Día Ocho: Tokyo

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"¡Le cortó la cabeza, tu la escondiste y volviste a hacer lo mismo al menos dos veces más!"

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"¡Le cortó la cabeza, tu la escondiste y volviste a hacer lo mismo al menos dos veces más!"

De ahí procedía la aparente diferenciación del Modus Operandi, claro. Jimin, con su intenso sentimiento de culpa y su ambivalencia, cumplía a la perfección con ese patrón sociopático que colocaba los cuerpos con cuidado y agrupaba las cabezas para que no estuvieran solas en la muerte. Mi error había sido basarme en la ausencia de signos de descuartizamiento para exculpar a Yoon Gi cuando en realidad eso había sido un hecho casual provocado por la intervención de su hermano. Por eso Pang Eo le llamaba chapucero. Por eso le despreciaba.

—Se está esforzando demasiado.

El investigador, sentado en la mesa anexa a la mía, en el improvisado despacho que la judicial había montado en una de las habitaciones vacías de infecciosos, cerró el dossier en el que acababa de terminar de asociar los huesos encontrados en el bosque con sus respectivas identidades y me observó con un ademán de lo más paternalista.

—Ahora que el señor Min Jimin ha firmado la confesión de encubrimiento, lo único que necesito es un anexo con un par de frases que aclare el Modus Operandi —me recordó—. Lo uniré al informe que ya me dio y asunto arreglado.

Levanté la cabeza del portátil y le devolví una mirada cansada. La idea me parecía estupenda pero la verdad era que ni eso tenía. Me había pasado más de media tarde meditando y repasando las notas desde el primer día que había visto a Yoon Gi, atado y con ese escaso espíritu de colaboración que tan a pecho me había tomado, y sin embargo no había sido capaz de escribir más de dos palabras seguidas. Me sentía demasiado inquieta.

—¿Qué es lo que va a pasar con Jimin? —formulé la pregunta en un hilo de voz y su cara de severidad me obligó a explicarme—. Solo me interesa porque su situación clínica me preocupa bastante.

—Se le acusa de la participación en al menos tres homicidios y de obstaculizar deliberadamente las investigaciones. —El forense parpadeó, como si la respuesta fuera de lo más obvia—. No me queda más remedio que procesarle.

Ya. Me lo imaginaba pero... Aquello estaba siendo muy duro.

—Tiene un riesgo demasiado elevado de suicidio como para someterse a algo así —me mordí el carrillo—. Le han tenido que subir otra vez la medicación y contener con correas.

—¿Qué es lo que ha hecho para hayan decidido atarle? —Su repentino interés me hizo arrepentirme al instante de habérselo dicho; confiaba en él pero también le creía capaz atentar contra mi compromiso de secreto profesional con tal de recopilar todos los datos posibles—. ¿Ha sucedido algo más?

Medité la respuesta unos segundos. "Algo" no era precisamente la mejor palabra para describirlo.

El incidente de los ascensores había empeorado abruptamente su depresión y le había envuelto en una melancolía tan profunda que movilizarle estaba siendo prácticamente imposible. Desde que lo habían subido a la planta, tras el reconocimiento médico para comprobar la ausencia de lesiones y el interrogatorio al que se le había sometido, se había sumido en un silencioso llanto que nadie, ni yo, había sido capaz de aliviar hasta que, a eso de las cuatro y media de la tarde y tras rechazar la comida, la merienda, los zumos y, en general, todos los alimentos que el personal le había ofrecido, había desaparecido de su habitación.

DISOCIATIVO ² : Sociopático 《MYG》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora