Epílogo: Una semana después

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(Voz narrativa: Jimin)

(Voz narrativa: Jimin)

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Una semana. Solo había pasado una semana desde que mi hermano se había ido y las lágrimas, incesantes y traicioneras, no me habían permitido comer, dormir ni hacer otra cosa al margen de deambular por las calles y hoteles de Seúl con una pequeña maleta a cuestas y mi autodesprecio creciendo sin control en el profundo rencor que siempre me había tenido.

Me odiaba.

Ahora más que nunca lo hacía, con toda mi alma y con las pocas fuerzas que me quedaban, y no sabía cómo dejar de hacerlo. Tenía claro que yo era el verdadero enemigo a batir, el monstruo que lo había originado todo y que se había agazapado en un rincón mientras los demás pagaban por sus actos. Era aquel que había errado en cada paso, en cada decisión, y que no era capaz de aprender. Era el cobarde que tendría que haber muerto. Ese era yo.

Estaba más que claro que lo que tenía que hacer era dejar de lamentarme y liberar al mundo de una vez por todas de la escoria que me representaba. Y, sin embargo, no podía. Esta vez tenía un fuerte motivo para seguir en el mundo. Y a eso me agarré al contemplar mi asqueroso reflejo en el cristal de una pastelería cuando, al amanecer, abandoné mi séptimo hotel y me perdí por las calles aún medio dormidas, con una dirección apuntada en la mano y el corazón sacudiéndose como un loco.

Se lo debía a Yoon Gi. No podía dejarme morir porque se lo debía. Tenía que estar. Mi hermano se merecía eso y mucho más.

Se había expuesto ante todos para sacarme de la muerte y, cada paso que había dado, desde el principio, había estado cargado de un gran valor. Había sido capaz de aceptar la ayuda de Mei y se había enfrentado a sus demonios y a sus actos, a sus recuerdos. Había asumido el castigo que se le había impuesto con esa seguridad que tanto admiraba y también había aguantando el dolor que todo eso le había producido. Y sabía que había sido mucho.

Lo había comprobado con mis propios ojos, ocultos en la parte de atrás de la casa, cuando le había visto salir cubierto de sangre, rodeado de hombres armados y con las manos atadas a la espalda. Desde mi lamentable cobardía, sin hacer nada más que morderme la mano, me había quedado paralizado mientras le veía alejarse hacia el furgón que esperaba tras la verja, bañado en lágrimas y sin dejar de mirar ni un solo instante la ambulancia que se disponía a arrancar, como si anhelara deshacerse de todos los que le rodeaban y lanzarse en una carrera desesperada tras ella.

Hyung. Mi querido Hyung.

No podía soportar su pena ni la imagen de su rostro cabizbajo, derrotado, introduciéndose en el vehículo y por eso yo tenía que estar. Debía estar.

—¿Has visto que han cerrado el hospital general? —La rueda de la maleta se me atascó en el borde de la alcantarilla y me detuve en medio de la calle—. Es muy extraño que se hayan puesto de reformas y que uno tenga que ir a la afueras para pedir cita con un especialista.

DISOCIATIVO ² : Sociopático 《MYG》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora