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— ¿Te importa?

Bankotsu alzó una de sus cejas mientras se reclinaba en el mullido sillón. Habían invadido su consultorio sin importarle que él estuviera con una paciente. La joven en cuanto notó la tensión entre ambos, salió dejándoles a solas.

— Responde mi pregunta.

— No lo haré. Serás mi superior pero eso no significa que tenga que rendirte cuentas de mi vida privada.

Su jefe apretó la mandíbula y achicó los ojos. Bankotsu Yoei era el mejor médico anestesiólogo que laboraba en el hospital regional. Aún con tantos años siendo colegas, entre ambos no había muy buena relación. El moreno mantuvo su expresión petrea ante la presencia de Sesshomaru.

— No te interesó cumplir las reglas de el establecimiento mucho menos las de el hospital.

Recalcó Sesshomaru viéndole fijamente. Bankotsu se encogió de hombros.

— Era un estúpido convivio al cual no quería asistir y tú ya lo sabías.

— Aún así no tenías porqué molestar al personal.

— Pues fíjate que no lo hice por molestar si es lo que te preocupa. La chica me gustó mucho.

Sesshomaru sonrió sarcástico ante lo que el moreno había dicho. Bankotsu era un hombre escurridizo, odiaba las relaciones a largo plazo. Las mujeres solo eran un objeto sexual en sus manos.

—¿ Y piensas que yo te creeré? — Sesshomaru arqueó una ceja.

— Si lo haces o no, no me importa. No eres nadie para que tenga que agradarte lo que haga.

— Piensa bien antes de hablar Bankotsu, no uses ese tono conmigo.

— ¿Me estás amenazando?

Bankotsu se levantó de el sillón y rodeó el escritorio. Se posó frente a su superior, aunque la diferencia de altura era notoria, el moreno no se amedrentó. 

— Tómalo como tú quieras.

Sesshomaru ladeó el rostro y en sus labios se dibujó una sonrisa ladina. Pocas veces se le veía sonreír pero cuando lo hacía, con ese simple gesto causaba temor. Y no fue la excepción puesto que la piel trigueña se erizó por completo más no dió su brazo a torcer. No le daría el gusto de saber que le temía.

La puerta de el consultorio se abrió y el joven médico se quedó perplejo por unos minutos hasta que se aclaró la garganta. Ambos hombres se veían detenidamente, como si el uno esperarse el momento oportuno para atacar al otro.

— Doctor Sesshomaru — habló el joven con cautela.

— Dime — pidió Sesshomaru aún con sus ojos dorados clavados en los azules.

— Tiene a un paciente en su espera. Lleva media hora esperando en su consultorio.

Sesshomaru se giró para buscar la puerta y estando bajo el marco, de reojos vió a Bankotsu y le dijo:

— Aléjate de ella.

El sonido de la puerta al cerrarse retumbó en todo el pasillo. Ambos médicos se vieron las caras.

—¿ Nuevamente discutiendo con el jefe?

Preguntó Kohaku al sentarse.

— Es un maldito estúpido — confesó Bankotsu encolerizado — ¿Quién puta se cree?

— Pues no olvides que es el dueño de todos los hospitales Taisho — argumentó Kohaku aumentando la furia en su oyente.

— ¿Y eso qué? Yo le miré primero.

— Espera, espera, espera... ¿El gran Sesshomaru Taisho vino a tu consultorio a reclamarte por un par de piernas?

— No exactamente.

Bankotsu se sentó nuevamente en su sillón. Kohaku se acomodó en el asiento y esperó a que el moreno le hablara con lujos y detalles.

— Ayer en el almuerzo conocí a una chica, era de el servicio de el local pero me gustó.

— ¿Y?

— Pues ya sabes, me le acerqué y le besé.

Kohaku abrió sus ojos castaños como platos.

— ¿La besaste?

— No fue un beso, solo un roce. Pero el imbécil de Taisho dice que fue en contra de las reglas — roló los ojos e hizo comillas con sus dedos.

Kohaku guardó silencio, estaba meditando en lo que había pasado. En su mente entendía las razones de Sesshomaru, quien debía de mantener el orden en el hospital pero también comprendía a Bankotsu porque estaban fuera de el lugar de trabajo.

Kohaku recién se había graduado, era un médico cardiólogo y gracias al menor de los Taisho, laboraba en el hospital más prestigioso de la ciudad. Simplemente no podía ir en contra de sus superiores.

— Trabajas en uno de los hospitales más codiciados, gozas de un buen salario.

Dijo Kohaku con calma. Bankotsu se incorporó molesto.

— Aún así él no es quien para decirme con quién puedo y con quién no follar.

— Entonces para la próxima procura ligar lejos de la presencia de Sesshomaru y listo.

— Lárgate de aquí estúpido mocoso.

Kohaku se rió a carcajadas y esquivó un pesado libro que el moreno le había lanzado. Salió de el consultorio aún sonriendo y revisando los expedientes que llevaba en su mano izquierda.

Cerró las cortinas y apagó la luz. Se sentía frustrado, no quería saber absolutamente nada de el mundo que le rodeaba al otro lado de la puerta. Siempre que algo le inquietaba, usaba su consultorio como su lugar favorito para meditar.

Le ordenó a la enfermera que laboraba a su disposición a que no le molestara mucho menos que hiciera pasar a algún paciente. La discusión que tuvo con su futura esposa en horas de la noche lo había alterado tanto que hasta pensó mandar el dicho compromiso al quinto infierno y hacer lo que siempre ha querido hacer.

El hecho de permanecer atado a esa mujer le hervía la sangre. Una maldita cláusula en aquel maldito testamento era la causante de joderle la existencia aún así, no estaba dispuesto a dejarle toda la herencia al bastardo de su medio hermano.

Sesshomaru tenía la capacidad de doblegar cualquier sentimiento que pudiese nacer en él, podía lanzar al vacío cualquier deseo pero jamás desistiría, jamás entregaría la fortuna que amasa... Pero ¿Porqué le molestó tanto ver a Bankotsu cerca de esa mujer?

BAJO LA LUNA (Terminado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora