Existió hace tiempo, un reconocido escritor llamado Enrique García Velloso el cual estaba casado y tenía una hija adolescente de quince años.
A su puerta siempre llegaban pretendientes con el objetivo de esposarla, admirados por su belleza y buenos modales, pero ninguno pudo lograr su objetivo, ya que al poco tiempo de cumplir quince años, le diagnosticaron leucemia y sus familiares tuvieron que observar como de a poco ella se marchitaba lentamente.El día de su funeral, sus padres ordenaron que la vistieran con un vestido blanco y la enterraran en una tumba del mismo color, simbolizando la pureza de su primogénita.
Al entierro asistieron varias personas para dar sus condolencias a la familia; pero eso no era suficiente para calmar el dolor que sentía su entorno íntimo; un claro ejemplo, era la compañía que le brindaba su madre por las noches, llorando sobre la tumba de la joven hasta quedarse dormida.
Años más tarde, un grupo de amigos se encontraba en un bar bastante conocido en el centro de la ciudad, bebiendo, cantando al ritmo de la música y disfrutando el momento.
De repente uno de los muchachos, avisa al grupo que necesita ir al baño.
Al salir del tocador, no pudo encontrar a sus amigos y comenzó a recorrer el lugar con la mirada, hasta que sus ojos se posan en una joven que ingresaba en el bar.
Era muy hermosa, el vestido blanco era perfecto para hacer contraste con su cabello y ojos oscuros; tan delicada se veía la tela, como los finos rasgos de su rostro.
Sus miradas se encontraron y ambos comenzaron a caminar, acortando la distancia que los separaba.
Se dirigieron a la barra por algo de beber y comenzaron una plática entretenida con toques de humor, logrando que ella soltara alguna que otra risita y así fue como continuaron su madrugada.
El bar estaba por cerrar, por lo que decidieron retirarse; en el exterior, el cielo estaba obteniendo los primeros tintes de color que ofrece el amanecer en otoño y una brisa un poco gélida logró producir un escalofrío en la muchacha, por lo que su acompañante decidió prestarle su campera.
La joven se lo agradeció, prometiendole que la próxima vez que se encontraran, le devolvería el abrigo.
El muchacho le restó importancia y decidió acompañarla a su hogar, porque la realidad era que el mundo estaba lleno de peligros.Ella aceptó pero le comentó que en la esquina del cementerio se separarían, ya que ella no quería molestarlo más.
Fascinado con la belleza de su acompañante nocturna, al día siguiente el joven vuelve nuevamente a la esquina del cementerio con la esperanza de volver a encontrarla, pero no fue así.
Se retiró desanimado del lugar pero no se dio por vencido, durante días volvió al mismo sitio, en diferentes horarios con la intención de hablarle si la veía.
Pero una tarde, un tanto frustrado decidió preguntarle al guardia de seguridad del cementerio si la conocía.—Quizás usted logró verla por el vecindario, caminar junto alguna amiga o familiar, yo he venido durante días y no logro saber de ella. —pidió desesperado dando descripciones de la chica.
El guardia observó con pena al muchacho, pues no era el primero en contar un relato como aquel. Así que ambos se adentraron al cementerio hacia una tumba blanca en particular.
Para sorpresa del muchacho, su campera estaba a un lado del mármol inmaculado.
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La leyenda es muy popular en las tierras argentinas.
Puede tener variantes según el sitio y la persona que lo cuente.
Según otras versiones, esta leyenda se titula "La mancha de café".
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Leyendas urbanas de Argentina.
Gizem / GerilimArgentina es un país que esconde muchos lugares, secretos y personajes. Es tan diversa que hay muchas historias que todavía no se conocen públicamente, pero que resultan ser tan aterradoras que es mejor no saber de ellas.