𝐨𝐜𝐡𝐨

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Los mezcla de llanto y voces fue lo que me despertó por la mañana, me incorporé en la cama y agudizando el oído traté de captar retazos de conversación.

—Caroline, lo lamento tanto—. Era la voz del jefe Swan, que sonaba más monótona de lo habitual— Lo encontramos anoche y...

Un sollozo de mi madre interrumpió la retahíla de palabras del hombre. Escuché cristal impactar contra el suelo y como Charlie maldecía en voz baja.

—Yo te ayudo, tranquila. Es normal.

—Pe-pero— Mi madre hipaba al hablar, supuse que por el llanto— ¿Cómo puede estar muerto Waylon?

Toda la sangre se me heló tras ese comentario, mi tío solo había salido al muelle. No era posible que estuviera muerto, no era joven pero se cuidaba como para no tener infartos.

—La sangre estaba...no estaba directamente —Tras esa afirmación mi cabeza comenzó a imaginar situaciones plausibles, ninguna era buena—. Debes reconocer el cuerpo, lo haría yo. Pero debe ser un familiar, de veras lo siento Caro.

Pasos sonaron, y tras ellos un portazo. Vacilé un momento antes de hacer lo que debía, los Cullen eran los únicos fríos por la zona, y por alguna razón que desconocía el instinto de proteger a Jasper me impedía avisar a la manada. Suspiré y pase ambas manos por mi cara.

Sam —Traté de llamar finalmente.

Número equivocado princesa —contestó mentalmente Paul. Supuse que sería el único en su forma lobuna.

Ha ocurrido algo Paul —dije directa. No podía perder el tiempo con bromas ahora—. Mi tío Waylon ha sido encontrado...

No podía seguir, me dolía solo de pensar en que alguien de mi familia no estuviera entre nosotros. Mi pecho latía a una velocidad desorbitada.

¿Qué pasa Enya? —preguntó ahorrándose el apodo.

Muerto, Paul. Desangrado.

Lo siguiente que vino fue un aullido, estaba llamando a la manada. Me vestí lo más rápido que pude, aunque tuve que parar ya que las lágrimas nublaban mi vista. Tenía que ser fuerte.

La casa de Emily parecía haberse convertido en un punto de reunión extraoficial y allí nos encontrábamos todos, mientras les explicaba todo lo que había podido escuchar. Por desgracia mi conexión mental solo me permitía compartir pensamientos puntuales, lo que hacía más largo el proceso. Ellos tenían una línea mucho más directa entre sí—lo veían todo—nada más transformarse.

—Tenemos que hablar con los Cullen —habló Sam con autoridad una vez terminé—. Si han roto el tratado...

—No creo que sean los Cullen —afirmé yo con convicción.

—Tan solo dices eso por proteger a ese chupasangre —. Ojala cerraras esa bocaza Paul, pensé mientras mis garras pugnaban por salir. Las clave en mis palmas y aguanté, el dolor te hace humana, recordé.

Sam lo acalló con una mirada, era el único que me comprendía en ese aspecto. Nadie lo elige, solo sucede.

—Hablaré yo con ellos—. Le dije mirándolo— Estoy segura que serán menos reacios conmigo que con vosotros.

—Está bien—. Jared asintió mientras Sam hablaba. Ambos queriendo evitar una confrontación.

Suspiré un millón de veces, o al menos eso creía, mientras daba vueltas en círculos y trataba de no tirarme de los pelos.

Después de que memorizar aquello que Sam quería que dijera me encontraba a, relativamente, poca distancia de la casa de los Cullen.

—No seas gallina—. Me ordené.

—Técnicamente los lobos se comen a las gallinas—. La voz burlona hizo que me sobresaltara. Edward Cullen me observaba subido en una rama mientras se reía, ni siquiera había notado su presencia de los nervios. —Te oí llegar —respondió a la pregunta que aún no había hecho mientras se daba un toquecito en la sien.

—Te odio mucho sabes —murmuro entre dientes.

—Oh, no lo haces —dijo tras volverse a dar en la sien.

Edward me guio hasta su casa, esta parecía tener unos cien años de antigüedad, era atemporal y elegante. Estaba pintada de un blanco suave y desvaído. Tenía tres pisos de altura y era rectangular y bien proporcionada. El monovolumen era el único coche a la vista. Podía escuchar fluir el río cerca de allí, oculto en la penumbra del bosque.

Dentro todos se encontraban sentados en una sala. Había visto antes al doctor Cullen, pero no a su esposa, Esme, esta tenía los mismos rasgos pálidos y hermosos que el resto. Había algo en su rostro en forma de corazón y en las ondas de su suave pelo de color caramelo que recordaba a la ingenuidad de la época de las películas de cine mudo. Era pequeña y delgada, pero, aun así, de facciones menos pronunciadas, más redondeadas que las de los otros.

Me sonrieron en señal de bienvenida, pero ninguno hizo ademán de acercarse a nosotros. La voz de Edward fue la que rompió el breve lapso de silencio.

—Carlisle, Esme, os presento a Enya.

—Sé bienvenida, Enya.

El paso de Carlisle fue comedido y cuidadoso cuando se acercó a mí. Alzó una mano con timidez y me adelanté un paso para estrechársela.

—Me alegro de volver a verle, doctor Cullen.

—Llámame Carlisle, por favor.

Esme sonrió y avanzó un paso para alcanzar mi mano. El apretón de su fría mano, dura como la piedra, era tal y como yo esperaba.

—Me alegro mucho de conocerte —dijo con sinceridad.

—Gracias. Yo también me alegro—. Me aclaré la garganta antes de hablar— Supongo que sabéis para que he venido ¿eso también lo has visto? —pregunté girándome para mirar a Edward.

—Yo no. El monstruito.

La charla con los Cullen parecía ser menos tensa de lo que había imaginado, aunque no por ello menos complicada. Me explicaron pacientemente la situación y como ellos también estaban desconcertados.

Según parecía nómadas—no sabían cuántos—habían llegado a la ciudad y entonces comprendí por qué Jared y Paul entraron en fase. 

𝖜𝖎𝖑𝖉𝖊𝖘𝖙 ━━ 𝐓𝐖𝐈𝐋𝐈𝐆𝐇𝐓Where stories live. Discover now