Capítulo 6

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Narra Gill

—¿Estás de acuerdo, James? —Pregunta Len sin quitar la cara que tiene.

—Se supone que ganó, ¿No? Entonces debo respetar eso y aceptarlo. —Dice James.

—(Yo creo que quiere otra cosa). —Pensó Len.

—(Entonces me toca dormir con Len). —Pensó Estella.

(¿Qué acabo de hacer?).

Nos atrapó un silencio incómodo, (creo que no debí haber dicho eso, ¿¡En qué estaba pensando!?). Estella se levanta y va a la tienda de Len despidiéndose de nosotros, un segundo después, Len hace lo mismo.

James y yo nos quedamos solos junto a la luz del fuego y los sonidos nocturnos del bosque. (No puedo verlo a la cara después de lo que dije, estoy avergonzada).

—¿Va-vamos a...dormir? —Pregunta James.

—Claro... —Le respondo amablemente y tímida.

Entramos a mi tienda. Me deja entrar primero y acomodarme, me esperó afuera a que termine de cambiarme, luego le doy una señal para que pueda entrar.

Iba a salir cuando me toma de la mano.

—No te preocupes, yo puedo dormir con la misma ropa. —Dice James.

—¡Anda cambiate, con esa ropa has cazado y esta sucia! —Le ordeno. —No puedes dormir con eso.

—Tienes razón.

Salgo de la tienda y espero a que James me de una señal para que pueda pasar.

Entonces veo que James golpea la entrada de la tienda tres veces seguidas, lo que significa que se puede entrar.

Ingreso y el tiene puesto un polo azul de manga larga y unos pantalones del mismo color uniforme.

Estamos dándonos la espalda mutuamente.

(No sé si romper el silencio o dejarlo así, tal vez ya se haya dormido pero no es probable que lo haga inmediatamente).

—Oye...¿Estás despierto?

—Sí.

—La razón por la cual decidí que durmieras conmigo era para poder hablar contigo a solas.

—No era necesario dormir juntos para eso, ¿Sabes?

—Lo sé, pero tampoco vamos a estar caminando por todo el bosque solos.

—Bueno, ¿De qué quieres hablar?

—Quiero disculparme por lo que pasó cuando fuimos por mis cosas.

—No te preocupes por eso, ya todo quedó atrás. Mas bien, disculpame tú a mí por haberte echo pensar eso. —Dice James volteándose, mirándome la espalda. Yo también hago lo mismo y ahora nos estamos mirando las caras a centímetros de distancia.

No puedo evitarme ponerme roja.

—¿Qué pasa, tienes fiebre? —Dice James.

Me toca la frente y la cara delicadamente.

—No, tranquilo, estoy bien. —Quito su mano de mi rostro.

—Y, ¿Cómo es la universidad? —Pregunta con curiosidad.

—Jodida, no tengo tiempo para muchas cosas que me gustaría hacer, pero que pude hacer cuando estaba en la secundaria.

—Si no tuvieras tiempo, no estarías aquí.

Hasta que la muerte nos unaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora