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He considerado la idea de irme del país, cambiarme de nombre por Vante y comprar un campo en donde pueda escaparme de la ciudad, alejado de toda humanidad reprimida y llena de odio por el mundo, por ejemplo; Jeon Jungkook.
El día Jueves un chico de primer año le dejo una carta de amor, me dediqué a observar su reacción junto con todos los presentes universarios y el club de Arte.

Lo tiró, sin intenciones de darle un segundo vistazo, lo echó en el basusero y el pequeño demostró cuanto era su sufrimiento en los ojos cristalizados que enfocaba el lugar donde había puesto todos sus sentimientos y habían sido rechazados. Desde ese día él no volvió a aparecer.

Lo peor de todo esto es cuando las personas insisten, no lo digo por el pobre tipo con el corazón hecho añicos que ahora nadie conocía su paradero.

Una chica le llevaba chocolates cada maldito día y en cada ocasión ella era rechazada. Hasta que una vez lo vi recibiendo aquel obsequio y el destello de los ojos azules de aquella rubia desaparecieron al instante cuando Jeon le dió los chocolates a sus amigos restándole importancia. Me alegraría mucho que solo sean dos tontas personas enamoradas del play boy insufrible de la universidad. Pero son ocho, no, son quince ¿A quién quiero mentir? ¡Son cien!

El solo quería cuando quería, se pasaba por lo chicos de intercambio, un poco de faje en los baños o encuentros casuales en salones vacíos, pero solo ocurría cuando califcaban el estereotipo ideal; altos, crudos y de ojos claros. Las chicas parecían no ser de su agrado, era raro verlo con alguna. Es como si quisiese ignorar todo lo referido en cuanto tratan de llamar su atención.

He intentado alejarme de él, pero el destino me hacía la pasada muy cruel y me lo terminaba encontrando en cada rincón de la universidad.

Entro a la biblioteca siendo bienvenido por el olor humedo y fresco de los libros. Le sonrío a la Sñra. Lee entrando sin hacer ruido, me dirijo a la sección de novelas románticas y al dar con mi tomo cuatro de crepúsculo alguien dice:— Ya veo que no me equivoqué.

— La sección de idiotas está en la cafetería — le digo friamente sin despegar la vista de mi libro.

— ¿Eres consiente de que tu hermano está en este mismo momento en ese lugar junto con su novio que te tiene en un altar?

Tantas palabras y no puedo evitar reír por su tono de anciano y decrépito.

— Omitiéndolos — levanto la vista encontrándome con la misma oscuridad de una noche —, ¿Te he dicho que no te soporto?

— Si — levanté mis cejas —, no directamente, pero puedo ver el amor que esparces cuando me miras.

— Odio a los tíos como tú.

Cierro el libro y tomo otro.

— ¿Irresistibles?

— Capullos.

Chasquea la lengua con fastidio —, puedo ser un capullo irresistible.

— Tienes el ego muy grande.

Veo su cuerpo moverse muy cerca en un movimiento que ni me dio tiempo para parpadear, somos casi del mismo tamaño y me es fácil sentir su respiración sobre mi rostro. Levanto la cabeza y doy con esa mirada fría común en él. Admito que me ha tomado muy por sorpresa, pero no me iba a mostrar incómodo, tampoco quiero verme intimidado. No pienso darle ese poder sobre mi.

— Te sorprendería saber que no es lo único que tengo grande — arrastra sus labios sobre mi oreja tocando mi lóbulo con sus labios.

— Eres un pervertido.

— Llámame como quieras — arrastra su brazo al lado de mi cintura sin apartar su rostro de mi oreja —, no tengo problemas con esos títulos.

Black Swan [kooktae] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora