Goma de mascar

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Tamborileaba los dedos al ritmo de la canción en el filo de la ventana, mirando el panorama mientras la ceniza del cigarro se perdía en el aire. Al poner el cigarro de vuelta en sus labios notó la sangre salpicada en su rostro, pasándose el dorso de la camisa para limpiarse, sin dejar de tararear la canción.

-No pensé que escucharas esta clase de música- 

-Mi hermanito la tiene todo el día, era imposible que no se me pegara- sonrió con entusiasmo mientras le subía un poco más- hablando de eso ¿Tienes un par de horas? Necesito que paremos en casa para ir a visitar a mi padre y a Senjuro, hace un par de semanas que no los veo-

-Claro, Sanemi está todavía con Mui y Yui, creo que van a llegar hasta mañana y no me gusta quedarme solo en casa-

-Debes estar ya muy acostumbrado al ruido ¿No es cierto? ¿Cuánto tiempo llevas viviendo con ellos?-

-En un mes serán dos años- dejó que el humo se fuera por la ventana abierta del auto- y en dos meses más cumpliré la mayoría de edad así que voy a pedirle al Patrón y a Sanemi, obviamente, la mano de Mui ¿No será muy anticuado?-

- Eres un caballero, Kamado, para nada me parece anticuado- el hombre le palmeó el hombro con orgullo- nunca te lo he preguntado porque realmente no solemos estar los dos solos pero ¿Has visitado a tu familia?-

-Les envío dinero todas las semanas pero prefiero esperar hasta ser mayor de edad para poder visitarlos- Kyojuro asintió en silencio, repitiendo la canción- quizá los invite a mi boda, sería algo...-

-¿Extravagante? Nunca como  fue la de los Uzui- ambos se rieron con ganas- que hubiera cuatro ramos fue una fortuna o Mitsuri y tú se hubieran peleado por él-

-Por supuesto que no, de todas formas ya tenía planeado pedir la mano de Mui, él lo sabe. Lo que sí fue una sorpresa fue que para ese momento Mitsuri ya estuviera esperando a su bebé- suspiró, apagando el cigarrillo y encendiendo otro-¿Crees que Iguro y ella se retiren de la mafia cuando nazca?-

-A estas alturas ya debes comprender cómo funcionan las cosas, muchacho- 

-Sí, lo siento- cerró los ojos, reclinándose en el asiento. Miró su celular, el mensaje que acababa de recibir haciéndole sonreír al anunciar que Mui había terminado antes, ofreciéndose a pasar por él.

-Llegamos-  Tanjirou bajó del auto, mirando la bonita casa. Antes que Kyojuro encontrara las llaves, la puerta se abrió.

-¡Hermano!- una bolita de amarillo y blanco se abalanzó sobre el hombre, rodeando su cuerpo con brazos y piernas-¡No pensé que fueras venir hoy!- se echó a reír por los besos en la frente y las mejillas.

-Era una sorpresa- su mirada era igual a la de Kyojuro, oro con fuego en una espiral amielada, pero la forma era mucho más dulce y suave, en general su rostro era más delicado, inocente y redondeado. El cabello recogido en una coleta le permitía notar mejor la forma curiosa en la que le veía.

-¿Es un amigo del trabajo, hermano?- se abrazó más a su cuello, encogiendo los hombros para cubrirse el rostro, tímido.

-Sí, no debes preocuparte-

-No me preocupo, sé que tú nunca traerías a nadie malo a casa, pero sabes que nuestro padre se va a enfadar-

-Pensé que no estaría, pero no importa ¿Quieres ir a comer con nosotros?- 

-¡Me encantaría!- sus ojos resplandecían mientras lo abrazaba más fuerte, riéndose cuando Kyojuro le comenzó a hacer cosquillas sin bajarlo, inclinándolo. Tanjirou sonrió con nostalgia ante la imagen. No había día en que no extrañara a su familia. 

La comida fue mucho más agradable de lo que pensó, a pesar del marcado tono familiar y la plática obligada entre hermanos, Tanjirou no se sintió fuera de lugar en ningún momento. Era algo dolorosamente melancólico ver lo bien que se llevaban ellos dos, a pesar de saber que el padre nunca perdonó a Kyojuro por  haberse unido a la mafia para cubrir una deuda que él mismo adquirió debido a su problema con el alcohol y las apuestas. El hermano menor de Kyojuro era sin duda adorable, preguntando y escuchando con atención todo, integrando por supuesto a Tanjirou pero sin ser invasivo, las preguntas más cordiales  hechas con el tono más dulce y amable que había escuchado. Casi se sintió tentado a pedirle a su compañero que se tomaran un poco más de tiempo para terminar el postre. Volvieron a la casa de la familia Rengoku, Senjuro ya con la suficiente confianza de tomar también la mano de Tanjirou mientras caminaban. Aunque le había dicho que tenía diecisiete años, se comportaba como un niño. No de una manera caprichosa y altanera, más bien inocente, tímido pero confiado tras el trato. Le recordaba a sus propios hermanos. Miró en su celular el mensaje de Mui avisándole que estaba por llegar por él. Suspiró, despidiéndose de los hermanos, agradeciendo. Se recargó contra la puerta, mirando a la calle vacía sin signos del auto de su novio. Buscó sus cigarrillos, preguntándose si fue Yui o Mui el que le enseñó a fumar, pero seguro que eso no tenía ninguna importancia. No después de tanto tiempo, dejó que el humo se marchara en una cortina por la tarde. La puerta se volvió a abrir, Senjuro saliendo, mirando a ambos lados antes de acercarse a él, con esa sonrisa de goma de mascar, dulce y sonrosada.

-¿Todavía no llegan por ti?- Tanjirou negó con la cabeza, sonriendo por reflejo, a punto de preguntar por qué el interés. Sin poder predecir de ninguna manera que el chiquillo se pondría en puntas de pie para alcanzar sus labios. La sorpresa no le dejó más que echar la cabeza hacia atrás, mientras Senjuro deslizaba sus dedos hasta su cigarrillo, quitándoselo, dándole una larga calada y después una sonrisa- ven a visitarme cuando quieras, Tanjirou. No necesitas venir con mi hermano- le guiñó un ojo antes de apagar el cigarro contra la suela de su zapato y entrar de vuelta a su casa. 

Velvet MouthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora