CAPITULO 33

16.7K 872 190
                                    

LUCAS


Los días siguientes al intrincado cumpleaños de Mia, no fueron fáciles. Mientras Érica actuaba como si nada hubiera pasado aquella noche, yo no podía olvidarlo tan fácilmente. No me gustó nada la forma en que trató a Mia, las cosas hirientes que le dijo. Volví a hablar con ella, días más tarde. Me reiteró que no me culpaba de nada, y me aseguró que no le había afectado nada de lo que Érica le dijo, pero no podía creerle; especialmente si recordaba lo que había dicho sobre su padre.

No obstante, quitando todo lo malo de aquella noche, si había algo que rescataba, era que gracias al despreciable comportamiento de Sebastián, Mia al fin decidió dejarlo. Tras una semana sin verlo a su alrededor, me animé a preguntárselo y ella me lo confirmó. Me dijo que, aunque no se hubiese presentado en el bar y generado todo ese caos, sólo por el hecho de no haber recordado su cumpleaños era suficiente motivo para terminarlo.

Confieso que me alegré mucho con esa noticia.

Días más tarde, recibí un llamado de Franco. Me quería en la empresa el lunes para hablar de "algo que creo, te gustará", fueron sus palabras. Confiaba en él, pero últimamente sus propuestas cambiaban radicalmente mi vida, por lo que ya no sabía qué esperar. Sin embargo, esta vez, elegí no especular cuando me presenté en su oficina, tras dejar a Mia en la universidad. Me ofreció un café, y mientras lo observaba endulzar el suyo no pude evitar notar que estaba más avejentado que la última vez que lo había visto, en el cumpleaños de su hija. Su aspecto era impecable, como siempre, pero su rostro se veía cansado.

—No te esperaba tan temprano —me dijo.

—No sabía qué tan urgente era lo que tenía para decirme, así que vine ni bien me liberé con Mia.

—¿Cómo estás con ella? En la cena de su cumpleaños noté un gran cambio en la relación, y me alegró mucho ver que se llevan mejor.

Si él supiera cuánto mejor nos llevábamos, probablemente no se alegraría tanto. Así que opté por no ser tan sincero al respecto.

—Si, estamos mucho mejor. Ya no discutimos y ella se acostumbró a la idea de tenerme a su alrededor, finalmente.

—Sabía que tarde o temprano lo haría. Nadie puede resistirse a tus encantos, mucho menos una mujer. —Le sonreí tímidamente, algo incómodo ante la idea de que él sospechara que entre su hija y yo podría haber pasado algo. Tal vez no se refería a eso con lo de "resistirse a tus encantos", pero ante la duda, preferí desviar el rumbo de la conversación.

—Y usted, ¿cómo se encuentra? No quiero ser insolente, pero lo noto un tanto agotado ¿Está durmiendo bien?

Franco dejó escapar un resoplido. —¿Tú también? Mia ya me ha dado todo un sermón al respecto, así que ahórrate el tuyo. Según los médicos, estoy estresado. Yo simplemente lo llamaría cansancio, pero ellos insisten en darle una mayor connotación al asunto.

—Bueno, creo que debería escuchar a los que saben ¿Cuánto hace que no se toma vacaciones?

—Algún tiempo. Y, antes que digas nada, precisamente por este tema te he llamado.

—¿Qué necesita? —pregunté, con cierto temor. La última vez que le ofrecí mi ayuda, acabé conociendo a su hija y poniendo todo mi mundo patas para arriba.

—Bueno, los médicos me han pedido que baje un poco la intensidad de trabajo, así que tuve que tomar algunas decisiones. Una de ellas, es desistir en mi proyecto en la política. No puedo descuidar la empresa, así que debo recortar otras actividades.

Beautiful tragedy ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora