Un cumpleaños de muerte [INTERACTIVA] ✔️

Capítulo 7.

Tal y como te había prometido el chico de la agencia de viajes el clima en la isla es bastante cálido incluso por la noche. Una calidez que, sin embargo, se ve eclipsada por la frialdad con la que la isla te recibe.

No hay nadie.

Ni un alma.

—Pero, ¿dónde está todo el mundo? —Se queja Evan girando sobre sus talones para hacer un barrido con la mirada.

—Estoy segura de que han preparado una fiesta sorpresa y están todos escondidos —responde Isabella, alborotando los largos y rubios cabellos de Evan.

Ahora que aquella teoría se había consolidado como la más lógica, los ánimos del grupo vuelven a levantarse y las bromas y el buen humor no tardan en llegar. Tu cara cambia a una expresión más relajada, y una sonrisa aparece en tu rostro cuando divisas a Stephan en la distancia.

—¡Eh! Te habías dejado esto en el avión —Te apresuras a decir en cuanto estás cerca de él y seguidamente le haces entrega del aparato.

—Gracias, no me había dado cuenta, ahora sé que eres alguien legal. Puedes contar conmigo para lo que necesites —comenta en tono amistoso mientras se guarda la linterna —. Lo que sea —añade, observándote ahora con una mirada penetrante que te hace sentir incómodo. No sabes si iba con dobles intenciones, pero prefieres no pensar en ello.

—Vale, gracias —respondes sin saber muy bien qué decir y aprovechas los gritos de júbilo de Jasper para alejarte e ir corriendo hacia tu grupo de amigos.

—Hay alcohol como para un año —Celebra Jasper con una botella de vodka en la mano, zarandeándola delante de tu cara.

—Contigo aquí solo nos dará para un par de días —puntualiza Isabella, arrancándoles una carcajada a todos menos a Jasper.

—Chicos, estamos en la jodida Party Island, ¡que empiece la fiesta! —grita Stacy, la chica super sexy del grupo que a su corta edad cuenta ya con una larga lista de amantes a su espalda. Vendría a ser la versión femenina de Evan, y quizás por eso se llevan tan bien.

En cuanto Stacy pone la música, que casualmente es tu canción favorita, comienza el tráfico de alcohol y aperitivos. No sabes quién te la ha servido, pero una copa acaba en tus manos, y sin importarte siquiera qué contiene le das un largo trago y te sumas a tus amigos, que están bailando sobre una mesa. Cuando te subes se tambalea ligeramente, pero a nadie parece importarle la posibilidad de que pueda venirse abajo de un momento a otro.

Las horas pasan y nadie aparece para darles la bienvenida a la isla. Si estuvieran sobrios les habría preocupado que el lugar pareciera un cementerio, pero a estas alturas de la noche y con tanta cantidad de alcohol en las venas eso es lo menos en lo que piensan. Fiesta, alcohol y baile. Lo demás es secundario.

—Ahora vengo... —Te despides de tus amigos sin aportar más datos, tambaleándote en tu camino sinuoso hasta el baño más cercano, pero no llegas. Acabas vomitando en la primera maceta que encuentras, y en cuanto lo haces te sientes un poco mejor. Te extrañas al verte así, de rodillas y con ese nauseabundo sabor a vómito en la boca, porque tú siempre has tenido gran aguante y nunca te ha subido tanto ni tan deprisa a la cabeza. —¿Qué narices he bebido? —Debe de haber sido la extraña copa que no sabes quién te ha servido.

Escuchas a uno de tus amigos llamarte en la distancia y como respuesta te pones de pie, despacio, y cubres el vómito con arena y hojas de palmera. El olor es asqueroso, pero no se te ocurre otra forma de camuflarlo.

Das media vuelta, planeando regresar con tus amigos, y es en ese momento cuando ves unos fajos de billetes amontonados sobre una mesa. Estás seguro de que ni es tuyo ni de tus amigos, así que, dado que la tentación es muy grande, te planteas robarlo. Lo piensas detenidamente y decides...

a) Robar el dinero pues no parece que haya nadie en la isla (ve al capítulo 6).
b) Dejar el dinero donde está, no eres un ladrón (ve al capítulo 8).