Alfred llevó una cucharada de cereal a la boca y miró al inglés aun con la mirada perdida en la cucharita que revolvía su infusión.
—¿Hoy también vas a dormir en la sala? Sabes que el ofrecimiento de mi cuarto sigue en pie.
—No, gracias. —habló rápido y bebió lo que quedaba de su té.
—Por Dios, Arthur, ¿aún sigues pensando en lo de ayer? Fue una tontería. No por eso te vas a morir de frío por la noche ¿o sí?
—Hay calefacción. —repitió su frase levantando la mirada.
Alfred le quedó mirando un instante antes de deshacerse un suspiro y girar los ojos.
—Bueno, como quieras.
Al terminar, el alivio de no encontrar al casero les duró hasta que lo encontraron en su jardín de camelias jóvenes.
—Espero que estén llegando con el dinero de su renta. —Les dijo el casero en cuanto llegó el par a la puerta de su jardín.
—Eh, sí aquí está—El americano colocó la mochila adelante y hurgando en un bolsillo, sacó un sobre de dinero. El último que le quedaba.
El anciano contó rápido el dinero del sobre y notó algo aliviado y sorprendido que estaba completo. Levantó los ojos alineando el hecho de que aquel par hace un día no tenía el dinero para pagar ahora regresaban con un sobre de dinero. —Vaya, ¿no hicieron nada ilegal o si?
Negaron con la cabeza.
—Por cierto, Arthur, sobre el hueco de tu techo...¿has podido arregarlo? ¿o quieres que mañana vaya a echarle un vistazo a ver si hay como hacer algo? —preguntó despacio. El anciano aunque el anterior día se había mostrado malhumorado y reacio a ayudar, ahora lo ofrecía con calma.
—¡Suena genial!—se adelantó Alfred aceptando totalmente.
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Aunque fuera época de exámenes o fuera una semana normal, la biblioteca siempre pasaba abarrotada de estudiantes hambrientos por un lugar donde empezar a estudiar, o investigar. O escribir. Como era el caso de dos estudiantes de Literatura que dentro de un silencio compartido preparaban una historia para un concurso.
—¿Arthur qué harías si ganas el premio? —dijo hambriento de curiosidad el de ojos oscuros.
—No aspiro a llegar tan alto —negó con la cabeza el aludido mientras tomaba el fajo de hojas que había enviado la profesora Grace y debía resaltar.
—Pero bueno, si llegara a pasar, ¿qué harías con el dinero?
Arthur intentó imaginarse el hipotético caso pero le parecía absurdo. Habían escritores mucho mejores y preparados que él.
—Supongo que...podría tener mi parte para pagar la renta unos dos meses.
—Es una buena idea...—dijo pero no parecía muy convencido, entonces cambió de expresión y tomó su mochila—, por cierto, hablando eso, me hiciste acuerdo de Alfred.
Arthur lo miró sin entender mientras Kiku continuaba buscando en su mochila. Entonces sacó un juego y se lo tendió.
—Alfred me prestó esto el otro día, pero no he tenido ocasión de devolvérselo. ¿Puedes darle por mi?
El inglés lo tomó y asintió.
—Claro. ¿También te gustan los videojuegos como a Alfred?
A Kiku le brillaron los ojos mientras asintió con mucha determinación.
—No sé como lo hace, pero Alfred siempre consigue los juegos ni bien se lanzan. A veces llega a mi departamento sin aviso diciendo que ya tiene la segunda parte del videojuego que se estrenó—negó la cabeza con expresión sorprendida—. Alfred es otro nivel.
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Después del Invierno (UsUk)
Fiksi PenggemarArthur Kirkland no tenía inconvenientes con compartir apartamento para dividir gastos. El costo de un apartamento en New York era una inmensidad que ensombrecía su triste presupuesto de estudiante universitario. Por lo que, firmó el contrato sin da...