𝐬𝐢𝐞𝐭𝐞

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Al despertarme un insólito brillo me deslumbró. Abrí los ojos y vi entrar a chorros por la ventana una límpida luz amarilla. No me lo podía creer. Me apresuré a ir a la ventana para comprobarlo, y efectivamente, allí estaba el sol. Ocupaba un lugar equivocado en el cielo, demasiado bajo, y no parecía tan cercano como de costumbre, pero era el sol, sin duda. Las nubes se congregaban en el horizonte, pero en el medio del cielo se veía una gran área azul. Me demoré en la ventana todo lo que pude, temerosa de que el azul del cielo volviera a desaparecer en cuanto me fuera.

Caminé hasta el comedor y salude a mi madre y mi tío, ambos estaban charlando animadamente por lo que no les interrumpí —Ya sabían que hoy iría a La Push—, cogí la mochila que había colocado anoche junto a la puerta y grité un adiós mientras salía.

El coche de Sam me esperaba en la puerta, con dos pasajeros más que de costumbre.

—Ese es mi sitio—. Fue lo primero que pronuncié mientras veía a Paul Lahote en el asiento del copiloto.

—Haber llegado antes, princesa —pronunció la última palabra con retintín y suspiré para no pegarle un puñetazo en los morros.

—Mira cachorro— Me miró con bastante irritación y supe que había conseguido mi cometido—, ese es mi sitio.

El moreno estaba a punto de abrir la boca pero una voz autoritaria nos interrumpió.

—Ya vale. Paul atrás.

—Pero...

—Atrás.

Sonreí con suficiencia mientras el chico salía del coche para entrar en la parte trasera y me senté.

—Princesa —murmuró mientras viraba los ojos. Era una relación extraña, pero bastante buena, Paul solía decirme princesa porque a sus ojos era bastante consentida por Sam, y yo le decía cachorro por ser el último en haberse trasformado. Ambos manteníamos ese tira y afloja hasta que Sam nos reñía y así era la mayoría de las veces.

Arrancó el coche y en un tiempo relativamente corto llegamos a la playa. Era algo bastante tedioso el no tener coche propio ya que se generaban situaciones como esta —Sam y los chicos dando una vuelta tonta—, pero mi tio Waylon necesitaba su coche para ir al muelle. En los días soleados solía aprovechar para ir a pescar.

Parecía que todo el mundo había tenido la misma idea que nosotros, ya que la playa estaba repleta de adolescentes hormonales con tablas de surf. Al llegar la tarde se sentaron todos alrededor de una pequeña fogata y la vi y supe que ella me vio a mí también cuando se levantó del círculo y se me acercó.

—Enya —saludó a la vez que movía la cabeza.

—Hola Bella—. Traté de sonreír, pero supe que salió más como una mueca. Miro a los chicos y se aclaró la garganta.

—No sabía que...

— ¿Qué tenía amigos? ¿qué puedo estar con gente sin morderles la yugular? —Pregunté con sarcasmo— qué puedo decir, soy una caja de sorpresas.

—No-no quería decir eso—. Hice una mueca ejemplificando que no era relevante para mí— Solo quería saludar y, bueno, hablar.

—No hay nada acerca de Edward Cullen que yo pueda decirte—. Fui al grano y noté como Sam se tensó a mi lado al oír el nombre— Deberías buscar otro hobby, no sé. Tú padre es poli, pídele que te enseñe a disparar.

Se dio por rendida un poco después y pude suspirar tranquila, mientras los demás me miraban con curiosidad.

— ¿Cuánto tiempo creéis que pasará antes de que Sherlock Holmes sume dos más dos y vea que no solo Cullen fue lo extraño en ese accidente? —pregunté con miedo real en la voz—. Mis garras están en el asfalto y yo me lleve más parte del golpe sin ninguna herida. ¿Cuánto tiempo queda hasta que esa chica teclee licántropo en google y salgan todas sus respuestas?

—No dejaremos que eso ocurra.

Observe a Jacob Black hablando con la castaña mientras paseaban por la playa.

—Esperemos que su lengua sea más corta que su coleta —dije mientras los miraba.

La noche llegó y con ello la reunión del consejo, conforme andábamos hacia los demás Sam me paró.

— ¿Algún problema? —La cara que tenía era de preocupación extrema y parecía que le costaba formar alguna oración coherente.

—No, bueno sí...—Era la primera vez que había visto a Sam vacilar antes de hablar—, la chica de la que te hablé está ahí. Es su primera vez reunión —parecía orgulloso con ello—, pero después del incidente su cara...

—Para—. Sabía lo que suponía para Sam hablar de lo sucedido con Emily y Leah, asique asumí lo que quería decir— No soy de las que ven cicatrices ajenas, ya tengo las mías propias.

Asintió y seguimos caminando hacia la hoguera. El fuego chasqueó y la leña se hundió un poco más sobre la arena. Las chispas saltaron en una repentina explosión de brillante color naranja contra el cielo oscuro.

Billy ya se encontraba allí, con la silla de ruedas situada en lo que parecía ser el lugar principal del círculo. A su lado, en un asiento plegable, se hallaba el Viejo Quil, y Harry se sentaba en una silla al otro lado.

Jared y Paul ya se había sentado en un tronco y se peleaban por un perrito caliente. Pero más a la derecha se encontraba Emily, a pesar de ser la primera vez aquí no lo demostraba, su cara reflejaba completa paz y sonreía a cada comentario que hacían a su alrededor. Miro en nuestra dirección y yo observe la reacción de Sam.

Parecía un ciego que viera el sol por primera vez; un coleccionista que acabara de descubrir un nuevo Da Vinci; la madre que ve por primera vez el rostro de su hijo recién nacido.

Sonreí inconscientemente y lo empuje para que caminara.

—Vamos Romeo, que Julietta espera—. Negó con la cabeza mientras se reía y se sentó junto a ella.

El silencio nos rodeó, y la atmósfera cambió de forma abrupta alrededor de los rescoldos del fuego.

Emily sacó un cuaderno de espiral y un bolígrafo. Adquirió el aspecto atento de un estudiante ante una lección magistral. Sam se giró ligeramente a su lado, para quedar frente al Viejo Quil, que estaba al otro lado.

Billy se aclaró la garganta y, con voz rica y profunda, comenzó la historia sin ninguna presentación. Las palabras fluían con precisión, como si o las supiera de memoria, aunque sin perder por eso ni el sentimiento ni un cierto ritmo sutil, como el de una poesía recitada por su propio autor.

—Los espíritus siempre han habitado en un mundo diferente al nuestro —comenzó Billy—, un plano astral donde casi todos conviven en armonía. Los espíritus guerreros de nuestra tribu pueblan ese plano.

» Kaheleha no fue el primer espíritu guerrero, pero si el primer Espíritu Jefe de nuestra historia, controlando el poder y usándolo para defendernos. Con su ejército de espíritus abandonaron la carne y lucharon contra las tribus enemigas.

» Tiempo después se descubrió el nombre del primer espíritu, el cual ayudó en su cometido a Kaheleha. Su nombre era Kwekuatsu, un espíritu atrapado en el mundo terrenal. Cuentan que Kwekuatsu era el amante de la Luna, con ella paseaba todas las noches.

» Pero no todos los espíritus eran bondadosos, y uno de ellos tuvo envidia.

Un siseo bajo recorrió el círculo alrededor del fuego. Reaccioné tarde y no logré detectar su procedencia. Billy hizo caso omiso al mismo y continuó con la narración.

—Este, repleto de celos, dijo a Kwekuatsu que la Luna le había pedido flores. Y ordenó que viniera a nuestro mundo a buscarlas. Lo que Kwekuatsu no sabía es que si abandonas el mundo de los espíritus no puedes regresar.

» Aquí quedó atrapado, y cada noche trata de regresar junto a ella en los plenilunios. Sus descendientes pertenecen a la primera generación de licántropos, o hijos de la luna. Son los llamados auténticos, aquellos que tienen un control completo de sus facultades, y que pueden trasmitir el gen.

El fuego arrojó una lluvia de chispas al cielo, donde temblaron y bailaron, adquiriendo formas casi indescifrables.

—Durante generaciones los hijos de la luna han ayudado a nuestra tribu, desde Kaheleha hasta Taha Aki, dándoles la sabiduría necesaria. Décadas después tenemos una más entre nosotros. Esa es la historia de los hijos de la luna, ahora la crónica de aquello que hemos llegado a ser.

𝖜𝖎𝖑𝖉𝖊𝖘𝖙 ━━ 𝐓𝐖𝐈𝐋𝐈𝐆𝐇𝐓Where stories live. Discover now