━ Capítulo 1

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|Una bienvenida inesperada|

𝙲𝙰𝚂𝚂𝙸𝙴

Viajar en tren es mucho más que el concepto en sí. Es un momento que compartes con muchos extraños. Personas con vidas distintas, con pensamientos distintos y con objetivos distintos. Personas que se suben y pasan unas horas contigo hasta que vuelven a bajar.

   Estaba sentada en la estación de Portland, mareando una y otra vez el café que tenía delante de mí. Con los auriculares puestos, me concentraba en la canción que canturreaba en mis oídos, y en mi mente se formó la misma pregunta de siempre: ¿Quién era Eleanor Rigby? ¿Y qué habría hecho para morir sola?

   Daba igual cuántas veces escuchara esa canción, jamás obtendría respuesta, y eso me frustraba.

   Suspiré cansada. Llevaba un buen rato esperando en aquella cafetería. Había quedado con Dylan a las 19:00, la hora estimada en la que me bajaría del tren. Ya eran las 19:40. Y como de costumbre, mi hermano llegaba tarde.

   Llevé la bebida a mis labios y disfruté del líquido que acariciaba mi garganta. La canción acabó y la taza ya estaba vacía. Empezó a reproducirse la siguiente cuando un mensaje hizo que mi móvil vibrara. Lo leí atentamente, era de Dylan, decía que mirase a mi derecha.

   Le hice caso y giré la cabeza. Y allí estaba, con una sonrisa incómoda porque sabía que no llegaba a la hora. Me levanté matándole con la mirada. Empezó a caminar hacia mí mientras yo le analizaba detenidamente. Llevaba unos vaqueros oscuros junto a una camiseta azul marino, tenía las zapatillas sucias e iba despeinado, algo de lo más normal en él. Se acercaba vacilante mientras rascaba su nuca. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, me crucé de brazos.

   —Cuesta aparcar cerca, ¿sabes? —justificó encogiéndose de hombros.

   Negué con la cabeza y le abracé por el cuello contenta, hacía mucho que no nos veíamos.

   —Eres un cabrón, ¿lo sabías? —dije cuando nos separamos y pude mirarle a los ojos.

   —Bueno, por algo dirán que nos parecemos tanto, ¿no? —contestó con aire vacilante.

   —El día que te haga esperar casi una hora, me avisas y lo hablamos —dije poniéndome la mochila que había dejado en la silla libre de mi mesa.

   —Lo siento —se disculpó cogiendo la maleta grande—. Vamos, estarás cansada.

   —Un poco —dije empezando a caminar—. No he dormido nada en el viaje.

   —¿Por qué no? —preguntó avanzando a mi lado.

   —Supongo que por los nervios —contesté con una sonrisa—. Estoy... emocionada, la verdad. Pensar que voy a pasar tres meses sin nuestros padres, me llena de paz.

   —Qué bonito —comentó con sarcasmo.

   —A ver, yo les quiero, pero ya sabes cómo son los veranos en casa —dije con con una mueca de aburrimiento.

   —Sí, lo sé —asintió comprensivo—. Y lo peor de todo son...

   —Las fiestas de negocios de papá —dijimos al unísono, enseguida nos invadió la risa.

   —Sé que son importantes para él, pero... ¿por qué hace tantas? ¿Y por qué tenemos que estar ahí? Somos sus hijos, y solo hacemos de floreros delante de sus amigos.

   Mi padre es el dueño de una de las inmobiliarias más importantes del mundo. Y constantemente tiene planes para nosotros; galas, fiestas benéficas, cenas en restaurantes extremadamente caros... Podría parecer guay pero, creédme cuando os digo, que estar horas y horas con un vestido ajustado, una sonrisa en la cara y sin tener con quién hablar, es de lo más horrible.

𝐍𝐎𝐓𝐇𝐈𝐍𝐆 ➢ Thomas Brodie-SangsterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora