Un extraño pedido

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¡Hola! Yo de nuevo reportándome con lo que sigue a El Niño y el Dios, no se que tanto extenderé esto o si pueda llegar a convertirlo en una historia aparte, pero por el momento aquí lo tienen, esta vez desde la perspectiva del pequeño Luzu :)

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Esa era la parte más aburrida de la semana sin lugar a dudas.

Ya habían pasado horas arrodillados ahí y empezaba a dolerle las rodillas. Todos con la cabeza gacha, con los ojos cerrados y en el más completo silencio, hasta podría oírse volar una mosca ahí dentro. Luzu, como es usual, solo se quedaba sentado y miraba todo, riéndose en silencio ante las cosas que hacían algunos de los otros niños allí que, como él, estaban matando el tiempo. Algunos ponían caras a sus padres mientras ellos no veían, otros se pasaban mensajes silenciosos usando solo los labios, y aquellos que consiguieron llevarse a escondidas hojas y colores se ponían a dibujar sobre el piso. Uno o dos hasta se habían ido y estaban afuera, jugando con una pelota, pero desgraciadamente la única vez que intentó fugarse como ellos su padre lo atrapó y lo castigo severamente. Las siguientes semanas estuvo encerrado, sin caramelos, ni juguetes (ni siquiera le dejaron conservar su peluche favorito) y lo mantuvieron ahí con la orden de pensar en lo que había hecho y arrepentirse de su falta de respeto. Y si, se arrepintió de intentarlo y que lo pescaran, pero si tuviera el valor le gustaría volver a probar suerte, a este paso iba a morir de aburrimiento.

Luzu contuvo un suspiro y mantuvo su posición como pudo, cambiando de peso de un lado al otro y sintiendo como le hormigueaban las piernas. Cada tanto abría un ojo, vigilando a su padre y madre, sin entender cómo podían aguantar estar ahí con toda esa gente apiñados y sin hacer nada.

Alzó la mirada hacia el altar donde hace varias horas la gente había depositado muchas cosas entre las cuales había comida, flores y perfumes. Cuando estaban llegando a la iglesia hace un rato escuchó como los más pudientes entre las personas de allí presumían de haber traído oro para poner en el montón y que los dioses estarían muy felices especialmente con ellos, como si fuera una competencia. No era la primera vez que Luzu se preguntaba porque un dios, si se supone que puede darlo todo y es tan poderoso, necesita que ellos le dieran cosas, incluidas unas pocas zanahorias que habían podido hacer crecer en la casa y por la que lo despertaron temprano para ayudar a cosechar. No se quejaba, solo no lo entendía, y aunque su padre intentó explicárselo lo cierto es que Luzu solo sabía que había alguien a quien debían hacer feliz o pasarían cosas malas.

Bueno, a este paso si pasaría algo malo, se le caerían las piernas o algo porque ya no las sentía.

Después de lo que se sintió una eternidad finalmente la gente se levanto, y tras varias palabras del hombre que dirigía la reunión, ese con quien su padre siempre hablaba cuando podía, finalmente fue libre. Complicado fue salir atravesando la muralla humana que se movía hacia la puerta, pero deslizándose entre las piernas de los más grandes el niño pudo escapar e irse a la pradera, a donde realmente quería estar. No le había avisado a su nuevo amigo que irían ahí hoy, se le había olvidado ese detalle, por lo que esperaba que él no se hubiera enojado por su tardanza.

Jadeando llegó al mismo árbol donde se habían visto ayer, no sabía dónde estaba su casa por lo que solo podía esperar que él fuera a buscarlo donde se conocieron. Luzu se sentó contra el árbol, respirando el aire fresco y disfrutando el aroma de la hierba y las flores. Jugó con sus pies haciendo marcas en el suelo, arrojó un par de piedras lejos, observó a la distancia, esperando que en cualquier momento llegara su doble como dijo que haría, tenía que hacerlo, aun no conseguía recuperar el oro y diamantes que se había robado, no podría salvar a la aldea sino.

Historias de Karmaland / TortillalandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora