Día Siete: Quinta Exposición (Primera Parte)

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—Hace un tiempo le clavé un compás y un cúter en el cuello a un compañero del instituto por agredir a su novia y golpearme después a mí cuando intenté que se detuviera

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—Hace un tiempo le clavé un compás y un cúter en el cuello a un compañero del instituto por agredir a su novia y golpearme después a mí cuando intenté que se detuviera. —Mi voz, temblorosa, retumbó en medio del silencio de la habitación—. Recuerdo que en esa ocasión, como en tantas otras desde que la cabeza de Dae cayó a mis pies, sentí un increíble impulso de daño que no sé cómo logré controlar.

Yoon Gi, sentado en la cama tras el brinco que había dado ante mi repentina irrupción, me dirigió una mirada cargada de comprensión. Se había dado cuenta del estado en el que me encontraba y había eliminado la actitud de debate del día anterior, cosa que, sin duda, era de agradecer.

No había podido subir a la planta a buscar a Seok Jin, pese a ser consciente de la importancia de hacerlo, porque el eco de las palabras de Shun Shee me había dejado clavada ante el espejo cerca de dos horas en las que no había podido hacer otra cosa más que luchar contra un flashback que se había estado repitiendo sin cesar hasta que no había podido más y había decidido hablar con Yoon Gi. La verdad, siempre había confiado en no tener que hacerlo pero, llegados al punto en el que estábamos, no se me ocurría ninguna otra forma de controlar los síntomas ni de conseguir movilizarle de nuevo hacia mí. O quizás... Quizás solo lograra alejarle aún más y...

"No, él entenderá".

Eso esperaba.

—Tres días después, lo volví a ver a la salida de las clases. —Me esforcé por centrarme en la narración e ignorar los pitidos en los oídos y el eco sordo de la explosión de gas—. Llevaba un pañuelo anudado al cuello, supongo que para cubrir las heridas que yo le había hecho...

"En un inicio no le di importancia. Al fin y al cabo, no le había contado a nadie lo que había ocurrido y tenía entendido que su actitud hacia su novia había mejorado bastante, tal y como me había prometido que haría si me apiadaba de él y lo dejaba marchar. Sin embargo, la cosa empezó a descuadrarme cuando tomé la dirección de mi casa y me percaté de que caminaba detrás, a una distancia prudencial y sin mirarme especialmente. Al cruzar un semáforo, decidí acelerar y cambiar de rumbo, y me metí por la zona comercial haciendo zigzag. Él también lo hizo. No había duda; me estaba siguiendo.

Debí de haber corrido, llamar a mis padres o meterme en algún lugar concurrido y me habría ahorrado todo lo que siguió pero en ese momento no sentí miedo y, además, lo mío nunca ha sido huir. Por eso cometí la estupidez de detenerme y esperarle, frente a una empresa de cementos y ladrillos que ya estaba cerrada, sentada en el muro que separaba la calle de la zona de carga y descarga, con la idea de encararle y zanjar el asunto.

—¿Por qué me persigues? —pregunté, en cuanto apareció con las manos metidas en los bolsillos—. ¿Qué es lo que quieres?

—Vaya, vaya... —Su tono, amargo, retumbó en medio de la soledad del lugar—. La chica justiciera del compás que no le teme a nada, ¿verdad? —Se hurgó , en la bolsa del pantalón—. ¿Sabes que lo que me hiciste me ha costado cinco puntos en cada lado del cuello? —Torció la cabeza y contrajo los labios—. El médico me ha dicho esta mañana que me quedará una marca de por vida.

DISOCIATIVO ² : Sociopático 《MYG》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora