Cap 10 ~Primera noche en casa

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Luego de ese incómodo momento en el cobertizo, los protagonistas de dicha escena decidieron por fin salir del lugar. Al cabo de un rato estaban Mike y Trolli, juntos de nuevo en el patio trasero de su casa.

—Mike, no era lo que crees—. Se apresuró a decir el de corona.

—No hay por qué dar explicaciones Trolli—. Respondió con una sonrisa, pero su dueño sabía que esa no era una sonrisa sincera, había vivido lo suficiente junto a él como para saber leer sus expresiones, y sabia como compensarlo.

—Sabes, hace unos días fui de compras y creo qué hay algo que te gustará~—. Jugueteó un poco con el cachorro, en cuanto a el, sabía perfectamente lo que significaba ese tono.

—¡Chocolate!—. Exclamó animoso. Su respuesta fue un asentimiento de parte del más alto. —¡Por esto te jamo Trolli!—. Dicho esto se lanzó a los brazos de su dueño, quien le correspondió gustoso a su muestra de afecto y en respuesta le abrazó de la cintura, rodeándola con sus brazos.

—Yo también, mascotita.

Mientras se daba lugar a esa bella escena, un can de pelaje rubio opacado y de orbes rojas como la sangre los observaba con una nostálgica sensación en el pecho, por más que intentará reprimir sus recuerdos, todos sus intentos eran en vano. Suspiró mientras los observaba desde la ventana que la habitación proporcionaba, hace un rato que se había adentrado de nuevo en esas paredes, ahora ya no le parecían tan incomodas como en un principio, empezaba a acostumbrarse al ambiente.

Estaba acostado boca abajo y su capa estaba a un lado de la cama, le había empezado a molestar así que se la quitó, los vendajes también empezaban a ser algo molestos quizá por el hecho de que los llevaba desde la mañana y la noche empezaba a caer.

Con un suspiro cansado volteó su cuerpo para ver el techo, el cual, al estar en la cama de arriba, se veía mucho más cerca, estiró su mano/pata para tocarlo pero sus garras apenas y rozaron el cielo falso haciendo que pequeñas partículas de polvo cayeran en su rostro junto con un pequeño amigo.

—Otra vez tu—. Reprochó al insecto que se había posado en su rostro, mañana limpiaría la habitación, claro, si es que ese trío de inútiles le dejaba hacerlo.

Con reproche apartó a la araña de su rostro y la lanzó a una dirección al azar, la cual, resultó ser la cara de Mikellino, quien apenas acababa de entrar y fue recibido por un bicho en el rostro.

—Gracias por tu cálida bienvenida—. Bromeó, una vez retirada la araña de su cara, la colocó en la ventana y la dejó ir.

—¿A qué vienes? Creí que estarías haciendo no se que estupideces con esos dos—. Vociferó en ese tono tan sarcástico y característico suyo.

—Vine a cambiarte los vendajes—. Aclaró el más alto a la vez que subía la pequeña escalera y se sentaba a los pies del exe, el cual seguía boca arriba y apoyaba su cabeza en uno de sus brazos, mientas el otro lo tenía sobre su abdomen.

En cuanto al exe, de por sí ya estaba ajetreado por lo de hace rato, lo que menos quería era que alguien lo viniese a joder, más si se trataba de Mikellino.

—Yo puedo hacerlo solo—. Afirmó.

—Déjame hacerlo yo—. Más que una petición fue una afirmación, ya que sin decir más o esperar respuesta empezó a retirar las vendas de los pies/patas del oji rubí mientras este solo observaba sus movimientos, eran rápidos y firmes, como si hubiese hecho eso miles de veces.

—¿Como aprendiste primeros auxilios?—. Preguntó curioso el más bajo mientras levantaba su trozo y recostándose sobre sus antebrazos para ver de frente a quien cambiaba sus vendajes.

Aprendiendo a amar || Mikeno (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora