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Cada minuto, cada segundo que permanecía en ese salón, era una verdadera tortura visual para la morena, en quien el deseo de huir iba en aumento. Tolerar la penetrante mirada de el doctor Taisho no era sencillo...astibos de curiosidad.

Se aclaró la garganta para luego por medio de el pequeño micrófono que portaba en el interior de su chaleco le pidió a Sango que le cubriera por unos minutos pues necesitaba ir al baño.

La castaña apareció en su rango visual minutos más tarde y tomó su lugar, la morena le sonrió agradecida. Los pies femeninos se movieron rápidamente hacia la salida de el salón, estando en el pasillo, Kagome dejó escapar el aire que contuvo involuntariamente ¿Qué sucedía? ¿Porqué su presencia le afectaba de sobremanera? Solo le había visto una vez en su vida, en aquel consultorio y desde entonces, ese apuesto médico acaparó todos y cada uno de sus pensamientos...

Enojada consigo misma, entró al baño de mujeres y lo primero que hizo fue coger un poco de agua fría entre sus manos y enjuagarse el rostro. Su maquillaje se estropeó al instante aunque eso no le preocupaba. No quería regresar, no quería verle.

¿Porqué? ¿Porqué Kagome reaccionaba así? Se alteraba todo su sistema nervioso, sentía que el aire que respiraba no era el suficiente para que sus pulmones pudiesen funcionar perfectamente ¡Joder! Lo que le sucedía no era normal. Cómo podía sentir tanto por un completo desconocido, por alguien de el cual solo sabía su nombre y su profesión.

Obviamente un hombre como él jamás se fijaría en una chica como ella... viéndose en el espejo recorría cada rasgo en su rostro. Kagome era una morena de facciones suaves. Una joven de 22 años hermosa, no tenía nada qué envidiar en las demás mujeres ya que poseía un cuerpo exhuberante; pechos grandes, sólidos y redondos, cintura pequeña y caderas anchas, una altura promedio y piel trigueña que en muchas ocasiones acaparaba toda la atención de el sexo opuesto.

La puerta se abrió de repente y los pensamientos de la morena fueron interrumpidos. La mujer que había entrado, se quedó en pie en medio de el pasillo y miró a Kagome de arriba hacia abajo y viceversa.

La morena le veía atentamente a través de el espejo... La pelinegra irradiaba belleza en cada poro de su piel, sus labios carmesí se curvaron en una débil sonrisa y con una mano se acarició suavemente su cabellera.

— El personal ha hecho muy buen trabajo. Me gustó la decoración — dijo y Kagome se giró para verle mejor. Notó un cierto deje en su voz al cual prefirió ignorar.

— Muchas gracias señora — contestó Kagome haciendo uso de toda la cortesía posible. La mujer frente a ella pareció ofendida.

— ¿Señora? ¡Oh,no! Dígame señorita — pidió alterada.

— Como desee señorita...?

— Kagura, me llamo Kagura.

— Señorita Kagura, con su permiso.

Avanzó unos cuantos pasos pero la suave mano de la mujer la tomó de la muñeca y le impidió que siguiera su caminar. Kagome observó por unos segundos la perfecta manicura en sus uñas y luego le miró el rostro.

— ¿Desea algo? — preguntó con respeto.

— Si — contestó Kagura con tono áspero — quiero que dejes de ver a mi prometido como si fuese el único que está en el salón.

— ¿Perdón? — exclamó la morena sorprendida por el repentino cambio que había dado la conversación. La mujer hizo más fuerte el agarre y hasta llegó a hundir sus uñas en la frágil piel de la chica.

— No creas que no lo noté. Sesshomaru es mí prometido, mí futuro esposo y no quiero que le sigas viendo.

Kagome le miró con los ojos abiertos como platos al igual que su boca, mientras que Kagura no estaba dispuesta a soltarle sin antes haber oído la respuesta de la joven camarera.

  De momento a otro, la sangre en el cuerpo de la chica hizo ebullición y endureció su semblante. De un rápido y fuerte movimiento zafó su mano de el agarre de Kagura. Se acercó unos cuantos centímetros a ella y habló:

— No sea una mujer ridícula, no reclame algo que nunca será de su propiedad aunque lleven alianzas.

— ¿Qué me estás dando a entender estúpida? — inquirió Kagura con los dientes apretados.

— El hombre cuando ama, está. No siendo así se haga lo que se haga siempre pero siempre estarán entre medio de otras piernas.

Con el corazón latiendo a mil por segundos, Kagome salió de el baño, dejando a Kagura echando humo por todos sus poros. Maldita la hora en que quiso ir al baño.

Esa mujer no solo la había humillado con su presencia sino que también logró que un pasado el cual ha querido olvidar, renaciera y le lastimara. Agitada dobló a su izquierda y chocó contra algo o mejor dicho contra alguien. Levantó el rostro para pedir disculpas pero en cuanto miró de quien se trataba, su lengua se le trabó.

— ¿Está bien? — preguntó Sesshomaru al verle llorar.

Kagome contestó moviendo su cabeza y continúo caminando. El doctor se giró para verle correr... ¿Huyó de él? ¿Porqué estaba llorando? ¿Y porqué le importaba?

Kagura apareció unos minutos después y algunas dudas que nacieron en la mente de Sesshomaru, obtuvieron respuestas por sí solas.

— Sesshomaru.

Le nombró e intentó acercarse a él pero este se lo impidió.

— ¿Qué le has dicho a esa chica? — la cuestionó molesto.

— ¿Yo? — Kagura frunció el entrecejo — me estás acusando falsamente Sesshomaru.

— Te conozco perfectamente Kagura. Cuántas malditas veces te tengo que repetir que no soy tuyo... Nunca lo seré.

Kagura se mordió el labio inferior para suprimir el deseo de llorar.

— Quieras o no, serás mi esposo Sesshomaru.

— ¿Y? Eso no significa que mi corazón te pertenezca.

Sesshomaru giró sobre sus talones y se marchó dejando a Kagura con la palabra en la boca. Era en esos momentos en donde él odiaba con todo su ser a su padre. A ese maldito viejo, por haberle jodido la vida.

BAJO LA LUNA (Terminado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora