𝐌𝐚𝐟𝐢𝐚 𝐥𝐨𝐯𝐞

12-Huida de los Marinos

Abrió sus ojos con dificultad y peor con el rayo de sol que invadía por toda la habitación llegando a su rostro, parpadeo constantemente tratando de poder enfocar bien su visión borrosa, cuando pudo enfocar bien miro por todos lados confundido, no era su casa, ¿Dónde carajos estaba?, quiso levantarse para observar mejor el lugar pero un fuerte dolor en su estómago fue lo que hizo detenerse sacando un quejido de dolor tocando su parte adolorida

—Auch, ¿Qué mierda?—Murmuro bajando la mirada, para su sorpresa tenía en su mano un tubo delgado pasar un líquido transparente, confundido arranca el tubo de su mano levantándose de la cama apoyándose en las paredes para caminar, tenía que mirar su cuerpo más de cerca para saber qué era lo que le sucedía, fue al tocador y con dolor se levanta un poco la playera observando unas heridas que estaban cocidas, con susto se cubrió la boca, ahora recordaba que sucedió, por su desesperación se enterró con las partes filosas del florero que rompió para acabar con su vida de una vez por todas, pero al parecer le dieron una segunda oportunidad para sobrevivir. Escucho la puerta abrirse percatándolo girando su cabeza viendo a una mujer con una bandeja que contenía vitaminas y un trapo húmedo, la mujer miro al adolescente que estaba asustado, aunque ella fue quien se asustó de ver al joven parado

— ¡Dios mío!, vuelve a la cama joven, te levantaste muy pronto—Corrió hasta llegar con chile dejando la bandeja en una de las mesas de la habitación, Chile no comprendía nada sintiendo las manos cálidas de la mujer dirigiéndolo a la cama una vez más, fue acostado cubriéndolo con la manta, incluso le acomodo la almohada, esto era bastante raro

—En seguida le traigo su comida, por favor no se mueva—Hablo la mujer retirándose de la habitación, Chile que estaba procesando todo el desarrollo de ese escenario solo se queda callado, ¿Qué paso cuando estaba desmayado?, volteo su cabeza mirando la enorme y adornada habitación, admite que este lugar es bellísimo, aunque eso no lo pondría feliz, extrañaba a su padre, hermana y a sus amigos, tenía mucho miedo de este lugar desconocido y lo que se iba a presentar en el futuro; una lagrima salió de su ojo, con enojo gruño borrándola pero cada que borraba ambos ojos se cristalizaban sacando lágrimas, maldijo llorando aun cubriéndose con sus ambos brazos. Corea caminaba directo a la habitación del chileno sin duda alguna, cuando estaba a punto de abrir la puerta, escucha los sollozos del joven deteniéndose en entrar a la habitación, ¿Por qué carajos llora?, no vale ni la más mínima oportunidad de llorar, chasqueo su lengua retirándose del pasillo ignorando el llanto del joven, dio un vistazo a la mujer que corría apresurada con comida en la mano dirigiéndose en la habitación, una vez ignora viendo a la mujer que le esperaba un poco asustada y rígida

—Amo, su hermano le vino a visitar y le está esperando en la sala—Menciono de un escupitajo, el norcoreano abrió los ojos apretando su puño con enfado, fueron años desde que su hermanito le visitaba y no era para una reunión emotiva de dos hermanos que se extrañaban, si no que era por algo que sería de muy mal gusto; paso de largo Corea yendo en donde estaba su hermano albino esperándole, muchos de sus hombres vigilaban por dentro y a fuera del cuarto por si no hacía algo raro el recién llegado, algunos de sus hombres miraban a los guardias del surcoreano aguantándose en no arrojarse a ellos y golpearlos. Corea abrió las enormes puertas viendo primero a su hermano sentado bebiendo una pequeña taza de té, por el fuerte olor de la bebida sabía que era de membrillo, el surcoreano ve al llegado mirarle afiladamente

—Hyeong que fea expresión tienes, si sigues con eso nunca serás bonito, bueno, dudo que lo seas jajaja—Dio un sorbo de té con esa sonrisa apenas distinguida por el norcoreano, cerró las puertas detrás de él caminando un poco estando en una distancia lejana de su hermano

—Dime que quieres para que te largues y pueda mandar a alguien a tirar ese sofá y quemarlo—El surcoreano miro a su hermano con una ceja levantada, era un hombre con el corazón de piedra, dejo de beber la taza poniéndolo en la mesita de cristal