XXI

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Desde que llegó a la esquina, Charlotte divisó su casa y no vio a nadie afuera. Se preguntó si Emily había dejado entrar a Adam a la casa, conociéndola esa era una gran posibilidad; sin embargo algo dentro de ella le dijo que se fijara en el café.

Cuando vio por la ventana alcanzó a distinguir a Adam dentro, se quedó paralizada por lo que creyó había sido una eternidad, pero sacó fuerzas y se adentró en el café. Ahí estaba él, la estaba esperando a ella, en San Valentín, ¿era eso una cita organizada por el destino? No quería darle muchas vueltas al asunto, se sentó frente a él y lo saludó.

- Vaya creía que este momento no iba a llegar – le dijo Adam - ¿Qué tal estás hoy Charlotte?

Pero ella no respondió, no le salían las palabras, quería decirle de todo. Agradecerle por los obsequios, preguntarle qué hacía allí, preguntarle por la chica de la que siempre hablaba, quería saber si iba en serio o solo era una idea pasajera el visitarla en San Valentín.

- Mmm... ¿Te gustaron los obsequios? – Le preguntó – Improvisé la mayoría, espero que no te hayas sentido acosada.

- Este... no, bueno al principio sí. Pero también sospeché que eras tú – alcanzó a decir – o al menos esperaba que fueras tú.

Adam le sonrió. Que ella admitiera aunque fuera un poco que quería que fuera él quien la sorprendiera en San Valentín, le devolvía la fe en que estaba haciendo las cosas bien. Empezó a contarle como se le ocurrieron los obsequios, como había hecho para entregarlos y como Sergio le había ayudado desde el principio. Pero Charlotte no estaba prestando demasiada atención, algo seguía dando vueltas en su cabeza, y la atormentaba desde que sospechó que Adam era el que le enviaba obsequios.

- Adam – dijo Charlotte dudosa – Hay algo que quiero preguntarte, sé que no quiero saber la respuesta pero necesito hacerlo, ¿qué pasa con esa chica, de la que siempre hablas?

Adam respiró, comprendió que Charlotte nunca leyó los mensajes y que aun pensaba que él tenía una chica que lo esperaba cuando volviera a casa.

- No existe tal chica Charlotte – le dijo riendo – Si no hubieras borrado los mensajes que te envié, lo habrías sabido. Hablaba de ti, siempre lo he hecho.

Se quedó callado y miró a Charlotte, pareciera como si quisiera decir algo pero no se atrevía. Supuso que tendría que ser más específico.

- Cada cosa que decía que me gustaba sobre "esa chica", eran las cosas que me gustan de ti – hizo una pausa y vio como ella le sonreía – Charlotte, sé que parece loco, pero vine hasta aquí en San Valentín por ti, para estar contigo. Me gustas, te quiero.

¿Qué ella le gustaba a él? Charlotte no podía creerlo. Si bien lo suponía, por los obsequios y el hecho de que fuera allí justo en esa fecha, no esperaba que él lo dijera en voz alta. Necesitaba decirle que ella también lo quería, pero no sabía cómo hacerlo para no arruinarlo.

- Adam yo... No sé qué decirte – balbuceó – O sea, si sé qué decirte, pero no sé cómo decirlo.

Tomó aire, necesitaba elegir muy bien las palabras que iba a decir. Se levantó y le dijo que compraría un café; la verdad no tenía tantas ganas, pero quería pensarlo un momento más. Cuando regresó a la mesa, vio que Adam le hacía señas a alguien por la ventana, Emily y Sergio, pensó. No quería decir lo que iba a decir sabiendo que los estaban viendo.

Le dijo a Adam que fueran a cualquier otro sitio, y sin darle mucha explicación, lo tomó de la mano y lo sacó del café. Tenía esperanza de que el autobús pasara pronto, no quería espectadores, iba a decirle a Adam que lo quería, y lo iba a hacer a su manera.

Mientras iban en el bus, Adam se preguntaba si haberle dicho que la quería era lo que había arruinado las cosas. Pero en ese momento Charlotte le agarró la mano, le sonrió y regresó la mirada a la ventana del autobús.

Llegaron a la parada del Parque Central, Charlotte se levantó y bajaron. Seguía tomándolo de la mano, y sintió como ella lo arrastraba hacia una de las bancas más alejadas, se sentaron. Adam quería decir algo, pero sabía que debía esperar a que ella hablara primero. La conocía en ese aspecto, si pensaba algo, y alguien la interrumpía, ya no lo diría en voz alta.

Miró a Charlotte, ella lo miró de vuelta y por fin habló:

- También te quiero – le dijo.

A 400 TEXTOS DE DISTANCIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora