Capítulo 10: El listado.

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Insistí, con toda la terquedad imaginable, en que yo era capaz de sacar de mi cabeza todo aquello que pudiera afectarme o simplemente molestarme. El Borja, sutil como era propio en él, lo dudaba.

-Y bien, Toni, ¿qué es exactamente lo que quieres olvidar?

-En realidad, un poco de todo.

-Quizá exista una posibilidad de que puedas olvidar a H. ¿Te pareces si escribes en un papel todo lo que quieres olvidar de él y luego lo discutimos?

-Sí, me parece.

-Pues entonces, manos a la obra, mañana nos veremos, tú con tu lista y yo haré lo mía...

-¡Genial, Borja! Así compartiremos información sobre nuestros próximos olvidos.

Aquella tarde escribí mi listado en una hoja que luego se transformó en dos y luego en tres. El proceso no fue nada fácil, descubrí que el acto de recordar viene acompañado de un montón de sonrisas espontáneas, que luego se convierten en nostalgias tristonas.

Una tras otra, las líneas se sumaban en mi tarea de investigación de la memoria.

Cuando al día siguiente me junté con el Borja, me pidió que yo iniciara con la enumeración.

No comentaré todos los recuerdos incluidos en el papel, pero sí los más importantes. Mi papel decía:

-Cuando H decidió llamarme Ant.

-Cuando H y yo hablábamos de nuestros miedos.

-Cuando, en el examen de Matemáticas, me pasó un papelito con las respuestas de todas las preguntas.

-Cuando me prestó su diccionario.

-Cuando me saludaba sacudiendo mi cabello.

-Cuando me presentó a su abuela Eldelmira.

-Cuando me dijo que yo no le parecía tan pequeña.

-Cuando me ayudó a dibujar el mapamundi.

-Cuando cargó mi mochila hasta la escuela por que yo me había lastimado la rodilla en un juego de basquetbol.

-Cuando decidió convertirse en el novio de Andrea.

-Cuando me guardó el secreto de... bueno, un secreto que sólo H conoce.

-Cuando me prestó su bici para ir a comprar el azúcar, pan, queso y leche que mamá necesitaba para ofrecer un café a mis tías que llegaron de sorpresa.

Leí detenidamente mis recuerdos mientras el Borja me escuchaba con atención. Cuando terminé, me dijo:

-No entiendo, Toni, ¿Por que quieres olvidar a H si ha sido un buen tipo?

-No pretendo que lo entiendas, Borja, sólo quiero que me ayudes a olvidar todo eso. H no existe en mi vida, ya ni es más mi amigo, está demasiado ocupado en ser novio de Andrea. Quiero olvidar que lo extraño y que me hace falta charlar con él. Quiero olvidar que lo quiero mucho. Mejor léeme tu listado.

El Borja abrió un papelito muy pequeño y escrito con perfecta caligrafía. Me miró, se sonrojó y dijo:

-Yo, Eduardo, quiero olvidar a Andrea.

-¿Quéeeee? ¿A Andrea? ¿Tú...? No lo puedo creer, ¿por qué no me lo dijiste antes?

-Por favor, Toni, no digas nada, no se lo he contado a nadie. La única que lo sabe eres tú.

El Borja estaba enamorado de Andrea la detestable. Y yo ... enamorada de H el detestable novio de la detestable. Aquella fue la primera vez que lo reconocí, y lo hice con mas rabia de la que había sentido el día de la fiesta del Hombre Araña.

-Andrea nunca se fijó en mí.

-H tampoco se fijó en mí.

-Yo no soy tan alto como H.

-Yo tampoco soy tan alta como Andrea.

-Yo no soy tan espontáneo como H.

-Yo tampoco soy tan femenina como Andrea.

-Ahora no quiero saber nada de ella.

-Yo tampoco quiero saber nada de H.

Quién lo hubiera dicho, el Borja y yo unidos por la misma desgracia: el amor imposible.

Desde aquel día nos prometimos no hablar ni de H ni de Andrea; pensábamos que eso nos ayudaría a olvidarlos. No sé si funcionó o no, sólo sé que al menos había encontrado un nuevo amigo y ya no me sentía sola como una gallina.

El Borja y yo teníamos un pacto que habíamos sellado un medio día, afuera de la escuela, con un helado de chocolate. Ese pacto era real y ultrasecreto, jamás nadie sabría de nuestro primer fracaso en el amor. De hecho, cada vez que queríamos referirnos a H o a Andrea, lo hacíamos utilizando un código creado especialmente para ellos: en nuestros diálogos llamábamos a H "el Hombre Araña" y a Andrea "la mosca" (porque había caído en las redes de la araña); con ese lenguaje, estábamos seguros de que nadie sabría jamás a quiénes nos referíamos.

Es justo señalar que el Borja insistió que llamáramos a Andrea "la mariposa" ya que ambas, mosca y mariposa, podían cumplir con el simbolismo que habíamos utilizado, es decir, las dos eran susceptibles de caer en redes de araña. Entendí perfectamente la intención del Borja, pero, por más enamorado que estuviera, no podíamos la visión que nos juntaba en contra de nuestros enemigos emocionales.

Con la misma fuerza del Borja, yo rechacé su propuesta de un sobrenombre tan dulce, colorido y poético para Andrea. Luego de horas y horas de discuciones, y un salomónico juego de cara o cruz gané la batalla y "la mosca" se consolidó en su posición.

Cuando alguna vez sentí la que nostalgia me rodeaba, recuerdo que le pregunté al Borja:

-¿Por qué el Hombre Araña no se fijó en mí? ¿Será que la mosca es mejor que yo?

-La mosca es la mosca, tú eres tú, y punto.

-...

-...

-¿Tu me habrías elegido a mi, Borja?

-Si no fueras tan pequeña, si. ¿Y t, Toni? ¿Me habrías elegido a mí?

-Solo si no fueras tan orejón.

Esas dos confesiones fueron la mejor garantía de que el Borja y yo seríamos amigos por mucho, mucho tiempo.

Amigo se escribe con HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora