Azúcar en los labios

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-Papá ¿Quién es ese niño?- Rokuta le susurró, jalándolo del pantalón.De los labios de Muichirou no salían más que una  e muy alargada y chillona. Escuchó al hombre reír suavemente y su primer instinto fue salir corriendo de vuelta al interior de la casa, sintiendo el calor de su rostro contrastar con el frío en sus manos. Abrió la puerta y camino a las escaleras, encontró a Tanjirou bajándolas, mirándolo con duda. Muichirou se abrazó a su cintura, escondiendo su rostro. El muchacho quiso preguntarle qué ocurría, pero al escuchar las pisadas y las risas de sus hermanos, sólo le quedó tragar saliva y esperar.

-Hola, mamá, Hanako- movió la mano en forma de saludo, sintiendo a Muichirou pasar de su cintura a su espalda, clavándole la nariz en la columna casi como queriendo fundirse contra él para desaparecer- ¿Cómo les fue?- 

-Bien, cariño- la mujer se rió de una forma muy suave, viendo ese par de piecitos con las uñas pintadas frotarse contra las pantorrillas de su hijo mayor con nerviosismo- ¿Pueden ayudar a tu papá con los insumos que sobraron? No es mucho, afortunadamente- 

-Shigeru y Takeo ya se están ocupando de eso- Tanjiro dejó salir un gritito de dolor cuando Muichirou le clavó las uñas en los brazos al escuchar a Tanjuro- Rokuta quiere saber si tu novio le compartiría una rebanada de pizza, dice que huele deliciosa- 

-¿Mui?- Tanjirou elevó su brazo, intentando hacer que el otro lo soltara-¿No vas a saludar a mi familia?-

-Prefiero aventarme por la ventana, si no te molesta- Tanjirou volteó hacia su padre, que en su rostro no había más que una sonrisa calmada y ese perenne cansancio.

-Está bien, Mui- el hombre se acercó , acariciando sus cabellos negros tras el brazo de su hijo- no voy a regañarte ni algo así- el muchacho apenas sacó medio rostro de la espalda de su novio, con duda. Pestañeó, y miró al pie de las escaleras, al pequeño niño mirando apenas a través del cartón de la pizza, olisqueando. Inhaló, exhaló y se soltó por fin. Atrapó un mechón de cabello entre sus labios, chupando, con la cabeza hacia el suelo.

-Creo que ya sabe quién soy- estiró la mano, sin levantar la mirada todavía- mucho gusto, perdón por entrar a su casa sin permiso-

-Eres bienvenido cuando lo desees- Tanjuro le extendió la mano, estrechándola-¿Estaban por cenar? Tu madre y Nezuko estaban por preparar algo, también-

-Pedí demasiada pizza para los dos- Muichirou miró directamente al niño que seguía con la cara metida en el cartón- La vas a tirar si la sigues sosteniendo así- se acercó a él, ayudándole a sostener la pizza- ven, vamos por un plato ¿Te gusta la soda de melón? Creo que tu papá también la recibió¿Verdad?- volteó a verlos, el hombre le mostró la botella y Muichirou se rió sinceramente al ver la cara brillante del niño- ¿Cómo te llamas?-

-Rokuta- dijo tímidamente, aceptando la mano de Mui, quien se arrodilló a su altura.

-Es un lindo nombre- le sonrió tras estrecharle la mano, acariciando su cabello para llevarlo hacia el comedor. Tanjirou miró a su padre y ambos se encogieron de hombros, siguiéndolos.

Adorable.Si sólo pudiera usar una palabra, sin duda sería esa. Muichirou era adorable, con sus mejillas llenas de salsa, con su hermano más pequeño embelesado viéndolo armar figuritas de origami con las servilletas, una mariposa para Nezuko, una flor para Shigeru. Reírse sinceramente, mucho más relajado al escuchar a su madre contarle las historias de su infancia, los tropiezos de sus primeros pasos y los besos en las rodillas, los juegos y los secretos que le hacían ocultar el rostro tras la mano, más risas que eran la llave para liberarlo. Sus ojos menta brillando cuando Rokuta se paró de puntitas a su lado para pedirle que le enseñara a hacer esas figuras, Hanako a su espalda, pasándole discretamente los dedos por ese mar de cabello de galaxias, pidiéndole trenzarlo. La mirada lo delataría, pensaba Tanjuro viendo a su hijo, ese gesto tan símil al suyo al ver a Kie, suspendido entre la paz de tenerlo todo y las ansias del incendio que da amar a un cuerpo, de desear la vida que contiene. Por supuesto que quería saber más cosas del muchacho que tenía así de encantado a su hijo, pero confiaba en él profundamente. Ya tendría tiempo de preguntarle por  sus padres, por su familia, por qué su brazo parecía tatuado. El resto de sus hijos parecían igual de embelesados que Tanjirou ante el muchacho y decidió que podía dejar a los niños jugar un poco más, acariciando la mano de Kie bajo la mesa, sonriéndole en una complicidad de la memoria, en esa telepatía. Ambos miraron a sus hijos y a su invitado correr hacia el patio, a sus hijas corriendo hacia ellos con hojas de colores para seguir haciendo figuras, a voz en cuello proponiendo juegos entre risas. Ellos estaban cansados del trabajo y del viaje, pero sus niños necesitaban esa convivencia.Tanjuro puso el agua para el té, besando la frente de su esposa.

Muichirou sintió su celular vibrando y le tendió la hoja de papel a Tanjirou, alejándose a la otra esquina del patio para contestar.

-Hola, Nemi- ni siquiera terminó de decirlo y su sonrisa ya se había desvanecido, apenas distinguiendo entre los gritos y los disparos del fondo las palabras de Sanemi dictándole una dirección y después colgar la llamada. Casi tira el teléfono, girándose hacia la casa, corriendo a la par de Tanjirou que en ningún momento dejó de verlo hacia su habitación, buscando su mochila, abriéndola para buscar su arma. Tanjirou se quedó en la puerta al verlo cortar cartucho con gesto preocupado, teclear mientras maldecía por haber dejado su auto, por haber elegido ese calzado con el que no podía correr, gritar frustrado al ver que su taxi tardaría más de dos minutos en llegar, jalarse el cabello. Tanjirou abrió la boca, dispuesto a preguntarle, pero Muichirou lo tomó por el mentón, dándole un beso rápido mientras abría la puerta - por favor, discúlpame con tus hermanos y tus hermanas y tus padres pero debo irme ahora mismo. Te amo- Tanjirou lo sujetó del brazo antes que echara a correr. 

¿Qué quería decirle, qué podía decirle? El menta parecía veneno así de brilloso, de afilado advirtiéndole de toda la marea que estaba ebullendo en su interior , la urgencia de algo que no entendía y en lo cual no podría ayudarle. Minutos antes eran una estampa de una vida perfecta, la saliva le cayó al estómago como arena en una clepsidra y ante ello el recordatorio y no el espejismo. Bajo el disfraz, bajo la suavidad de rosa estaba el hecho de que Muichirou no tenía espacios seguros, nunca lo había notado hasta ese momento pero estaba seguro que nunca estuvo desarmado a su lado. Su gotita de flores, su minuto antes de la mañana seguía siendo el filo en el cuello y el amargo punto final de muchas historias que nunca iban a contarse. Estaba amando un cuerpo y la vida que contenía, pero la historia que iba tras él, que le envolvía a veces le cubría de aceites que le quemaban al tacto, que le daban ganas de alejarse gritando de él.

 Las mejillas todavía sucias de salsa, los dedos manchados del color de las hojas de papel, el azúcar en los labios. Cerró los ojos antes de soltarlo, sabiendo que estaba saltando hacia el abismo al hacerlo.

-Escríbeme cuando estés a salvo-

Velvet MouthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora