Capítulo 81.

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Prefieres no tentar a la suerte y dejas el medallón donde está. ¿Quién sabe lo que podría pasar si simplemente lo tocases? Puede que estés siendo demasiado paranoico, pero prefieres quedarte con la duda.

—Qué extraño, era como si ese medallón me susurrara que lo tocase —confiesa Stephan llevándose las manos a la cara para frotársela con ahínco.

—Creo que eso es lo que nos ha pasado a todos. Menos mal que ninguno se ha atrevido a tocarlo —añade Scott, el último en abandonar la cueva.

Con el guardapelo aún como tema de conversación todos se detienen con brusquedad al sentir la tierra temblar bajo sus pies. Ha sido tan leve que, si no se hubiesen parado todos a la vez, habrían creído que había sido una simple percepción.

—¿Un terremoto? —pregunta Isabella, mirándote a ti y a Scott.

—Puede que sea... —Empiezas a contestar, sin embargo, no llegas a concluir la frase.

Un nuevo movimiento hace que la tierra se sacuda, esta vez, mucho más fuerte. Una enorme grieta se abre en el suelo y de ella emerge una criatura hecha de lava con potentes cuernos y uñas afiladas. No dan crédito a lo que ven, necesitan unos segundos para asimilar la aparición quien, por cierto, ha empezado a invocar pequeñas criaturas de lava que van hacia ustedes.

—¡Corran! —gritas y te pones en movimiento, avanzando junto a tus amigos intentando sortear los seres que les intentan dar caza.

Escuchas un grito y al girar la cabeza ves a Stacy en el suelo, inerte, siendo carbonizada por uno de ellos.

No piensas con claridad, ves a tu amiga inmóvil y tu instinto te hace dar media vuelta e ir a por ella, pero unos brazos amigos te detienen.

—¡Ya no podemos hacer nada por ella! ¡Tenemos que intentar salvarnos nosotros! —grita Evan y te obliga a reanudar la marcha.

Stacy fue la primera en caer, pero no la única. Uno a uno todos tus amigos van perdiendo la vida, ya fuese por caer en las grietas que van apareciendo sobre la tierra o porque las criaturas les alcanzan. Un centenar de seres de magma corren tras de ti, ansiando el momento en el que poder incendiarte, y aunque quieres ser optimista sabes que no hay escapatoria. Son demasiados. Por mucho que corras, por mucho lo intentes, sabes que es cuestión de segundos que lleguen a ti.

«¿Para qué seguir alargando la agonía?», piensas.

«Pero no quiero morir, no, por favor... Soy demasiado joven», añades mentalmente.

Un torrente de lágrimas brota de tus ojos, impidiéndote ver con claridad. Te las limpias con el dorso de la mano, gimoteando de rabia y desesperación, y es ahí cuando te das por vencido. Te dejas caer de rodillas sobre el suelo con los brazos abiertos aceptando tu derrota y con los ojos cerrados te imaginas a tu madre sonriéndote. Es el ser más puro que conoces, el que más amor te ha dado y quien te dio la vida. Ojalá pudieras volver a verla una sola vez más...

—Te quiero —La escuchas decir, aunque sabes que es fruto de tu imaginación.

Una llamarada de fuego impacta en tu espalda y gritas de dolor.

—Te quiero —repite, acercándose a ti con una luminosidad propia de un ángel.

Otra bola de fuego te da, esta vez en el centro de la espalda, y las llamas te consumen.

—Te quiero —repite por última vez, y te conviertes en cenizas.

Lo siento, ¡has muerto!

Vuelve al capítulo 82 y reconsidera tu decisión.

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Un cumpleaños de muerte [INTERACTIVA] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora