Capítulo 31: Confesiones

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¡Otra pelea! Y, de nuevo, salía victorioso sin apenas daño. Era la tercera vez que ocurría algo así en esos últimos tres meses. Su barriga estaba creciendo y ya no sabía cuánto tiempo podría camuflar el embarazo. Todo se iba a poner peor, sin embargo, reconocía que pese a los combates, todo había estado muy tranquilo.

Doflamingo era el único que no dejaba de observarle, pero no intentó nada extraño. De hecho, parecía demasiado atento a que no le ocurriera nada. Seguramente por pensar que era su hijo al que llevaba dentro. La verdad era... que no tenía ni idea.

- ¿Estás bien, Ace? – preguntó Marco desde su celda.

- No demasiado. Me duele todo el cuerpo y me cuesta respirar. Para colmo, siento ganas de orinar cada poco rato. Esto es un suplicio.

Marco sonrió. Los efectos típicos del embarazo y que las mujeres sufrían. No podía hacer demasiado para aliviar su carga y menos, por su estructura. Sus caderas no iban a ensanchar demasiado, así que sólo le quedaba aguantar como pudiera.

- ¿Quieres que llame a Law? – preguntó Doflamingo, quien pasaba por el pasillo seguido de un par de guardias tras terminar su combate, escuchando la conversación entre Marco y Ace.

- Estoy bien – susurró.

- Llamad a Law o llevadlo a la enfermería – ordenó Doflamingo al ver el panorama.

Ace no quiso decir nada pero se notaba a la legua que sólo lo hacía porque realmente, creía que era su hijo y debía cuidarlo. No le gustaba esa actitud, porque estaba convencido de que si al final acababa siendo su hijo, ese hombre querría quitárselo y moldearlo a su gusto. No podía permitir algo semejante.

Uno de los guardias que acompañaba a Doflamingo, buscó las llaves y abrió la celda de Ace para llevárselo a la enfermería, sin embargo, Ace se detuvo frente a Doflamingo, con mirada intimidante y desafiante.

- No necesito nada de ti. No es tuyo – aclaró – que te quede bien claro, que este asunto es solamente mío y de nadie más.

No podía comentar nada acerca del niño delante de los guardias. No es que le gustase tener que llamarlo "asunto" pero era lo único que se le ocurrió para camuflar. Doflamingo lo entendió igualmente por la sonrisa que puso.

- Ya veremos de quién es asunto – sonrió Doflamingo pese a la mirada de odio que recibió por parte de Ace – quizá un día, acabes realmente enamorado de mí y podamos... no sé... estar juntos para siempre.

- Vete al infierno – se enfadó Ace – jamás podré enamorarme de alguien como tú.

Los guardias le indicaron al menor que empezase a caminar para salir del recinto. No volvió a girarse, pero estaba seguro que Doflamingo debía tener todavía la vista fija en él. Intentó calmarse, aunque era muy difícil hacerlo. Odiaba a ese tipo y verlo todos los días, no era nada agradable. Sin embargo, también tenía la mosca tras la oreja de que él estaba detrás de lo que ocurría en sus combates. Últimamente le resultaban demasiado fáciles, nada en comparación a antes de quedarse embarazado.

En la enfermería no había nadie. Aquello sí le sorprendió. Generalmente Law estaba por allí y si no era él por estar ocupado con su hermana, era Bepo. Se adentró en la sala y se sentó en una de las camillas, dejando los pies colgando pero sin poder dejar de balancearlos en el aire como un niño pequeño.

Su pantalón estaba sucio, lleno de polvo y algo de sangre del último combate. Sus ojos no podían apartarse de él y de la punta de sus botas cada vez que las movía y entraban en su campo de visión.

- ¿Podéis dejarnos a solas? Por favor – escuchó la voz de Sabo.

Hasta ahora, no había podido hablar realmente a solas con él, ni darle un abrazo. Lo vio de pasada alguna vez, pero no le estaba permitido interactuar con nobles, así que ni siquiera lo intentó pese a las ganas que tenía de abrazarle.

Deadly boxing (One piece, Law-Ace)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora