El Protector

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Hola de nuevo a todos los que leen esto, esta es la siguiente parte de esta serie de pequeñas historias que están relacionadas con "Abrazo a la Oscuridad". Estuve trabajando días en esto, y ayer me dormí tarde pensando que lo ultimo que hice era horrible, pero cuando me levante hace nada (me levanto re tarde) vi que, de hecho, lo que escribí con sueño era bastante superior a lo que hice cuando estaba despierta la tarde de ayer. Cosas de la vida.

Como sea, aquí esta y espero les guste :)

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Luzu estaba emocionado, más de lo que debería en su opinión.

Veía desde la distancia prudente, arropado en la sombra de los arboles cercanos a la casa, como se preparaba para acompañar a su padre. Armó una mochila donde llevaría muchas cosas, entre ellas peluches, juguetes, la espada de madera que se había apropiado sin darse cuenta, galletas, algunos dulces, tantas cosas que podrías decir que iban a un día de campo o a la casa de un amigo.

Pero no, iba a acompañar a su padre al trabajo, y por lo que podía deducir de la actitud del adulto pensaba lo mismo que él, demasiadas cosas innecesarias ¿Pero que se le iba a hacer? No era más que un niño, no se le podía pedir que llevara lo indispensable, los humanos de su edad tenían un concepto de "necesario" muy diferente al del resto del mundo. Negó con la cabeza, pero fiel a su costumbre, no intervino ni dijo nada, solo observó como el padre y el hijo salían de la casa temprano, siguiéndolos todo el camino. El sol no había salido aun a esas horas, siendo apenas una línea de leve luminosidad en el horizonte. El aire campestre de la mañana era frio, pero el aire puro, el rocío contra su piel, el aroma a tierra mojada y hierba fresca, todo era un conjunto agradable de sensaciones que le gustaba disfrutar.

Bueno, siendo la sombra del niño tenía mucho tiempo para sentarse y reflexionar en este tipo de tonterías, no niega que son agradables, pero tonterías al fin y al cabo.

El dios mentiría si dijera que no tenia curiosidad sobre lo que haría el padre para mantener a su familia, hasta ahora lo único que le había visto hacer era ir a la iglesia (arrastrando al niño que claramente no sabía ni le interesaba saber porque iba), participar en actividades de la comunidad y voluntariado como ayuda y... poco más, no es que le siguiera mucho cuando tenía a alguien más importante que entretener. La madre era la que trabajaba, y aunque ese no era su asunto, no pudo evitar preguntarse que opinaría ella de estar manteniendo a un hombre que no hacía nada con su vida más que ir haciéndose el bueno por ahí.

-¡Es enorme!-

Luzu miraba los extensos campos de trigo que se extendían hasta donde alzaba la vista, su característico brillo dorado sacudiéndose suavemente con la brisa casi como saludándolo.

-Ese es el campo de los Vitel, la otra vez yo fui ahí a trabajar, pero este año nosotros vamos al que esta mas allá-

Tanto él como el niño miraron hacia donde señalaba. Era un campo grande tal como el otro, pero estaba ocupado mayormente por tubérculos, algunas plantas pequeñas que podrían ser lechuga, y algunas cosas más que no alcanzaba a distinguir desde ahí.

-Llegó la época de cosecha y necesitamos toda la ayuda posible, espero lo tomes en serio hijo-

Asintió a las palabras del hombre mientras trataba de poner su mejor cara de seriedad. Estaba bastante motivado desde que cumplió los diez años, alegando graciosamente que ya era mayor, pero para el apenas había crecido algo. Quizás era unos centímetros mas alto que cuando le conoció, pero continuaba siendo igual de ingenuo y llorón que cuando le vio bajo el árbol aquella vez. Aunque siendo justos el tampoco crecía, solo mantenía su aspecto de niño de ocho años, y el dios esperaba poder estirar su uso al menos un año más antes de tener que modificarla.

Historias de Karmaland / TortillalandDonde viven las historias. Descúbrelo ahora