Capítulo 10

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Narra Gill

Estella me invitó hoy a que vayamos a una fiesta o reunión en la casa de Rita. Ella era una buena amiga nuestra en toda la secundaria con la que siempre pasábamos los recreos, platicábamos juntas y cuando tocaba hacer un trabajo de exposición, siempre eramos las tres. Recuerdo que éramos inseparables, hasta que algo sucedió en tercero.

Si mal no recuerdo la cosa iba así.

—Ven Gill, tengo que hablar contigo de algo. —Rita me tomó del brazo y me jaló hasta un rincón alejado del patio. Estábamos en el recreo ella, Estella y yo.

—¿Qué?

—Mira...hay algo que debo confesarte.

—No me digas que te gusta el Tommy. —Me sorprendo y hago como que adiviné.

Por cierto, Tommy es un apodo, el verdadero nombre del chico es Tomás, pero le dicen Tommy y se acostumbró tanto que inclusive los profesores lo llamaban así.

—¡Noo! —Dice con cierto asco. —Todos saben que la que le gusta Tommy es Bianca y a él le gusta Charlie, pero Charlie quiere con Carlos; y Carlos...

—¡YAAAAA!

—Perdón. —Sonríe.

—¡Suéltalo de una vez!

Rita llenó sus pulmones de aire y luego lo botó.

—M-me gustas.

Me quedé boquiabierta por lo que dijo Rita. No podía creer lo que mis oídos estaban escuchando, creí que lo decía en broma, pero se sonrojó y su tono de voz no eran como los de una broma de mal gusto.

Yo respetando mi heterosexualidad tuve que rechazarla, en ese momento. Cuando le dije que no podía ser su enamorada, me hizo prometerle que no le diría nada a nadie su secreto.

Pocos meses después, media promoción sabía que Rita era lesbiana. Ella recibió mucho bullying por parte de nuestros compañeros. La insultaban, la ofendían, le ponían apodos, etc. En esos tiempos no era común ver lesbianas o gays en las calles como ahora. O sea sí habían pero no tanto como ahora que hasta hay marchas y demás.

En fin. Ella se acercó a mí, llorando a golpearme a la salida del mismo día que empezaron a molestarla. Yo quedé con una cara de desconcierto porque no entendía cómo es que media promoción sabía del secreto de Rita, si yo nunca dije nada a nadie, ¡Ni siquiera a Estella se lo dije!

Traté de calmarla y hacerle entender que yo no fui, pero las palabras no funcionaron. Intenté recordar cuántas personas pasaron por nuestro lado el día que Rita se me declaró. Entonces armé un interrogatorio junto con Estella. Pero ninguno parecía mentir con respecto a las versiones de los hechos.

Durante esos días en los que trataba de saber quién fue el desgraciado/a que difundió el chisme a todos, Rita no se me acercaba, me evitaba, me miraba con mala cara, etc. De verdad que intenté de todo para que me creyera que yo no fui la que sacó a la luz su secreto. ¡Jamás! Haría algo así y menos a mi mejor amiga de esos tiempos.

Cuando íbamos a terminar la secundaria, faltando una semana para acabar el año, me llega un mensaje al messenger.

—Hola.

—¿Hola?

—Soy Álbaro.

—Disculpa pero no sé quién eres, ¿De dónde te conozco?

Hasta que la muerte nos unaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora