Las olas que se rompen

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Tenía una intuición de lo muy lejos que podía llegar la asociación a la cual pertenecía Muichirou. Si juntaba todos los relatos que alguna vez escuchó, todo lo vivido, podía más a menos intuir, pero nada era equiparable a sentirlo de primera mano. El Patrón ( ya podía llamarlo así) le dijo que parecía una persona de palabra y así, sólo con eso le dio la bienvenida. Le dijo en un susurro a Iguro a qué lugar debía llevarlo y el hombre enseguida se deshizo en reverencias, asintiendo. Hizo el viaje en silencio, haciéndolo sentir más que incómodo, mucho más cuando pararon en una casa y le dijo que bajaran pero que agachara la cabeza para que nadie lo viera. De alguna manera supo que era su casa, pero los nervios vencieron a la curiosidad y permaneció en silencio y con la mirada fija al suelo, sólo levantando la cara cuando se lo pedía ,queriendo aguantar las ganas de preguntarle por qué lo estaba fotografiando. 

-¿Te estás arrepintiendo?- estaban en la sala, Iguro tecleaba sin mirarlo en su computadora- todavía tienes un poco de tiempo si quieres hacerlo-

-Después de la forma en que me escapé de casa, estoy más que seguro que regresar ya no es una opción- suspiró, volteando para encontrar el terrario de la serpiente que a veces le veía enroscada. Parecía dormida- mis padres son personas comprensivas, siempre he tenido buena comunicación con ellos pero tampoco son tan permisivos como para tolerarme mis últimos comportamientos y sinceramente les entiendo-

-Me parece una estupidez sinceramente, que estés prefiriendo a un mocoso a quien no tienes ni siquiera suficiente tiempo conociendo por encima de una buena familia. No es que me importes tú, me importa que no vayas a estropearlo todo más adelante cuando se te enfríen las hormonas y reflexiones-

-Me ofende bastante que me consideres igual a ti, Iguro- por fin levantó la mirada, para fijarla en el hombre que no dejaba de teclear.

-Oh, estás tomando un poco de valor ¿No? Qué rápido se engríen los mocosos hoy en día- sonrió de lado, levantándose para encender la impresora y buscar la cajetilla de cigarros, ofreciéndole uno. Tanjirou lo miró con duda, pero lo aceptó- tu pasaporte tiene un nombre falso, como debes imaginarte, no creo que sea necesario cambiarte el color de cabello, tus padres todavía no han puesto la alerta de desaparecido para ti, suele tardar un par de días para que la emitan de cualquier manera- le extendió el encendedor y Tanjirou sentía sus dedos temblarle mientras intentaba encenderlo- ese es el filtro, idiota- se carcajeó, arrebatándole ambas cosas de las manos- tenemos dos horas antes de que vayas al aeropuerto ¿Ya desayunaste?- le hizo una seña con la cabeza para que lo siguiera a la cocina, se quedó de pie en la entrada, viéndolo abrir el refrigerador- ¿Te gusta el soba frío? No tengo mucho más y me da pereza cocinar- le ofreció una lata de cerveza y Tanjirou volvió a sentirse incómodo- o quizá quieras un poco de leche chocolatada y panqueques con forma de oso - esa sonrisa ladeada deformaba más su rostro, remarcando más sus heridas. Se guardó los comentarios ácidos que nunca pensó pudiera sentir en su lengua, abriendo la lata y bebiendo. 

-Está bien lo que sea, gracias- Iguro resopló divertido, sacando dos porciones de comida y sirviéndolas en dos platos. Se sentaron juntos- ¿Es verdad lo que me dijiste?- El hombre no volteó a verlo, más atento a su desayuno que por la hora más era conveniente llamarlo comida- Que Mui apenas va a cumplir trece-

-Si no me crees se lo puedes preguntar tú mismo cuando vayas a verlo, no me estés molestando- susurró entre dientes, desinteresado. Tanjirou volvió a bajar la mirada- no pongas esa cara, tú mismo lo dijiste, tarde o temprano iba a pasar, están saliendo. Pero si quieres un consejo de sobrevivencia, no dejes que Sanemi se entere. Yui es más comprensivo, además con qué cara podría reclamar algo si él es una perra de primera, pero Sanemi no va a dudar en cortarte las bolas si se entera- 

-No creo que puedas hablar así de él, tú eres demasiado mayor - murmuró, dejando que el bocado le cayera mezclado con la cerveza.

-Himejima es mayor que yo y también se lo ha tirado. Todos al menos una vez lo hemos hecho con él, menos Sanemi. Es la forma en la que es, Kamado, no intentes entenderlo con la forma en que has sido educado, no todos tenemos el mismo estilo de vida que tú y no por eso tienes una superioridad moral sobre los demás ¿Entiendes? Si Yuichirou quiere jugar a ser un adulto y ser la puta de todos ¿Qué vas a hacer tú al respecto? Estás haciendo exactamente lo mismo con su hermano-

-No sabía que era tan menor. Además yo no lo trato como un pedazo de carne, jamás podría expresarme de esa manera de él ¿Tú quién te piensas que eres? ¿Crees que porque te tocó una vida horrible tienes derecho a pasar por encima de quien sea? No puedes ser tan cruel con quienes se supone llamas compañeros-

-Siempre es más fácil hablar cuando estás del otro lado, niño, ven a hablarme cuando lleves más de un año metido en esto a ver qué tan santo sigues siendo- Tanjirou se limpió los labios, dejando de lado el plato ya vacío- ¿Quieres ir a dar una vuelta antes de que nos vayamos? Puede que necesites algo de ropa y no creo que quieras ir a tu casa-

-No tengo dinero, además no creo que sea necesario-

-No digas tonterías- volvió a hacerle un gesto con la cabeza para que lo siguiera. No le quedó más que hacerlo, sintiendo la espuma de la cerveza todavía en los labios. 

El tiempo se le fue más rápido de lo que pensó, dejando que Iguro eligiera por él la ropa y otras cosas , entre ellas una maleta. Todo estaba pasando tan deprisa como era necesario para que no se acobardara. Estaba temblando cuando Iguro lo dejó en el aeropuerto, sin siquiera un agitar de manos. Le temblaba hasta el último de sus cabellos cuando le dio el pasaporte falso a la persona y supo que estaba sudando tanto que era evidente que estaba mintiendo. Vio a un personal de seguridad acercarse, pero volver a su sitio cuando la persona notó ese discreto motivo de glicinas en la orilla del papel. Le dejó pasar sin decir nada y Tanjirou avanzó, más avergonzado que nunca. No hubo marcha atrás cuando puso el primer pie en el avión. Oficialmente y ante todos los ojos, despreciando todas las razones, se había vuelto un criminal. 



Velvet MouthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora