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Capítulo 12🌾 Día once: puedo verte

Estaba muy desconcertado ante el mundo frente a él. Ya todo comenzaba a pintarse superficial, algo muy trivial y vano. Luego de volver a encontrarse con su mejor amigo desde el más allá iniciaba a inquietarse sobre su moralidad y hasta de sus mismas virtudes. El mundo le empezaba a descubrir un sabor amargo al pensar en lo que se escondía de los ojos humanos, como un regusto muy cargante. ¿Qué sentido será el de la vida entonces? ¿Es que en realidad es concebible el sentido? ¿Los deseos eran la razón de vivir? ¿Era por ello que Jungkook ansiaba tanto su anhelo?

Fue a verle una tarde. No era muy típica, ya que un paciente más llegó a hospedarse en la habitación de Jungkook; en el hospital público había muchos pacientes achacosos e insuficientes salas. Se trataba de un castaño muy malherido, tal como Jungkook. No es que Taehyung fuese un cotilla, pero se rumoreaba de aquel tipo: Jung Hoseok, un adolescente suicida. Le hallaron agónico en su habitación con un cúmulo de artefactos funestos. Era lo único que sabía. Tampoco es como que tuviera más ganas de curiosear sobre sus antecedentes; estaba en esa habitación mordiéndose las uñas por una única razón que era Jeon Jungkook. No había día en que no le visitara, y tanto la madre como la ajetreada hermana de este le loaban su guarda. 

—Yo tampoco puedo dejar de mirarlo...

El doctor Yeun le había reprimido los estragos de su cabeza cuando le escuchó.

—¿Disculpe...? —bisbiseó ido, sentado en la silla junto a la camilla del pelinegro en coma.

—Jung Hoseok. Terminó en el mismo coma de Jungkook. Parece una epidemia... Algo mortal. Nunca me imaginé algo tan... —se había quedado falto de palabras, imaginando infiernos de dolor en su mente. Sacudió sus pensamientos y se frotó la frente saturado— Bueno... Fuera de esto: mi hija preguntó por tu amigo Jeon.

—¿Su...? —¿A caso le incumbía su hija? ¿O sus asuntos?

—No sé de dónde sacó la preocupación por tu amigo, pero Tzuyu es un caso. Siempre se entromete en mi trabajo —rió con diversión y a Taehyung solo le explotó la cabezota—. De todos modos, ella le manda muy buenas vibras a Jungkook. Y yo también —se acercó a revolver los cabellos del mudo Taehyung a modo de despedida y se retiró por la puerta.

—No puede ser... 

Tzuyu Yeun. Steve Yeun. Tenía sentido.

Taehyung acababa de conocer al padre de su novia.



Jungkook estaba de vuelta a la Zahúrda. Con la capucha puesta se topó con Hoseok, quien veía las coloridas flores con aprecio, acariciando sus pétalos. Sonrió al verle así y no se resistió a acompañarle.

—Hobi —le saludó.

—Oh. Jungkook —se mordió el labio sonriente. 

—¿Te gustan las flores de primavera?

—Me encantan un montón —inhaló con gusto—, igual que los tulipanes. O los girasoles.

—Ay. A mi también me gustan los girasoles. Siempre buscando los rayos del sol... —le miró a los simpáticos ojos y se rascó la nuca— Dime... ¿Supiste cuál es tu deseo? —cambió de tema.

Él tardó unos segundos en responder.

—Aún no. Es algo... 

—¿Complejo?

—Sí —coincidió—. Ni siquiera puedo conseguir una ínfima pista o rastro. Me frustra mucho ¿sabes? —agachados junto a las flores, Jungkook le soba la espalda con apego y le dedica una sonrisa comprensiva— Lo único que puedo recordar antes de terminar en este Limbo, fue una presión en el pecho. Horrorosa, no tienes idea. Se sentía como si algo te carcomiera por dentro. ¿Era culpa? ¿Depresión? ¿Ansiedad? Yo... no lo sé. Tal vez hice algo imperdonable en el mundo antes de morir...

—No, no, Hobi. No digas eso, por favor —le tomó de los hombros para enfrentar su ceño fruncido en congoja y le declaró—. Tú eres un tesoro de persona. No creerías, ni tú ni yo, que fueras culpable de algo garrafal. ¡Vamos!

—Pero Jungkook... No me conoces. Tú no me conoces, ni yo a ti.

Rayos. Eso era cierto. ¿Quién era Jungkook para justificar? Si hubiera estado vivo, hubiera percibido la presión desconsolada en su pecho por aquellas palabras, sin ofensa pero con veracidad. 

Jungkook solo asintió y quitó sus manos del muchacho.

—Quizás —un hilo de voz salió de los labios del pelinegro— tu deseo sea encontrar la paz. La paz luego de la tormenta... ¿no es así? 

Y sin más escondió su mollera en su oscura capucha, yendo lejos de la Zahúrda. Hoseok había terminado solo otra vez. Sin embargo, en su cabeza habían miles de fuegos artificiales centellando.

Paz... ¡Claro! gritó su mente. Mi deseo es ser perdonado. Volvió su mirada al punto donde el pelinegro se había perdido de su vista y suspiró. Gracias, Jungkook. Gracias...




Era una humana. Había una humana en los alrededores. Jungkook le calculaba unos catorce años, no más ni menos. Era una muchacha delgada sin ni una pinta de peligrosidad en sus intenciones. ¿Qué hacía allí? ¿Debería advertirle a Seokjin? Era su superior después de todo.

Intento rodear la zona por la que aquella chiquilla merodeaba para que no fuese notado. Estaba entrando en pánico, y más cuando le perdió de vista...

—¡Carajo...!

Salió de su escondite para fulminar sus cercanías, sin descubrir a la solitaria chica. Creía firmemente en que su mera existencia era una tragedia de mala suerte justo cuando trastabilló y cayó de espaldas al rocoso suelo.

—Puedo verte.

Ella le habló, estaba parada frente a Jungkook con una mirada imperturbable pero inocente. A Jungkook se le cortó la respiración y se sintió descomponer en miles de fragmentos cuando sus ojos se conectaron. ¿Podía verle...? ¿Estaba esto verdaderamente pasando?

Oh. Sin duda le diría al viejo. 

post mortem • taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora