Charlotte estudiaba economía, ese día había tenido un examen terrible, y esperaba al llegar a casa, poder desestresarse, tomar un café caliente o tal vez unos doritos, y no hacer absolutamente nada. Pero su hermana solo hablaba del chico que le gustaba; y estaba bien, se sentía feliz por ella, lo que le molestaba era que ella no podía hablar así de nadie.
Si le gustaba alguien, Adam, pero ni se atrevía a contarle a nadie, ni siquiera a él. Le parecía tonta la idea de enamorarse de una persona que no conocía; habían hablado muchas veces, le gustaba lo que él escribía en redes sociales, pero no era estúpida, sabía que no era real lo que leía. Además de Emily, no le interesaba compartir sus sentimientos y pensamientos más sinceros con nadie; en cambio con él todo era más sencillo, no tenía que forzar la conversación, ni tampoco debía pensar mucho en qué decir.
Cuando hablaba con él, las palabras salían solas, no se arrepentía de lo que decía, y no sentía la necesidad de disculparse por haber sido demasiado sincera.
- Y entonces me dijo que le encantaba mi sonrisa.
- No te dijo nada Emily, solo te sonrió – Replicó a su hermana que parecía no pensar antes de hablar.
- Pero al menos ya sabe que existo, es tan lindo – Suspiró – Ojalá me entendieras.
- Si te entiendo, también me gusta alguien – Pensó en voz alta y se arrepintió en cuanto lo dijo.
- ¿Te... te gusta alguien? – Dijo como si fuera la mejor noticia que hubiera escuchado.
Charlotte pensó que era un buen momento para contarle a su hermana su pequeño dilema amoroso, pero Emily era demasiado entusiasta y seguramente le diría que se arriesgara, a fin de cuentas, ¿qué era lo peor que le podía pasar?
- Este... si, me gusta Carlos – Mintió.
- ¿Y quién es Carlos? No me digas que es uno de tus amigos aburridos.
- No, solo es un chico de la universidad, pero seguro que nunca lo has visto – Esperaba que con eso su hermana la dejara en paz.
Emily consideró replicar, pero conocía a su hermana y sabía que no le daría mucha más información. Hablar de lo que sentía no era el estilo de Charlotte, prefería escribirlo todo; tenía un diario, aunque Emily jamás se atrevió a mirarlo, consideraba hacerlo cada que veía a su hermana sonreírle al celular, ¿con quién se escribía tanto? Y lo más sorprendente era que esta persona misteriosa lograba sacarle una sonrisa que le duraba horas. Algún día lograría averiguar de quién se trataba, por ahora seguiría fingiendo que le creía.

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A 400 TEXTOS DE DISTANCIA
RomanceA veces te encuentras con la persona perfecta en la distancia equivocada.