Capítulo 8: La fiesta.

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Las semanas siguientes intenté persuadir a H para que habláramos sobre los recuerdos, sobre el tamaño, la fuerza y el lugar donde habita la memoria, pero en cada oportunidad H encontró la manera de escabullirse del tema. Finalmente, decidí que quizá era mejor no presionarlo. Además, pensé que a mí tampoco me gustaría habar y hablar sobre arañas, aviones o fantasmas, aunque debo admitir que, para ese momento y luego de todo lo que había vivido junto a H, mis miedos me resultaban ridículos, absurdos o insignificantes.

Quise olvidar el asunto. Si bien no lo logré, al menos pude dejarlo de lado.

Una mañana H salió de su casa con una sonrisota y camino a la escuela sacó de su bolso un sobre y me dijo:

-Toma, Ant, esto es para ti.

Abrí el sobre y recordé aquella ilusión de meses atrás, cuando soñaba con recibir una carta o una tarjeta romántica de H. Saqué la tarjeta y nuevamente mi ilusión se desvaneció.

La tarjeta tenía una ilustración del Hombre Araña y decía en letras rojas y azules "Te invito a mi fiesta".

-¿Qué es esto, H?

-¿No lo ves? El sábado cumplo 11 años y voy a dar una fiesta... estás invitada.

-Gracias.

No pude pronunciar una sola palabra más. En cuanto llegamos a la escuela, H se dedicó a repartir invitaciones a todo el mundo. Llegué a pensar que el único personaje que estaría invitado era San Isidro, porque como estaba convertido en una estatua a la entrada de la escuela, le resultaría difícil asistir.

Volví a sacar la invitación del sobre y, al ver al Hombre Araña, sentí que me mareaba.

Jamás imaginé que H, con toda su imagen de chico inteligentísimo y casi adulto, escogiera para su fiesta a un tipo con un ridículo traje rojo-azul, lanzando telarañas hacia los edificios cercanos para trepar a las azoteas de la manera más complicada, en lugar de utilizar un común y corriente ascensor.

Además, me pareció de muy mal gusto que su héroe preferido fuera una representación del bicho que más miedo me provoca: la araña.

Todos los chicos y chicas de la clase tenían su invitación para la fiesta.

H comentaba por todos lados cosas como:

-Va a haber comida, música y diversión por horas y horas. Pueden llevar traje de baño, mi papá tendrá lista la piscina. Mamá alquilará dos películas del Hombre Araña. La fiesta comenzará a las dos de la tarde.

Yo odiaba las fiestas. A los diez años, no sabes si asistirás a una fiesta en la que un estúpido payaso te obligará a hacer mil papelones delante de los invitados o si, o por el contrario, llegarás a una fiesta en la que tu compañero de escuela intentará besarte.

Durante toda la semana, H no hizo más que hablar de sus preparativos, que si la música, que si las hamburguesas, que si la ropa que llevará... en fin, durante esos días, H se pareció a cualquier chico, menos a él.

-Ant, no te lo había dicho antes, pero tienes que saberlo. Estoy enamorado. Es alguien que me gusta mucho y mañana, en mi fiesta, le pediré que sea mi novia.

Me quedé como la estatua de San Isidro: blanca, fría y paralizada. Lo único que atiné a decir fue:

-¿Quién es, H? ¿De quién estas enamorado?

H me abrazó por primera vez en la vida, me dio un beso en la frente y me dijo:

-Todavía no te lo puedo decir, quiero que sea sorpresa; por favor, espera hasta mañana. Sólo te puedo adelantar que me gusta de verdad y que nos comprendemos muy bien.

Amigo se escribe con HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora