El bosque se extendía a nuestro alrededor en un interminable laberinto de viejos árboles, y la luz pasaba de un tenebroso tono oliváceo a otro jade más brillante al filtrarse a través del dosel de ramas.
Llevábamos caminando desde que salí de la puerta de su casa y no fue hasta después de recorrer lo que parecía medio bosque, que pude ver sin ningún género de duda una luminosidad en los árboles que se hallaban delante de mí, un brillo que era amarillo en lugar de verde.
Con cuidado atravesé la última franja de helecho para entrar en el lugar más maravilloso que había visto en mi vida. Era una pradera, un pequeño círculo perfecto lleno de flores silvestres: violetas, amarillas y de tenue blanco. Podía oír el burbujeo musical de un arroyo que fluía en algún lugar cercano. El sol estaba directamente en lo alto, colmando el redondel de una blanquecina calima luminosa.
Jasper parecía receloso de entrar en el círculo floral y lo miré con curiosidad.
—No voy a morderte, sabes —dije mientras le sonreía y hacía señas para que se reuniese conmigo.
Negó con la cabeza mientras sonreía y caminó hacia delante, pareció inspirar hondo y entonces salió al brillante resplandor del sol.
A la luz del sol, resultaba chocante. No me hubiera acostumbrado ni aunque le hubiera estado mirando toda la tarde. Su piel centelleaba literalmente como si tuviera miles de nimios diamantes incrustados en ella. Parecía una estatua perfecta, tallada en algún tipo de piedra ignota, lisa como el mármol, reluciente como el cristal.
La pradera, que en un principio me había parecido espectacular, palidecía al lado de la magnificencia de Jasper.
Con indecisión alce la mano, dispuesta a acariciar la piel de su mejilla. Reí ante el contraste de temperatura y él sonrió aún más.
—Tienes miedo —afirmó despreocupadamente mientras se sentaba sobre el césped —. No voy a hacerte daño.
Me reí de su conclusión y él pareció tremendamente confundido por ello.
—No te temo a ti—. Me senté junto a él y comencé a arrancar las hierbas que había frente a mí— Lo que temo es no saber qué ocurre conmigo.
—Explícate, por favor.
—Es algo demasiado intenso—. Miré sus ojos, ahora dorados, y suspire— Como si lo sitiera todo.
—Creo que eso es culpa mía—. Tomó mi mano con delicadeza y comenzó a jugar con ella mientras hablaba— Se llama pathokinesis y...
—Empatía avanzada, se lo que es.
—Exacto, es bastante abrumador a veces—dijo mientras una sonrisa trémula aparecía—. Aunque eso ya lo sabes.
—Supongo que ponerle nombre hace que sea más fácil de comprender.
—Lo que no entiendo es por qué sientes lo mismo que yo—. La confusión debía ser evidente en mi cara, sentí mis cejas arquearse y creo que boquee un par de veces.
— ¿Edward no te lo ha contado? —Supuse que tras meterse en mi cabeza le había dicho a Jasper del vínculo. Negó mientras seguía jugando despreocupadamente con mi mano—. Bueno, el consejo lo llama mate.
—Compañero—. Asintió, como si fuera la cosa más normal del mundo— Ahora tiene sentido tu reacción—, debió ver mi cara de desconcierto porque siguió hablando— la primera vez que me viste. Tu pulso estaba muy elevado y las emociones eran demasiado fuertes, por eso trataba de ser distante—. Pareció recordar algo y se rio de ello— Alice fue quien me dijo que fuera amable, y lo intenté, pero cada vez que me acercaba todo era muy profundo.