Historias de Karmaland / Tortillaland

Hechizo (Lolito x Luzu)

Antes de leer: Esto pasaría en Lluvia Eterna, pero no es realmente una parte de la historia, sino algo que deriva de ella. En cuanto a un momento, seria despues de que la historia terminara y tecnicamente todo esta resuelto aqui. Esto solo es algo que quise escribir de esta pareja, espero les guste, son como doce paginas, mas largo de lo que suelo hacer.

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Cuando despertó aun era de día. No había ventana donde mirar ni reloj, quien se lo decía era el instinto, sumado a la aun presente pesadez que quería mantenerlo bajo las sabanas como si fuera una fuerza magnética. Escuchaba golpes en la puerta, pero adormecido como estaba decidió ignorarlos completamente.

Al cabo de un rato donde su mente iba y venía, Luzu gruñó debido a que los golpes no se estaban deteniendo. Sea quien fuera esperaba que se aburriera y buscara algo mejor que hacer con su tiempo que perturbar su sueño, lo cual no parecía que fuera a pasar. Tomó una de las almohadas de su cama y se cubrió la cabeza, no necesitaba respirar de todas formas, por lo que se concentró en bloquear el ruido y poco más.

Golpe, golpe, golpe. Ya se estaba poniendo de malhumor, pero cuando lo siguiente que escuchó fue el crujido del vidrio roto se sentó bruscamente en su cama. Sus ojos se tornaron rojos mientras la oscuridad fluía de él y formaba una niebla en la habitación. Si se tratara de alguien que lo conociera vendría a buscarlo a la noche, no podía ser más que un intruso y, dado su estilo de vida, se le estaba pasando por la mente quien o quienes podían ser.

Bajó de la cama con cuidado, esperando no producir ningún ruido que delatara que se encontraba arriba y despierto. Usando una parte de su poder materializó una armadura de hierro sobre su ropa de dormir, procediendo después a deshacerse en la oscuridad de la habitación como si se tratase de una ilusión. Se sentía fresco, agradable, correcto, la sombra no era su enemiga sino su aliada, su protectora, el lugar al que siempre podría escapar cuando no quería que le encontrase nadie y buscaba la paz.

Pero esta vez sería su transporte.

Deslizándose bajo la puerta y después reptando entre las paredes del pasillo, llegó a las escaleras en segundos y de allí se mantuvo exclusivamente en el techo de la planta baja. La sensación de moverse era muy similar a si estuviera nadando en aguas profundas, pero sin corrientes que le entorpecieran, pasando con la misma facilidad y velocidad que si estuviera sobre el hielo.

Su casa era pequeña pero alta, en la planta baja la luz aun entraba por los cristales que por motivos prácticos tenía que tener, mientras que arriba no entraba ni un rayo de luz por seguridad. Nunca suele bajar ahí a estas horas, pero mientras se mantuviera fuera del alcance de los rayos solares tendría que estar bien, aun cuando la luminosidad le causaba picazón como si se tratara de una advertencia.

No tardó en encontrar al intruso, fue ridículamente fácil ya que era el único en su sala y no estaba siendo precisamente discreto. El aroma de una presa fresca y a su alcance le hizo estremecerse en anticipación por probarle, Luzu casi podía saborear la sangre caliente en sus labios y estaba que deliraba de la emoción. Parecía estar buscando algo, podía oler su inquietud, y cuando pasó debajo suyo pudo ver que se erizó, el instinto reaccionando a su presencia mas rápido que su mente. Estaba por dejarse caer y romperle el cuello, solo le tomaría un segundo, pero fue entonces que el intruso decidió hablar.

-¿Luzu?-

Esa voz...

A través de la oscuridad que le rodeaba podía ser algo complicado ver cosas a detalle, pero cuando dejó que esta se dispersara un poco para observar bien al dueño de la voz, se percató de que no se trataba de ningún desconocido. Su cabello anaranjado era inconfundible, aunque con ese traje y sombrero color ceniza podía mezclarse fácilmente con la sombra y le fue más complicado de distinguir.