Capítulo 42.

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—Chicos, creo que deberíamos enterrar el cadáver. Pronto empezará a oler mal y... —sugieres, pero te interrumpen a mitad de la frase.

—¡Estás loco! No vamos a dejar a Jasper en esta isla. Vinimos juntos y nos marcharemos juntos... —Isabella te lleva la contraria, secándose las lágrimas que aún brotan de sus ojos.

—Tiene razón, tenemos que llevárnoslo con nosotros. Sus padres querrán hacerle un funeral y enterrarlo en el mausoleo familiar... —añade Scott, cabizbajo.

Tu idea no ha sido aprobada por el grupo. No intentas hacerles cambiar de opinión, simplemente aceptas la decisión mayoritaria y te alejas unos pasos, intentando no volver a mirar el cuerpo sin vida de tu amigo.

†††

Han pasado cinco horas desde el fatídico desenlace y tu estómago ha empezado a rugir con fiereza. Te encuentras muy débil, solo tienes ganas de irte a la cama y dormir hasta que el avión vaya a buscarte, pero temes hacerlo y no volver a despertar nunca más. No hay razones aparentes para tener ese pensamiento, pero tu cabeza ha empezado a dar avisos de que algo no va bien. Tienes alucinaciones, pensamientos que rozan la paranoia, y la sensación constante de que un par de ojos salvajes te observan desde algún punto del bosque.

 Tienes alucinaciones, pensamientos que rozan la paranoia, y la sensación constante de que un par de ojos salvajes te observan desde algún punto del bosque

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Das vueltas intranquilo alrededor de una piedra. Tienes la mirada perdida y los pensamientos en cualquier otra parte.

—¡Ya lo tengo! —gritas con los ojos desorbitados, y al verte reflejado sobre un ventanal se te revuelve el estómago. Pareces un lunático de libro. Cabellos alborotados, ojeras profusas, mirada perdida... No te identificas con la imagen que ves al otro lado —. Hagamos señales sobre el techo de los edificios. Tal vez algún otro avión o helicóptero nos vea y pueda venir a por nosotros hoy mismo —No has visto una aeronave desde que llegaste a la isla, pero eso no te detiene. No se te ocurre ninguna otra forma de salir con vida de Party Island, y si vas a morir ahí, al menos que sea habiéndolo intentado todo.

—Buena idea, pongámonos manos a la obra. Que cada uno se suba a un edificio diferente y utilice todo lo que tenga a su alcance para hacer señales. Linternas apuntando al cielo, maquillaje para escribir SOS sobre el techo... Todo lo que se les ocurra —Stephan había tomado el mando. No te importaba que te hubiese arrebatado la idea y se hubiese adueñado de ella, solo quieres sobrevivir, no ser el héroe.

En silencio todos cumplen la orden y se suben, como pueden, a lo alto de las cabañas. Las esperanzas van mermando a medida que la luz del sol lo hace, pero ni el frío ni la incipiente lluvia consiguen apartarlos de su objetivo.

El sueño se va apoderando de ti. El silencio sepulcral y la absoluta oscuridad son el escenario perfecto para caer rendido en manos de Morfeo. Los párpados te pesan, se van cerrando cada vez más con cada pestañeo y acabas quedándote dormido junto a la señal de auxilio que has tallado en el techo con un cuchillo. No has dormido demasiado cuando, en mitad de la noche, un susurro te despierta.

Psss, pssss —Te chista Isabella desde su cabaña.

Te frotas los ojos para forzarte a ver en la penumbra, pero no sirve de nada. La densidad de la noche es potente, la luna está oculta por las nubes y las farolas se han apagado por motivos que desconoces.

—¿Qué ocurre? —preguntas, mirando en todas direcciones.

—Hay un niño indígena, ¡ha visto nuestros mensajes! —grita entusiasmada empezando a bajar del techo. No llegas a verlo, pero el sonido sordo que hace al saltar te lo confirma.

La imitas y sigues sus pasos hacia el infante, quien porta una lanza y una antorcha que permite que se le vea desde lejos. Dos marcas de guerra, hechas con pintura rojiza, adornan sus mejillas. En la cabeza, una corona de plumas le da un aspecto salvaje, y te preguntas si no siente frío con aquel simple taparrabo.

Te reúnes con tus amigos, agazapados entre la maleza, y observan al chiquillo. Contienes el aliento, te armas de valor y...

a) Tomas una piedra, lo sorprendes por la espalda y le golpeas en la cabeza, matándolo de un golpe rápido. Es una amenaza y como tal debes acabar con ella (ve al capítulo 44).

b) Sales de tu escondite y levantas las manos en señal de rendición, para que no crea que quieres atacarlo. Has pedido ayuda y por fin ha llegado (ve al capítulo 45).

 Has pedido ayuda y por fin ha llegado (ve al capítulo 45)

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Un cumpleaños de muerte [INTERACTIVA] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora