una muerte rápida? —dijo con voz cortés, amable.
—Sí —contesté llena de alivio. Todo estaba saliendo según lo previsto.
—No pareces temerosa de que te haya encontrado.
—No lo estoy.
— ¡Qué extraño! Lo piensas de verdad —sus ojos oscuros me examinaron con interés. El iris de sus pupilas era casi negro, pero había una chispa de color rubí justo en el borde. Estaba sediento—. He de conceder a vuestro extraño aquelarre que vosotros, podéis resultar bastante interesantes. Supongo que observaros debe de ser toda una atracción. Y lo extraño es que muchos de vosotros no parecéis tener conciencia alguna de lo interesantes que sois.
Supe que hablaba del otro hombre lobo.
Se encontraba cerca de mí, con los brazos cruzados, mirándome con curiosidad. Ni el rostro ni la postura de James mostraban el menor indicio de amenaza. Tenía un aspecto muy corriente, no había nada destacable en sus facciones ni en su cuerpo, salvo la piel pálida y los ojos ojerosos a los que ya me había acostumbrado. Vestía una camiseta azul claro de manga larga y unos vaqueros desgastados.
—Supongo que ahora vas a decirme que alguno te vengará —aventuró casi esperanzado, o eso me pareció.
—No.
—Sabes, Victoria tiene buen ojo. A pesar de la postura protectora que tenía uno sobre ti, tus ojos no se despegaban de otro. Es curioso. Quizá Jasper si quiera vengarte después de todo.
—No, no lo creo.
—Humm. Bueno, en tal caso, tenemos expectativas distintas. Como ves, esto ha sido demasiado fácil, demasiado rápido. Para serte sincero, me siento decepcionado. Esperaba un desafío mucho mayor. Y después de todo, sólo he necesitado un poco de suerte.
Esperé en silencio.
—Lo siento, pero dudo de que se vaya a resistir a darme caza después de que vea lo que he hecho contigo. Victoria se enfadará al ver que no la espero, pero está ocupada siguiendo a esos otros.
Dio un paso hacia mí, sonriendo.
—Antes de que empecemos...
Sentí que era el momento y contemplé cómo James dejaba de inhalar y giraba bruscamente la cabeza hacia la izquierda.
Una gran figura negra salió con calma de entre los árboles, silenciosa como una sombra, para luego acechar con parsimonia al vampiro. Era enorme; tenía la altura de un caballo, pero era más corpulento y mucho más musculoso. El gran hocico se contrajo con una mueca que reveló una hilera de incisivos afilados como cuchillas. Profirió entre dientes un gruñido espeluznante que retumbó por todo el claro como la prolongación del restallido de un trueno.
—Sabes, es justo que te diga lo que soy —sonreí mientras el miraba asombrado a Sam.
Sentí como mi rostro mutaba, el pelo comenzó a crecer y las garras y dientes salieron a la luz.
Gruñí en dirección al vampiro que ahora me miraba con asombro y una pizca de temor.
—Mujer loba.
"Por Waylon" me dije a mi misma cuando Sam se pudo junto a mí. En su mirada se vio la valoración entre huir o luchar.
El cazador entonces retrocedió un paso y empezó a dar vueltas en torno a mí con gesto indiferente, como si quisiera obtener la mejor vista posible de una estatua en un museo. Su rostro seguía siendo franco y amable mientras decidía por dónde empezar.
Entonces, se echó hacia atrás y se agazapó en una postura que reconocí de inmediato.
Su amable sonrisa se ensanchó, y creció hasta dejar de ser una sonrisa y convertirse en un amasijo de dientes visibles y relucientes.
Yo igualé su posición y ambos nos lanzamos a la vez. Su fuerza era muy superior a la mía, me redujo de inmediato y me pateó con fuerza la pierna. Oí el espantoso chasquido antes de sentirlo, pero luego lo sentí y no pude reprimir el grito de agonía. Me retorcí para agarrarme la pierna, él permaneció junto a mí, sonriente.
Cogí impulso y mordí su muñeca y con toda la fuerza que tenía tiré, llevándome su mano derecha en el proceso, él solo gruño más aun en respuesta.
Sentí el familiar aroma de Jasper, estaba cerca. Ese momento de despiste le valió y algo me impactó en la cara y me arrojó contra el tronco de los arboles cercanos.
Mi cabeza comenzó a palpitar y el metálico olor de la sangre inundo mis fosas nasales, comencé a marearme. A través de la náusea y el vértigo, atisbé algo que me dio un último hilo de esperanza. Los ojos de James, que poco antes sólo mostraban interés, ahora ardían con una incontrolable necesidad.
Sam fue quien aprovechó la distracción del vampiro, este saltó sobre él y James trató de rodearlo con los brazos, logró reducirle y con un gruñido arrancó su cabeza.
Pero no pude alegrarme, pues mis ojos comenzaron a cerrarse.
Mientras iba a la deriva, soñé.
En el lugar donde flotaba, debajo de las aguas negras, oí el sonido más feliz que mi mente podía conjurar, el más hermoso, el único que podía elevarme el espíritu y a la vez, el más espantoso. Era otro gruñido, un rugido salvaje y profundo, impregnado de la más terrible ira.
Entonces, supe que estaba muerta...
... porque oí la voz de un ángel pronunciando mi nombre a través del agua densa, llamándome al único cielo que yo anhelaba.
— ¡Enya! —gritó la voz horrorizada del ángel.
Se produjo un ruido, el de árboles romperse. Y el olor a humo comenzó a expandirse.
Yo en cambio decidí concentrarme en la voz del ángel.
— ¡Enya, por favor! ¡Enya, escúchame! — suplicaba.
Sí, quise responderle. Quería decirle algo, cualquier cosa, pero no encontraba los labios.
— ¡Edward! —Llamó el ángel con su voz perfecta cargada de angustia.
El ángel empezó a sollozar sin lágrimas, roto de dolor.
Un ángel no debería llorar, eso no está bien. Intenté ponerme en contacto con él, decirle que todo iba a salir bien, pero las aguas eran tan profundas que me aprisionaban y no podía respirar.
Sentí un punto de dolor taladrarme la cabeza.
—Ha perdido algo de sangre, pero la herida no es muy profunda —explicaba una voz tranquila—. Echa una ojeada a su pierna, está rota.
El ángel reprimió en los labios un aullido de ira.
Sentí una punzada aguda en el costado. Aquel lugar no era el cielo, más bien no. Había demasiado dolor aquí para que lo fuera.
—Y me temo que también lo estén algunas costillas —continuó la voz serena de forma metódica.
Aquellos dolores agudos iban remitiendo.
—Tranquilo Jazz, el proceso de curación está comenzando.
—Jasper —susurré tranquila mientras cerraba los ojos.