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Capítulo 11 🌾 Día diez: aún estando ido

Taehyung abrió sus ojos con espasmo al pasar las doce de la noche. Su frente sudaba y se sentía extrañamente velado en su confusión. Revisó varias veces su reloj para verificar la credibilidad de la hora; estaba seguro que había perdido un día completo por dormir. Ni siquiera sabía con exactitud qué día era. 

Bostezando se levantó de su cama y estiró sus brazos. Refregó sus ojos y observó su pared: en ella había toda una colección de las notas que Jungkook le había dado. Estaban en orden e intactas, tal como se le fueron entregadas. Cada oportunidad en la que se atrevía a posar sus ojos en ellas se precipitaba un suspiro de pesar en su interior, algo insoportable.

—Ah... —miró el inmaculado techo sobre su cabeza— Jungkook... ¿Soy yo tu deseo?

Bajando su cabeza de las nubes sintió de pronto una brisa, muy delicada. Casi imperceptible. La sintió en su rostro, cerca de sus labios. Casi palpable y tangible que parecía mágico, tanto así para hacer cerrar sus párpados. Se dejó llevar por la curiosa intuición de sus manos, alzándolas para atrapar algo inalcanzable.

Jungkook. Estaba muy seguro. 

Percibió cómo poco a poco iba sintiendo por fin un toque tan terso como la seda, le causaba estremecimientos por todas las corrientes dentro de sí y su respiración se volvía pesada. Aún no quería abrir sus ojos, estaba muy conmovido con la grata creencia de un pelinegro mirándole con supremo afecto, tocándole su mejilla con una increíble blandura y sentimiento. Quería atraparlo con una sonrisa osada en sus labios llenos de gozo a su lado, abrazarlo con una fuerza mortal y llorarle cuánto lo deseaba de vuelta. Oh, cuánto lo deseaba... 

Las lágrimas ya lo comenzaban a invadir y le fue inevitable no dejarlas libres, abriendo lento sus ojos. Sintió más sedosas caricias sobre sus párpados, arrebatándole las lágrimas y dejándolas librarse como plumas. 

Ahí le vio. 

—No llores —le suplicó trazando las yemas de sus dedos por sus ojeras, recorriendo sus pómulos—. No llores así por mí. 

—¿Cómo puedes pedirme que no llore por ti si todo en lo que pienso eres tú? —le clamó con el entrecejo fruncido, sintiendo su cara arder en carmín por la conmoción en su corazón— Yo solo... Nunca te hubiera querido lejos. Formas parte de mi vida, Jungkook. Te quiero, joder. Yo...

—Calma, Tae —le tranquilizaba acariciando las hebras que caían cual sauce llorón con suma fragilidad—. No te sientas así. Yo lo intento todo, lo juro, y no quiero verte sufriendo así por un imbécil como yo.

—¡¿Entonces por qué sigues apareciendo?! —estalló en exasperación, empujando al delicado cuerpo casi intangible frente a él como cristal— ¡Tú...! ¡No sabes lo que me provocas cada vez que apareces sin siquiera justificarte! Es como si... estuvieras embrujando mi vivir. ¡Me estás tomando el pelo! ¡Me estás matando de pena! ¡¿Admitirás todo ya?! —las cuerdas vocales iniciaron a flaquear y las lágrimas corrieron demás. 

—Tae, no. Por favor para —susurró sintiendo su corazón estrujarse dolorosamente—. Me duele...

—¡A mi me duele más! ¡No lo entiendes porque estás muerto!

—¡NO! —desaforado gritó con gotas cayendo de sus orbes como perlas en bruto— ¡No, no, no! ¡Para por favor...! —apenas le salía un hilo de voz de su garganta, como si estuviera apunto de extinguirse y cayó de rodillas. Percibió claro la compañía del castaño junto a él y fue tomado por los hombros. El pecho se le encogía en extremo como su pobre corazón desangrando y, no sabía que en el Limbo, tal mínimo indicio de desesperanza le implicaba una despedida a la vida por no cumplir sus deseos...

—¡¿Jungkook?! —desaforó con sus ojos totalmente cristalizados. El oxígeno casi se le agotaba— ¿Estás...? Oh, Dios. Perdón, ¡PERDÓN! —entró en pánico al ver a Jungkook desaparecer despacio— No te vayas aún, no te vayas aún, no... Quiero salvarte, por favor. Kookie. ¡Perdóname, Jungkook...! —se arrepintió de sus hechos hasta el punto de sentir malos escalofríos por todo el cuerpo como si se encontrara en la antártica congelada. El apretón que le daba a los hombros de su amigo se tornaban más débiles que momentos atrás.  

—Eres tú... —musitó casi sin aliento, acariciando con sus pocas fuerzas la mejilla de Kim— Tú eres... Tú eres... —le miró a los ojos con imploración.

Taehyung comprendió.

Taehyung comprendió sus palabras de inicio a fin en su doliente ida aquella noche. Era él... Su deseo... Lo que Jungkook urgía era a él para intentar salvarse. Estaba claro. Ya lo estaba.

Entre sus gélidas sábanas se acurrucó a desvelarse en busca de respuestas más allá de lo posible, delirando plegarias y esperando al día en que volviera a ver al pelinegro. Estaba dispuesto a cumplir cualquier batalla que le urgiera para traerlo de vuelta a la vida.

A la vida con él.

post mortem • taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora