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Capítulo 4 🌾 Día tres: sigo aquí

Taehyung llegó cansado a su casa. Al abrir la puerta principal ni siquiera se molestó en avisar de su llegada o si había alguien en casa, pues sabía que no habría nadie más que él y los ruidos que hiciese. El crujir de la madera cuando pisaba encima ya lo conocía de memoria, el roce entre su palma y el barandal de la escalera, el cerrojo de su habitación siendo abierto, el sordo golpe entre su mochila y el escritorio; todo le era muy rutinario. La soledad se le volvía común y una parte más de él.

Aún recordaba esos asombrosos momentos cuando Jungkook le hacía compañía en momentos como esos.

—Muerto... —farfullo mirando al piso de su habitación, notando sus gafas destrozadas bajo la cama— ¡Estás muerto...! —vociferó con atropello sintiendo rabiosas lágrimas escapar de sus exhaustos ojos. 

Estaba "prácticamente" muerto. Aquello le parecía una patraña, una vil farsa. Lo quería de vuelta a su lado porque sin él se sentía el único miserable y solitario ser humano en la Tierra. Aunque contara con su novia o sus padres, no le era suficiente. Todo aquello que le dibujaba una sonrisa en la deprimida cara lo tenía Jungkook. Sin embargo, él ya no estaba allí.

Empezó a deshacerse de sus ropas con irritación y en cuanto estuvo desnudo prendió la regadera de su ducha. El agua le bañó tórrido y somnífero. Suspiró de gusto y refregó champú en el mal cuidado cabello de esos días. Ocupó lo poco que le quedaba de su jabón en barra y perfumó cada centímetro de su piel. Al terminar, seca su cuerpo con la única toalla que había en el colgador en la pared y casi tropieza cuando al girarse al espejo nota algo escrito en lo que el vapor dejó en el vidrio.

"Sigo aquí".

Su cerebro tardó en funcionar como debía. ¿Quién seguía aquí? ¿Acaso...?

Con la toalla enrollada en las caderas apuró sus pies a la habitación, buscando algo sin pistas en su habitación.

Tragó duro antes de preguntar.

—¿Jungkook?

Nadie le respondió, se sintió como un total estúpido. ¿Cómo iba Jungkook a responderle? Él ya no estaba allí. Era algo imposible.

Negando con su cabeza prefirió seguir secando con una toalla limpia su cabello empapado, hasta que le empujaron con fuerza. La toalla cayó al piso y el cuerpo entero de Taehyung terminó rígido. ¿Qué sucede?

Como si alguien estuviera llorando en su pecho, lo reconoció. A él.

—J-Jungkook...

Los sollozos se hicieron sonoros y rompieron en miles de pedacitos el corazón de Taehyung, quien había sufrido todas y cada una de las horas transcurridas luego de la muerte de su mejor amigo. 

No necesitaban de explicaciones en ese momento.

—Sigues aquí... —lloró junto a él y el abrazo se tornó más necesitado.

Él nunca se había ido.



—¡Chicos! ¡Chicos...!

Nadie le estaba prestando atención al pelinegro; una pelea entre un príncipe y un viejo dominaba el lugar. Jungkook no entendía lo que pudo provocar esa revuelta, pero parecía ser una riña de pequeños mocosos por un control remoto de televisión.

—¡Deja de poner esas insoportables guitarras eléctricas a todo estruendo! —le gritó Seokjin al otro pelinegro, tratando de sisar la radio entre sus pálidas manos.

God! ¡No permitiré que me obligues a torturarme con esa música deprimente!

—¡Elvis Presley no es un deprimido!

—¡Paren ustedes dos, por favor! ¿Saben lo ridículos que se ven? —interviene Jungkook, quejándose de sus mayores— Les traigo noticias.

Ambos se detuvieron y espabilaron con lo último. 

—¿A qué te refieres con...? —Seokjin fue frenado por Yoongi, quien aprovechó los pocos segundos de libertad para reproducir Panic Attack de The Glorious Sons en su radio— ¡Maldito seas, Min Yoon-! —antes de que el rubio pudiera atraparlo con sus coléricas garras, Yoongi salió corriendo fuera de allí dejando atrás al mayor con jaqueca. 

Seokjin se arrodilló y abrazó sus piernas.

—Seokjin... —le llamó suavemente por su nombre y recibió la cansada mirada de este— Tranquilo, ¿sí? Traigo buenas noticias.

—¿Buenas? No te entiendo, Jungkook —se mostró honesto el rubio, mostrándose verdaderamente perdido—. En el Limbo nunca llegan buenas noticias.

—Pero... Esta es la excepción, ¿no? —el rubio negó con su cabeza, esfumando las esperanzas de Jungkook— Bueno... ¡Estoy seguro que cumplí mi deseo! —sin siquiera darse cuenta del tacto, las manos del rubio se posaron en sus hombros y sus ojos le enfrentaron vacilación— ¿Qué?

—Si lo hiciste, ¿entonces por qué sigues aquí?

El mundo se le estaba cayendo a pedazos al pobre Jungkook.

post mortem • taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora