Capítulo 8 🌾 Día siete: sálvame
—¿Puedes decirme qué es lo que te ocurre?
Taehyung miró a la chica encima de su motocicleta con la cara larga y el ceño bien fruncido.
—Nada, Tzuyu. Solo me iré caminando, no te preocupes —se excusó ante la invitación en moto.
—Pero... Lo que pasa es que estás muy... —extraño quiso decir la chica, pero se tragó sus palabras y simplemente se colocó el casco para acelerar. No quiso siquiera despedirse de su novio, no lo haría sabiendo que se le subirían más los humos.
El castaño se apaciguó y dispuso su plan.
La casa de Jeon Jungkook quedaba algo lejos de la escuela, por lo que terminaría fatigado cuando llegase. Estaba consumido por el estresante día en la escuela; había discutido con el director sobre su reciente escándalo y sus calificaciones estaban decayendo. No es como si todo ello realmente le importara, pues no era imprescindible en su mundo. De hecho, su mundo se resumía en una sola persona en esos segundos.
Justo cuando el sol le pegaba como una bofetada divisó el hogar de su amigo. Estaba seguro de que al tocar la puerta se toparía con la madre de Jungkook, pero en realidad fue todo lo contrario.
—Kim Taehyung... —la chica de trenzas se sorprendió de la visita y se rascó detrás de su oreja— ¿Qué...? ¿Quieres pasar?
—Sí, por favor.
Al entrar no halló la típica tinta de alegría en la casa, estaba apagada. Ya no había ruidos de televisión o radio, pues un cargante silencio arrebataba con todas sus fuerzas el júbilo de la casa. Todo era tan... deplorable. Taehyung siempre admiró los recuerdos que había hecho en esa casa junto a Jungkook, era como su segundo hogar. Nunca olvidó aquellos días cuando su amigo entraba por la ventana de su casa para ir a buscarle e irse escapando de su habitación al hogar de Jungkook. Le encantaba pasar largas tardes con Jungkook hasta quedarse a cenar y luego ver la televisión hasta caer dormidos. Le sería difícil olvidar todas las preciosas anécdotas que vivió allí; recorría los pasillos de la casa mientras tanteaba con la yema de sus dedos las paredes. Se llegó a topar con los mismos cuadros familiares de hace años atrás, medallas de su amigo y diplomas de su hermana.
Fue en ese instante que presintió a alguien a sus espaldas.
—¿Taehyung?
La dulce voz de la madre le avivó los sentidos y sus mejillas se prendieron como luciérnagas.
—Señora Jeon.
Apenas lo murmuró y compartieron una mirada con reflejos de quebranto. La mano de la mujer tomó la del castaño y con la otra le quitó los mechones de pelo que estorbaban sus preciosos ojos adornados con ojeras. Le arrastró con sutileza hacia el segundo piso y se detuvieron frente la puerta de la habitación del pelinegro. Distanciaron sus manos y la madre acarició penosa la madera de la puerta, como si viese mucho más a través de esta.
—Sé que estás pasándolo muy mal con esto, Tae.
—Usted está pasando por un dolor peor —le acarició los hombros—, por eso necesitamos estar todos unidos ahora más que nunca.
—Taehyung, eres francamente parte de esta familia —le arrulló la mejilla y le regaló una sonrisa—. Puedes venir cuando quieras, ¿lo sabes? —el muchacho asintió y la madre abrió la puerta— Puedes pasar, te está esperando.
¿Quién le espera?
Al introducirse en el universo de Jungkook, la puerta se cerró tras él y con sus ojos admiró cada ángulo de esa habitación. Inhaló con demasía y su pecho dolió. Se fijó en los muebles y las paredes decoradas con una colección de fotos: Jungkook con su hermana en el primer día de trabajo de esta como animadora de cumpleaños, fotografías de su madre bordando mantas, recuerdos de su difunto gato, y de él... Todo; desde el primer lápiz rojo que le regaló en primaria hasta el libro regalado hace dos semanas atrás. Todo ello estaba en su librero.
Quería dejar de sentir a su corazón estrujarse, pero le era inevitable.
Se giró y parpadeó varias veces al ver la cama. Esta tenía una computadora encendida, lista para reproducir una canción. Taehyung se sentó cruzando sus pies ante la cama y se colocó los auriculares conectados al dispositivo. La parte más complicada de esto fue descubrir qué canción era.
On Melancholy Hill.
Su garganta formó nudos y abrazó fuertemente sus piernas.
Esa canción... recordó Taehyung. Jungkook iba a dedicársela a su persona especial...
Recapituló el día en que terminó burlándose de él cuando le dijo aquello; las mejillas rojas de Jungkook, sus inquietos dedos y sus sonoros latidos. ¿Quién hubiera imaginado que Taehyung terminaría igual en ese momento?
Sus brazos se aferraron con más fuerza a sus piernas y, enterrando la cabeza en el espacio entre sus rodillas y el pecho, comenzó a cantar la letra de la melodía. Cálidas lágrimas le recorrieron el rostro y no pudo impedir los gimoteos, como si de un bebé se tratará. Sin embargo, ¿de qué otra manera podría sentirse? Estaba hecho pedazos, un completo desastre sin resolución. Comprendió lo importante que era él para Jungkook, como también lo era él para su corazón adolorido. Su cabeza le trajo la insoportable imagen de su lastimado rostro, de las horas antes del accidente esa noche, su desaliento aquella vez...
No escuchaba nada más que la canción retumbando en sus oídos, y juró que eso era lo único que lo apaciguaría. Era una cura a sus infinitas zozobras. Empezó a cantar con su delicada garganta a punto de quebrarse entre sus encubiertos sollozos. Lo último que deseaba era que la familia de Jungkook entrara en pánico al verle así de hundido.
Se limpió las lágrimas y decidió a mantener su mirada en alto.
Fue allí que notó la computadora cerrada y una nota encima de esta. Dejando de aferrarse a sus débiles piernas tomó la blanquecina hoja de papel y leyó temblante...
"Sálvame".
Claro que lo haría. Pero, ¿cómo?
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post mortem • taekook
Hayran Kurgu❝ Tienes treinta días para salvar tu alma. De lo contrario, te quedas aquí. La cuenta regresiva ya comenzó, Jungkook. ❞ Jeon Jungkook sentía un nudo en la garganta al ver la misma escena todos los insoportables días. Prefería desviar la mirada y zaf...