Capítulo 33.

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—Oye... deberíamos parar aquí. No me malinterpretes, yo también tengo muchas ganas de llegar hasta el final, pero no quiero arruinar nuestra amistad —Le confiesas mientras sostienes sus hombros con delicadeza e impides que te vuelva a besar.

Afortunadamente se lo toma bastante bien, asiente con la cabeza y te sonríe sin que parezca haberse ofendido por tu rechazo.

—¡Eh, chicos, nos hemos quedado sin comida! —grita Evan desde la cocina.

Todos se apresuran en ir hasta donde él se encuentra y confirman, para su desgracia, que está en lo cierto. No quedan reservas, ni aperitivos, ni frutas, nada. Incluso el alcohol está a punto de acabarse.

—¿Cómo vamos a sobrevivir sin comida? —pregunta Isabella, aterrada.

—Chicos, que no cunda el pánico, estamos rodeados de agua. Encontraremos la forma de pescar algo —responde Stephan intentando tranquilizar al grupo.

Ninguno tiene experiencia en la pesca, pero todos han jugado alguna vez a un videojuego en el que tenían que capturar a un pez y eso hace que se vengan arriba. Cogen pequeñas ramas, las afilan con ayuda de un cuchillo y elaboran arpones de andar por casa. No están seguros de que haya muchos peces; al menos el día en el que fueron a la playa no había ninguno, pero nada pierden por intentarlo.

De vuelta al lugar en el que encontraste el silbato, todos se preparan ya en el agua, arma en ristre, y esperan hasta que el primer pez asome la cabeza. Cuestión de suerte, o de que los peces estuviesen aturdidos por algún motivo, consiguen hacerse con un gran cargamento de pescados que serán suficientes para sobrevivir en la isla hasta el fin de sus vacaciones.

¡Enhorabuena! Has sobrevivido a la tercera noche.

A la mañana siguiente hay un factor que todos tienen en común, la resaca. Qué dolor de cabeza, es insoportable. Te quedarías todo el día en la cama... Lo estás pensando seriamente cuando escuchas a Jasper gritar. Te pones tenso, temes que la bestia haya vuelto al campamento y haya matado a alguien. Te vistes deprisa, sales de la cama y corres hacia tu amigo, tal y como hacen los demás.

—Miren allí, es un náufrago —Señala en dirección al mar y todos siguen con la mirada la trayectoria de su dedo.

Es un hombre, de unos treinta años, que se acerca a la costa con una balsa que ha empezado a hundirse. No llegas a escuchar lo que grita, pero a juzgar por su cara y por los gestos que hace con los brazos debe de estar pidiendo auxilio.

Tú y tus amigos se miran a los ojos y deciden...

a) Ayudar al náufrago, no van a dejar que se ahogue (ve al capítulo 34).

b) No hacer nada, podría ser una trampa (ve al capítulo 35).

b) No hacer nada, podría ser una trampa (ve al capítulo 35)

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Un cumpleaños de muerte [INTERACTIVA] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora