CAPITULO 39

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LUCAS


Desperté con un grito desgarrador. Por un instante pensé que estaba soñando, pero al restregarme los ojos y comprobar que estaba en mi habitación, me incorporé de un salto y busqué a Mia en la oscuridad. La habitación apenas estaba iluminada por la luz exterior que se colaba por las rendijas de las persianas, pero me fue suficiente para vislumbrarla sentada al borde de la cama, de espaldas a mí.

—Oye, ¿estás bien? ¿Tuviste una pesadilla? —le pregunté, tomándola por los hombros. Estaba llorando y todo su cuerpo temblaba.

—Eso quisiera... que fuera una maldita pesadilla —dijo, rompiendo en un llanto más fuerte.

—¿De qué hablas? ¿Qué ocurre? —Salí de la cama y encendí la luz. No parecía tratarse de un mal sueño, sino de algo más grave. Y lo comprobé cuando vi su rostro bañado por completo en lágrimas. 

Me puse en cuclillas frente a ella. —Mia, no me asustes ¿Por qué estás así?

Tras algunos segundos, levantó la mirada de su teléfono, que recién entonces advertí que sujetaba entre sus manos.

—Mi papá... mi papá...

—¿Qué ocurre con tu papá? —pregunté, con un nudo en la garganta.

—Sufrió un infarto... y no saben si sobrevivirá. —Un quejido doloroso quebró su voz, y una nueva y más intensa oleada de lágrimas brotó de sus ojos.

Me paralicé. Y el nudo en mi garganta se apretó tanto, que creí que me asfixiaría.

¿Franco tuvo un infarto? ¿Había oído bien? 

"Y no saben si sobrevivirá..."

Ya había oído esas palabras antes. No podía volver a suceder. No, por favor.

El llanto de Mia me devolvió al presente. Me tragué el nudo en la garganta, y la abracé con toda la fuerza que pude conseguir, consciente de cuánta falta me hizo que alguien hubiera estado así para mí en el pasado. Ella se aferró con desesperación, mientras lloraba de un modo que me destrozaba.

—Tengo que ir... tengo que estar con él —dijo, apartándose de mí y comenzando a vestirse.

—Está bien, yo iré contigo, pero cálmate.

—¡No me pidas que me calme! ¡Mi papá se está muriendo, Lucas! —Se dejó caer en el suelo, quebrada, y cubrió su rostro con ambas manos.

Corrí junto a ella y volví a abrazarla. —Tienes razón, lo siento, soy un idiota.

La ayudé a ponerse de pie, y en menos de diez minutos nos encontrábamos de camino a la clínica. Eran pasadas las diez de la mañana cuando entramos al enorme edificio. Decidí ser yo quien preguntara en recepción el piso en que se encontraba Franco, pues Mia estaba en estado de shock. La rodeé con mis brazos, mientras subíamos por el ascensor al piso cinco, en donde estaba el servicio de urgencias. Cuando las puertas se abrieron, visualicé a Carol caminando de un lado a otro por el pasillo. En cuanto Mia la vio, corrió hacia ella y se fundieron en un fuerte abrazo. Comenzaron a llorar desconsoladamente, y tuve que reconocer que luego de ver a mi padre muerto, era la imagen más dolorosa que había presenciado en mi vida. 

Decidí mantenerme una distancia prudente, para darles intimidad. Había estado tan pendiente de ellas, que no presté atención a nada más en aquel lugar. Hasta que vi a Brian sentado en unos bancos. Me acerqué, sorprendido con su presencia.

—Amigo, no esperaba verte aquí —le dije, sentándome a su lado.

Levantó la mirada y palmeó mi espalda, a modo de saludo.

Beautiful tragedy ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora