CAPITULO 10

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MIA


Sabía que Julieta me terminaría traicionando. La conocía tan bien, que no me sorprendió cuando subió al auto y casi se lanzó sobre Lucas.
Tampoco cuando luego, como si eso no hubiese sido suficientemente patético, dijo en voz alta que era "malditamente sexy". ¡Como si el muy engreído necesitara oír eso! Lo vi sonreír con satisfacción ante esto, y en serio quise matar a mi amiga.

Reconozco que, en realidad, no podía culparla. Yo también me quedé embobada cuando lo vi por primera vez. Y también cuando lo vi esta noche, en mi sala. Tuve que concentrarme para prestarle atención a las palabras de mi padre, pues él estaba ahí, de pie, tan... jodidamente caliente.

Todo lo que usaba le quedaba bien; lo había comprobado durante la semana, cada bendito día. Pero esta noche, llevaba una camisa blanca demasiado ajustada, que no dejaba casi nada a la imaginación. Todos sus músculos podían vislumbrarse a través de la fina tela: enormes bíceps, abdominales cincelados, pectorales de muerte. Y ese jean oscuro, apretado en los lugares correctos... El maldito era condenadamente sexy, y la peor parte de eso, era que estaba muy consciente de ello.

De todos modos, eso no era excusa. Julieta debía dejar de comportarse como una adolescente con las hormonas alborotadas. Y en lo posible, antes que Sebastián apareciera.

—Este lugar está bien, ¿verdad? Es lo suficientemente amplio para estar cómodos. —Logramos ocupar una de las mesas más grandes, pues no estaba segura de cuántas personas traería mi chico con él. Apostaba que no serían pocas.

—Si, es genial. Ahora explícame por qué no me habías dicho que tu guardaespaldas estaba así de bueno, Mia. En serio, te pasaste.

—Tú te estás pasando —le dije, mirándola con seriedad—. No te lo dije porque, uno, no me parece que esté tan bueno; y dos, porque no tiene importancia cuál sea su aspecto. Es insoportable, y tú no debes ser amable con él.

—Pero...

—Y ya deja de hablar de él. Cuando Sebastián llegue, ni lo menciones. No está nada feliz con todo esto.

—Ya lo creo que no —dijo entre risas—. Y, hablando del rey de Roma... acaba de hacer su entrada triunfal con todo su séquito.

Efectivamente, estaba acompañado por un gran número de personas. Para mi desgracia, Jennifer era una de ellos. No tardé en visualizarla, con todo ese look de prostituta tan propio de ella.

Le hice señas con mis manos para indicarles nuestra ubicación y se unieron a nosotras. Saludé a todos, antes de detenerme en quien realmente me importaba. Estaba tan sexy como siempre, con ese look perfectamente descuidado que sólo él podía llevar de forma exitosa.

—Hola, bombón. —Me tomó por la cintura y me besó profundamente. Después del pequeño distanciamiento que tuvimos necesitaba sentirlo de esa manera.

Sus manos recorrieron mi cuerpo sin pudor, lo que provocó que varios de sus amigos hicieran comentarios al respecto, y que Jennifer hiciera una mueca de disgusto.

—¿Y el muñeco? ¿Pudiste escapar de él? —me preguntó, refiriéndose claramente a Lucas. Cada vez que lo veía cerca, la expresión de su rostro cambiaba por completo. Y eso que apenas habían cruzado palabra.

—No, está por ahí, en algún lugar. —Aproveché para buscarlo con la mirada, pero sin ningún resultado.

—Qué raro que no esté aquí, pegado como mosca al parachoques.

—No es necesario, él puede observar a la distancia, sin que lo notemos. Por mí está bien. 

Desde que mi padre aceptó que no compartiéramos vehículo la mayor parte del tiempo, había sido mucho más llevadero el hecho de tener un guardaespaldas. Pues apenas nos saludábamos por la mañana y luego al despedirnos, y no cruzábamos palabra, más que por mensajes de texto.

Beautiful tragedy ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora