Capítulo 3

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Narra el narrador

Al llegar la noche del mismo día.

Estella decide acompañar a Gill a su casa para hacer el proyecto que les habían dejado en la universidad.

Len le dejó la cafetería a James otra vez. Y ahora se encuentra solo, limpiando y ordenando todo pero dejando la puerta abierta por si alguien quiere algo.

Por ahí pasaron Estella y Gill.

Narra Gill

—¿Esa no es la cafetería de la que me hablaste? —Estella me señala la cafetería que estaba al otro lado de la calle.

Por las ventanas se podía ver poca gente y al chico atendiendo a los clientes.

—Sí. —Respondo mirando hacia donde señala.

—¿Y ese no es el chico del que me hablaste? —Su sonrisa pícara me indica que quiere que entremos, no porque quiera una taza de café caliente o algo por el estilo. Lo que quiere es molestarme.

—S-sí... —Se me enrojecen las mejillas.

—¡Ven, vamos a saludarlo! —Estella me toma del brazo y me jala hacia la cafetería.

(Realmente no por qué me puse roja por ver a ese chico. ¿Qué me está pasando?)

Entramos a la cafetería.

—¡Hola, holaaaaa! —Grita como si estuviera en su casa sin importarle la gente presente.

—Buenas noches señoritas. ¿Quieren que les sirva algo? —Al parecer, el chico mantiene su formalidad y educación como la otra vez.

—Vamos Gill, pide algo, yo invito. —Me dice Estella

—Ehm....este....yo.... —Estaba avergonzada, sabía que estaba roja, no sé por qué estoy así en presencia del chico.

—Tómese su tiempo, pueden sentarse aquí. —Nos muestra el mismo lugar que esta mañana. Nos sentamos ahí.

—Pediré mientras tanto. —Me dice Estella. —Dame un café con leche, ese pie de ahí y un muffin para mi amiga. —Se lo dice al chico mientras que va tomando nota. —¿No quieres algo para tomar, Gill? —Voltean ambos a verme.

—Lo mismo que tú... —Digo sin pensarlo demasiado.

—Bien, esperen ahí. —Dice el chico para después retirarse hacia la cocina.

—¡Oye, te olvidaste de pedir nuestros nombreees! —Le grita al chico.

—¡No hace falta puesto que son las únicas aquí! —Le responde a Estella.

Voltea a verme. —No está mal, yo diría que sí es tu tipo.

Me sorprendo y enrojezco—¿Qué?

—¡Se parece a ti! —Me señala.

—Un poco sí, pero de cualquier forma no estaré con él. Parece no tener estudios. Más parece un vago, que vive en el sótano de sus padres y que para colmo no lo quieren por lo mismo que te dije. —Digo con seguridad.

—Sabes que en esto del amor no importa eso. Lo que importa es que te haga feliz.

—¿¡Y si es un fumon, drogadicto de la calle que se pone a robar, matar y traficar órganos!? —Me altero un poco.

Hasta que la muerte nos unaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora