El séquito de maníacos.

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Bosque, carretera, noche, penumbra y frío. Pero sobre todo, tristeza, impotencia y sensacion de irrealidad. 

Pasaron cerca de dos años después de aquella noche tan horrible llena de muerte y traición.
Mi profunda molestia recorría cada centímetro de mi cuerpo al recordar. 
Estuve viviendo en Barklin Mötlir en las afueras de la ciudad de Nueva York.
Un apartamento super pequeño y lleno de pequeñas cucarachas. Sólo me alcanzaba para éso.

La agonía que me perseguía desde hace dos años me llevaba teniendo una serie de complicaciones en todos lados. Sobre todo porque mi depresión no era tratada adecuadamente.
No tenía a nadie. Ecco estaba desaparecida. Jeremiah no me mandaba cartas ya. Y Jerome. Jerome estaba muerto. 

Me alcanzaba para llenar un garrafón de lagrimas diario de tanto llorar.  Había intentado innumerables veces quitarme la vida,  pues no contenía todo lo que hasta el momento traía guardado y repelia en mi interior cualquier señal de felicidad.

Trabajaba en una tienda grande donde vendían telas,  la muy poco famosa Textilera.
Yo sólo cortaba metros de tela y la entregaba a los clientes.  Trabajo sencillo pero de poca paga. 
Me sustentaba con tan sólo 45 dólares a la semana. Renta,  comida, agua y electricidad.
Mi vida era una rutina,  llena de problemas existenciales y pensamientos derrotistas continuos.

Hasta un dia en que todo volvió a la normalidad.
Esa fragilidad de mariposa. Ésa manera de ver el mundo,  un mundo lleno de locos.
Ése dia volvió a ser todo como antes.

Me encontraba en la mañana recién despierta en mi pequeño sillón cama,  me estiré y prosegui a vestirme con el uniforme,  rojo y negro.
Mi cabello hecho una coleta bicolor.
En mi mente parecía estar siempre sonando un violinista suicida,  una melodía melancólica  con ruidos incidentales, como el pitido de los autos, la gente hablando y mis dos susurradoras compañeras internas.
La que me decía que todo estaba perdido,  que era el momento para clavarme la aguja con aire en las venas para morir de un paro cardíaco.
Esa voz que casi siempre me incitaba a pasear por la calle despreocupada y distraída,  sin temor a que algo me sucediera mientras cruzaba alguna de las calles rumbo a mi trabajo.
Y la otra voz,  esa amigable,  tierna y optimista.  Aquella que me daba motivos y ánimo para seguir adelante después de tantas verdades petrificantes que tenía que soportar dia a dia al despertar. 
Mi propia sangre, aquella que mas de tres veces fué derramada en esa bañera. 
Sangre,  amiga de mis venas,  que ahora estaba manchando el suelo y el marmol.
"Vaya,  jamás se quitará"  pensé y revolvi mis ojos con mis nudillos tallandolos. 

Tome un abrigo y salí sin desayunar nada rumbo a mi trabajo. 
Mis pasos eran igual de sofocantes que mi estómago enfurecido por comida.

Llegué al trabajo,  cheque,  no saludé a nadie,  como siempre,  y me puse a hacer mi trabajo.
Cliente,  otro cliente , otro cliente. 
Se quedó sola la tienda.
Me recargue en una de las mesas donde cortabamos la tela y saqué mi celular para ver la hora. 
Cuando por detrás llegaron mis compañeros gritando al unísono la típica canción, esa que ponen cada que recuerdan el dia en que viste la luz del mundo por primera vez. 

Me di la vuelta enseguida mirando como una de mis compañeras,  Tiffany,  sostenía un pastel redondo lleno de gomitas y sobre todo ése revoltijo de dulce dos velas,  una con un número uno y la otra con un número nueve. 
Sonreí al momento en el que uno de los que estaban  presentes sopló una corneta emitiendo un sonido chillón y fluyeron miles de papelitos de colores. 

"¡Felicidades,  Nina! " me dijo Tiffany sosteniendo aún el pastel y sonriendo de oreja a oreja. 
"Hace más de un año que trabajas con nosotros y quisimos darte como un premio un ascenso ¡el mismo día de tu cumpleaños! "
Sonreí incrédula y algo en mi despertó. Me sentí feliz y llena de alegria y emoción.
"Muchísimas gracias amigos! " les dije algo desorientada,  pues se me hacía raro que me hablaran,  después de que casi nunca habláramos.
Vi a Jonathan con lágrimas en los ojos y a Tiffany queriendo decirme algo pero jamás lo discerni. "Ahora muérdelo Nina" me dijo Tiffany cada vez mas extraña en su tono de voz, como queriendo llorar. Supongo que era la ...¿emoción?
Tomé el pastel en mis manos y le pegué un mordisco para poder saborearlo. 
Vi como todos me miraban con rostro de tristeza, pero simulando una cara feliz y sonriente. Preocupados.
Ya se me estaba haciendo raro que depronto decidieran hacerme esa sorpresa.  Así que me limpie la comisura del labio y vi como Tiffany,  Jonathan y los demás perdian la forma humana,  mas bien parecían borrosos. Comencé a marearme y a sentir que me desmayaría.
"¿T-Tiffany? " le dije por última vez a mi compañera y acto seguido me caí al suelo mirando como mi cuadro visual daba vueltas.
Lo último que vi,  fué como detrás de cada uno de mis compañeros se ponían de pie unos tipos enmascarados con colores llamativos en rojo. Me cegue.

•Between Them• [+18] | Jerome Valeska | Jeremiah Valeska Donde viven las historias. Descúbrelo ahora