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(...)
—¿Y BIEN?—Pregunto Ann hacia el castaño quien miraba la pantalla con los datos de Rose.
—¿Lo conoces?—Cuestiono Rachel, mirando al mayor, después de todo tenía curiosidad porque Ann y Jason reaccionaron así.
—Algo así, unos viejos asuntos con los viejos Titans.—Dijo sin más, casi sin darle importancia, cosa que molesto a la pelinegra y al castaño.
—Aqui dice que se sometió a experimentos cuando estaba en el ejército, los cuales le dieron habilidades.—Leyó Gar la información que proporciono la computadora.
—Me suena de algo.—Dijo la pelinegra con ironía y molestia.
—Bien, basta. Yo me encargo.
Aclaro Dick, Ann iba a contradecirlo pero una alerta de seguridad en la entrada hizo que no lo hiciera.
—¿Cambiaste la contraseña?—Pregunto Donna mirando a la cámara de seguridad.
—Llegaron.—Musitó Rachel emocionada, todos salieron de la sala de computación, a excepción de Ann quien se quedó unos segundos viendo a la pantalla.
—Esto es un plan tuyo, podrás hacer ver a Dick como un imbécil pero a mí no, por Jericho yo te matare.—Juro mientras miraba la fotografía de el ex militar para después volverse con los demás.
Muy poco le duro el gusto pues en cuanto los viejos Titans entraron, Dick mando a los pequeños a sus habitaciones. Cosa que molesto aún más a Jason, puesto que los estaban excluyendo de algo que, para él, podría ser una misión que no haría tan miserable su estadía en la torre.
En la práctica Ann estuvo ausente para investigar más sobre Rose y Slade, pero no encontró nada que no supiera ya. Suspiro y cerró su laptop para después tomar su cara con amas manos en señal de frustración. Eso hasta que recibió una llamada de un número desconocido.
—911, ¿Cuál es su emergencia?—Bromeó para que hacer que la persona de el otro lado de la línea colgará.
—¿El número de la policía? estoy seguro que marqué el número correcto.—Menciono una voz masculina de el otro lado de la línea, haciendo flaquear a la pelinegra.
—¿Tú?—Cuestiono en un susurro.
—Te dije que te estábamos buscando, Te dije que te encontraríamos.—Dijo, casi como si su voz fuese alguna especie de robot.
Ann cerró sus ojos y volvio a suspirar.
—Oye uno o como sea que te digas llamar.—Habló Ann, tratando de calmarse.—Ella te tiene a ti y posiblemente a más, a mí ya no me necesita.
