Era difícil hablar de opciones cuando realmente no tuvo muchas. La mayor contada historia del mundo, esa era la suya. Un huérfano que aprendió a sobrevivir en cualquier ambiente aunque no fuera el idóneo, aunque al final crecer fue su única salida. Un golpe de suerte, un poco de buena voluntad fue todo lo que necesitó para salir de donde estaba y saber por qué la familia parecía tan importante. Le ponía sus propios matices a las confesiones, era todavía algo cruento explicar sinceramente que un anciano se apiadó de él para sacarlo de la calle y darle una casa y un futuro que quizá no habría podido construirse solo. Intentaba no meterse en problemas, obedecer y ser alguien respetable para de alguna manera retribuir lo brindado. Y porque realmente nadie nunca le había dicho que estaba orgulloso de él y se volvió una especie de vicio secreto, las palmadas en la espalda, los besos en la frente, las cenas en la mesa, el agua caliente en invierno. El pasado estaba bien atrás, pensaba, hecho para pisarse y evitarse cuando fue tan lodoso como el suyo así que realmente no hablaba mucho de ello. Pero ¿Qué sobrevivió a su nueva vida y le seguía hasta allí, a esa radiante y hogareña rutina?
No qué.
Quién.
Esos ojos violeta, la sonrisa abierta, maligna y monárquica mientras estiraba el cinturón y le hacía escuchar el duro cuero, sin perder el contacto visual, amenazando. Se lamió los labios, demasiado secos para recién haberse bebido esas cervezas. Los colores comenzaron a mutar a medida que se dejaba caer de rodillas, sintiendo la suave alfombra. El calor le marcaba carriles de sudor en la espalda y se preguntaba cuál gota caería primero, por qué aquella que rozaba su coxis parecía querer hacer un charquito, en la hendidura y la unión de sus huesos. Lo vio volver a estirar el cinturón y apuntarse con un dedo a los muslos. Tragó saliva, comenzando a gatear hacia él.
-Bajaste tu promedio- sentenció cuando estuvo casi frente a él y Zenitsu sintió sus hombros tensarse hasta casi agarratorse y no dejarle seguir avanzando. Sería peor, se obligó a impulsarse con las rodillas, seguir caminando, viéndolo como si fuera a romper a llorar en cualquier momento. Se sentía tan expuesto, completamente desnudo, mirando al frente, sintiendo las miradas también de las mujeres que estaban sentadas en los sillones alrededor de ese taburete, con sus brazos de estatuas cruzados y los labios apretados, reprobándolo- no bajes la vista- ordenó y por más que quería simplemente levantarse y salir corriendo...
-Lo lamento mucho-
-Oh, no, niño- su voz salió mucho más autoritaria, enfadado- todavía no lamentas nada-
-Vamos, no creo que sea para tanto- Suma relajó su rostro al verlo tan avergonzado, con la amenaza del llanto en cualquier segundo- No es como que haya reprobado-
-Si vuelves a interrumpirme la siguiente en sentarse aquí serás tú- la mujer volvió a guardar silencio- si dejamos que baje su promedio sin un castigo se le hará fácil después reprobar y abandonar la escuela y ninguno de mis tesoros va a ser alguien sin esperanzas- Zenitsu por fin se detuvo frente a él, sentado sobre sus talones, mirando esos ojos violeta, el cabello platino sujeto en una coleta y su camisa blanca arremangada. En un movimiento lo tomó po el brazo y lo dobló en su regazo, con un brazo en su cuello para que no levantara el rostro y el otro sujetando el cinturón- ¿Cuántos errores tuviste en el examen que te hizo bajar de promedio?-
-Eso es injusto, la vez pasada fue por décimas- protestó. Como toda respuesta, el frío peso del cuero en sus nalgas desnudas cortando el aire le regresaron las palabras e hizo a las mujeres dar un respingo en sus asientos.
-No te atrevas a cuestionarme- otro azote y el chico se mordió los labios para no llorar-¿Cuántos?-
-Trece-
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Velvet Mouth
FanfictionMuichirou es un joven miembro de una de las mafias locales del barrio donde Tanjirou trabaja en una cafetería a medio tiempo para ayudar en su economía familiar. Aunque accede salir con él, las cosas que va descubriendo le ponen las alarmas a punto...